La columna deportiva: Oídos abiertos ante el racismo en el deporte
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Ambos gestos recibieron una fuerte condena en diferentes partes del mundo; pero probablemente para todos quede claro que el problema sigue allí y no basta con campañas virales en las redes sociales o discursos emotivos para erradicarlo.
La enorme fortuna de Donald Sterling le había permitido sortear diversas demandas por comportamientos racistas; sin embargo, esta vez sus millones no fueron suficientes para acallar la publicación de una cinta grabada, en la que expresaba su desprecio hacia los negros y le exigía a su novia que no los llevara a presenciar “sus” partidos de los Clippers, en el Staples Center.
De inmediato Sterling se convirtió en “enemigo público número 1” y desde el presidente estadounidense Barack Obama, hasta otros propietarios de equipos y los jugadores mostraron su repudio por el comportamiento del polémico personaje. El comisionado de la NBA abrió una investigación que determinó que la voz en la cinta correspondía a Sterling quien recibió una multa de 2,5 millones de dólares y, además, la liga le prohibió de por vida tener cualquier contacto con la franquicia. Para completar la sanción, la NBA podría forzar la venta de los Clippers.
Los jugadores y propietarios, seriamente enfrentados un año atrás por un conflicto laboral que casi suspende la temporada 2012-2013 de la NBA, adoptaron ahora posiciones comunes sobre el tema y el castigo impuesto por el comisionado Adam Silver fue bien recibido por la mayoría.
No obstante, el comentarista del diario The New York Times William C. Rhoden, en uno de sus artículos más recientes, colocó el dedo en la llaga: la NBA podrá librarse de Sterling; pero el problema del racismo persiste. Según el periodista, algunos pueden incluso declarar que todo está bien y que el racismo terminó, así que “vayamos y veamos los partidos” de la NBA; pero, en realidad, las lamentables declaraciones de Sterling lo único que realmente han hecho es “destapar el velo”.
En Estados Unidos se han puesto en práctica disímiles programas que tratan de “educar a los fanáticos”. Por ejemplo, en las Grandes Ligas todos los jugadores visten un día el uniforme con el 42, el número que utilizó Jackie Robinson quien fue el pelotero que rompió la barrera racial en las Mayores, en 1947. Mientras, los directivos de la NFL podrían introducir un castigo de 15 yardas durante un partido si los árbitros detectaran que un jugador ofendió a otro por el color de su piel. Además, en esta liga está en vigor la llamada “Regla Rooney”, mediante la cual todos los equipos tienen la obligación de entrevistar para los puestos de entrenador principal y de jefe de operaciones de fútbol a un integrante de las llamadas “minorías raciales”. Estos son pasos importantes; pero no es difícil concordar con que no son suficientes.
A miles de kilómetros de Los Ángeles, Dani Alves volvió a chocar con el racismo. El Barcelona jugaba un partido contra el Villareal, en el estadio El Madrigal, por la Liga española y un fanático le lanzó al lateral brasileño un plátano, en un intento por asociar este alimento favorito de los monos con los negros. Alves recogió el plátano, lo abrió y, mientras masticaba una porción, cobró el saque de esquina. La capacidad de respuesta del futbolista, sin dudas, fue admirable.
Ante la acción de su compañero de club y de selección nacional, Neymar publicó una foto suya, junto a su hijo, en la que ambos comían un plátano y la imagen venía acompañada por esta frase: “Todos somos macacos”.
Las respuestas de Alves y Neymar tuvieron una amplísima repercusión en las redes sociales. Miles de personas colocaron imágenes en las que también aparecían con un plátano en la mano, como muestra de condena al racismo.
Etiquetas como #TodosSomosMacacos y #SomosTodosIguales se convirtieron en temas centrales en Twitter y la campaña viral tuvo una repercusión especial en Brasil. Otros futbolistas brasileños como David Luiz, Hulk, Marta y el exjugador Roberto Carlos también publicaron imágenes suyas, con plátanos.
Alves utilizó la ironía para referirse al incidente. “Hay que tomarse en broma a estos retrasados. Llevo ya 11 años en España” y, más adelante, en su cuenta en Facebook publicó el video de la acción, acompañado por este texto: “ya me decía siempre mi padre, hijo come bananas, que evitan los calambres”.
El gesto de Alves quizás haya sido una de las críticas más originales en contra del racismo, aunque otros trataron de trivializar estas protestas. En los estadios europeos constantemente aparecen carteles que alientan al respeto y la oposición a expresiones y acciones racistas; pero sucede que los que se dedican a insultar a los atletas reproducen en los estadios lo que viven fuera de ellos. Entonces, las campañas son positivas; pero sus resultados distan de ser los deseados.
La alarma por expresiones racistas y los insultos también debería encenderse en el deporte cubano. Los improperios a jugadores, directivos y árbitros se han expandido por los estadios y duele ver cómo se adoptan con rapidez medidas contra “las congas musicales”; sin embargo, los oídos parecen cerrarse ante los gritos que también hieren a los que acudimos a las instalaciones a presenciar un juego, solo eso.
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