Retrato de Martí a la luz de una vela (+ INFOGRAFIA)

Retrato de Martí a la luz de una vela (+ INFOGRAFIA)
Fecha de publicación: 
28 Enero 2014
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Afuera llueve. Adentro hay paz. Hay un hombre en casa. La luz tenue de una vela descubre poco de su anatomía, prefiere observar el papel, siempre manchado de tinta por una de sus cuatro esquinas. Es un hombre con bigote y ojos marrones, que pluma en ristre cabalga las madrugadas. Duerme sus noches en papel, transformando palabras y oraciones en cobijas perfectas para el irónico invierno del Caribe.

 

La sombría luz parpadea, movida por la tempestad que embarga el alma del hombre. Sus párrafos nacen a caballo y sus ideas baten alas en la oscuridad del destierro. Un ojo atento observa lo escrito, luego la mancha. Una mano dirige el río de tinta que la pluma deja en el papel. Un hombre gobierna mano y ojo, apenas es visible su rostro. Ha escrito cinco páginas de un tirón.

 

Pero la soledad odia a este hombre, o mejor, es él quien detesta estar solo. Días antes de llegar a la habitación de la vela, estaba encaramado en una tribuna con las mangas del traje recogidas. Había calor y su voz sudaba las palabras con aroma agradable. El hombre subía al podio y levantaba la voz y llegaba al clímax del discurso y luego bajaba el tono para retomar el aliento. El público temblaba ante los gritos y silencios del orador. Adentro todos eran hombres de traje y harapos, envueltos en el humo tabaquero de la noche  tampeña.

 

Otra vez en la habitación, escucha el sonido del agua al golpear la calle y observa la vela. Mira la pluma, una hoja en blanco le aguarda. Escribe primero la palabra hijo y luego piensa. Dentro de poco partirá hacia Cuba a vestir el traje mambí de la independencia. Así lo escribe en la carta sin perder la ternura paternal que lo invade. Su prosa transforma en flor la violencia de la guerra próxima, para que Ismaelillo ignore la crueldad de las balas. Quizás lo haga porque también fue niño y conoció el dolor de la muerte muy temprano, cuando el sol matutino alumbró en sus ojos a un esclavo muerto.

 

El hombre de la habitación detiene la pluma: piensa que el discurso de ayer, ante un auditorio criollo en el exilio, permitirá alcanzar la libertad de los cubanos en el futuro. Contempla su silueta a la luz de la vela y pregunta cómo llegó hasta esa casa, a ese paraje donde llueve a cántaros. Quizás en esa búsqueda le preste poca importancia a la conexión de los hechos. Acaso ignorará en su respuesta que todo empezó en 1853, cuando el llanto de un niño rompió el silencio de la calle Paula.

marti
VER INFOGRAFÍA: VIDA Y OBRA DE JOSÉ MARTÍ

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