Habanos, místicos y legendarios

Habanos, místicos y legendarios
Fecha de publicación: 
15 Agosto 2014
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Danzan las hojas de tabaco entre las manos de los torcedores con una cadencia y suavidad tal que semejan el andar de los caciques taínos, orishas y otras deidades por la faz de la tierra, para conectar al hombre moderno y sus ancestros.

 

Hay tanto de historia y espiritualidad en cada puro, que se pierde en la memoria de los estudiosos cuando recuerdan a los aborígenes cubanos asombrando a los españoles al exhalar humo por las narices, y a los negros esclavos, entre tambores y bailes, vertir su aroma  para halagar a los dioses.

 

Así de místico es el nacimiento de un tacaco, el cual identifica a Cuba por el mundo, cotizado a altos precios, y que para su confección solo necesita desde hace más de 150 años, al torcedor, la tabla de rolar,  chaveta,  guillotina y el molde.

 

Expertos aseguran que los habanos son obras de arte y por eso llevan consigo parte de los sentimientos de sus creadores, fundamento sostenido en la interacción que el operario logra con su producto.

 

Idalmis González, experimentada tabaquera de Camajuaní, afirma que hay una comunión entre el tabaco y quienes lo fabrican, porque las manos y el tacto definen casi el 100 por ciento del éxito en la torcedura.

 

Todo es importante, no se puede obviar nada. Por ejemplo: tiene que existir mucha coordinación entre las manos en el momento de palmotear  cada hoja, una y otra vez, para garantizar que no queden enrolladas o torcidas, defecto que  daña la calidad final, explica.

 

Otro de los momentos sublimes en su elaboración resulta la colocación de la capa, hoja de tabaco que por su tersura y calidad  envuelve la tripa y el capote, dándole  la terminación exterior o vestidura, vital tarea, en la cual un error puede inhabilitar todo el trabajo precedente, subraya.   

 

Mercedes Fusté, con más de 20 años en el arte de producirlos en esa propia localidad villaclareña, asegura que se requiere más de un lustro  para dominar casi todos los secretos de ese quehacer, porque hay detalles y misterios  no escritos en manuales, esos solo se conocen con el tiempo.

 

Afirma que deviene un oficio lleno de tradiciones e historia; pero de todas aprecia dos: la existencia del lector de tabaquerías, y los códigos comunicativos de la chaveta.

 

La lectura de periódicos y textos literarios le garantizan a los obreros la información y cultura general, relata.

 

Refirió que al sonar las chavetas contra las mesas  los torcedores muestran regocijo o aceptación, más si las dejan caer significa desaprobación o disgusto.

 

Estas tradiciones que aún viven entre los tabaqueros cubanos, nos identifican y llenan de orgullo, concluyó Fusté.

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