Béisbol Internacional: ¿Sabe igual sin la presencia de los cubanos?

Béisbol Internacional: ¿Sabe igual sin la presencia de los cubanos?
Fecha de publicación: 
18 Septiembre 2014
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La interrogante, como a muchos otros, me asaltó: baloncesto (vale tres), el más universal (gol 360 y muchas otros espacios), ¿y el béisbol? ¿El juego de Cuba? ¿Sangre y genes si se quiere?

No podía faltar, más allá de reticencias, negativas… apareció Béisbol Internacional. 

De a poco fue carburando el programa en sus transmisiones, ligas caribeñas, pelota japonesa, sudcoreana, en fin, asiática, hasta que finalmente se aprobó la idea de pasar juegos de la Gran Carpa.

Justo ahí afloró una encrucijada ineludible: la presencia de peloteros cubanos en varios equipos, la estabilidad de los rendimientos de algunos, talento en ebullición y por ende los contratos millonarios disparados.

Pudiera parecer, de hecho para mí en gran medida lo constituye, un fenómeno ceñido al “vergüenza contra dinero” promulgado por Eduardo Chivás en su Partido Ortodoxo.

Para nadie es un secreto todo el vil andamiaje que montan los scouts y elenco de Grandes Ligas alrededor de los prospectos antillanos cada vez que pisan suelo foráneo en algún certamen. Incluso más, de alguna manera las artimañas también las ponen en práctica mientras echa a rodar nuestra Serie Nacional.

Y digo vil porque a ningún otro jugador de nación alguna la MLB le impone hacerse agente libre, —lo cual implica renunciar a la ciudadanía cubana— como única manera de ser elegible para alguna de las 30 franquicias que integran el Big Show.

Entra a jugar un rol protagónico en la alineación de mecanismos maquiavélicos la OFAC (Office of Foreign Assets Control) perteneciente al Departamento del Tesoro de Estados Unidos, encargada de otorgarles esa especie de permiso de trabajo imprescindible a los peloteros cubanos que de una forma u otra decidieron probarse en el entorno supremo de las bolas y los strikes.

AL OTRO LADO DE LA BALANZA

Para nadie es un secreto que el éxodo de deportistas cubanos ha sido un fenómeno creciente desde aquella avalancha patentada en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Ponce 1993, cuando 37 decidieron renunciar a continuar representando a su patria.

El fenómeno para nada es exclusivo de la actividad del músculo. Matrimonios concertados por conveniencia, contratos de trabajo, ciudadanías “españolas”, lanchas rápidas o cigarretas, o cualquier variante insospechada se han puesto de moda para abandonar la Isla en busca de horizontes más lucrativos.

Pongamos un simple ejemplo más allá del plano netamente deportivo, y asociado al de la sustracción de talentos. El propio Puig desde hace buen tiempo no puede dormir con total serenidad. Alrededor de su persona hay desatado un presunto escándalo de tráfico de personas, en el cual se involucró con un grupo del cartel mexicano de los Zetas, dedicados entre otras, a esa actividad ilícita como parte de su fuga a los Estados Unidos. “Don dinero” una vez más en su rol protagónico de usurpador.

La estrechez económica es latente desde que el Período Especial irrumpió en los hogares de millones de cubanos. Las condiciones en las que muchos han dicho adiós duelen, el distanciamiento de tu familia, amigos, los tuyos, compañeros de equipo, el desprendimiento de buena parte de tu identidad, pesa.

En el caso del béisbol es mucho más perceptible por la sencilla razón de que quitarle la pelota al cubano sería algo así como extirparle un órgano vital. Busca como sabueso, sigue, se informa, mucho más en esta nueva era tecnológica, en la cual los mecanismos para mantenerse informado son disímiles.

Justo ese terreno, esa coyuntura y muchas otras ha aprovechado nuestro “vecino” de entrañas inescrupulosas para fomentar el éxodo, sustentado en su añeja filosofía del American Dream, sea cual sea la actividad a la que se dedique el cubano, lógicamente con profesionales y estrellas en cada una de las aristas de la vida, con wild card de antemano asegurado, al amparo de la Ley de Ajuste Cubano.

Claro está nada de eso cambia completamente el hecho de abandonar tus raíces, casi siempre incitado por móviles de índole económica.

En el caso del béisbol, 24 peloteros cubanos visten la camiseta en alguna novena de la MLB en la presente campaña. Ya desde el año pasado con la presencia de Los Ángeles Dodgers y el fenómeno Yasiel Puig, Yoenni Céspedes en rol de rey del poder al bate en el Derby de Jonrones del Juego de las Estrellas, y Aroldis Chapman con sus endemoniados torpedos de más de 100 millas, sus ponches y su cerrojo, despertaron la atención de millones de cubanos.

Hasta este minuto, salvo en alguna imagen escapada de collages de mejores momentos de la semana, el mes o la temporada, sus actuaciones no las hemos podido captar por Tele Rebelde.

Ahora José Dariel Abréu está casi sembrado en calidad de novato del año. Pese a contar en su expediente con 14 juegos menos, el cienfueguero archivaba 35 batazos de cuatro esquinas y 103 empujadas hasta el momento de redactar estas líneas, Céspedes ganó su segundo derby de vuelacercas en línea, solo él y Ken Giffrey Jr en 1998 y 1999, Jorge Soler y Odrisamer Despaigne han dejado boquiabierto a más de uno, Puig, alias Caballo loco, mantiene su estabilidad, Alexei Ramírez ha tenido una buena temporada…

Y se siguen ahondando las nostalgias, se suceden los programas de Béisbol Internacional con algún sabor soso, insípido. Solo digo que no es a nosotros a quien debe avergonzarnos reflejar las incidencias de los peloteros cubanos en Grandes Ligas. Radio Rebelde lo está reseñando de hecho.

La vergüenza, el dinero, el robo, en esta historia van a parar a un mismo saco: ese de boca ancha y apetito voraz y perenne cuando de Cuba se trata. Ese denominado imperialismo yanqui.

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