Estados Unidos: Ni privacidad, ni seguridad

Estados Unidos: Ni privacidad, ni seguridad
Fecha de publicación: 
6 Diciembre 2013
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Al paso del tiempo surgen nuevas revelaciones acerca de la dimensión del espionaje mundial ejercido por Estados Unidos, que apenas ensaya tímidas disculpas carentes de veracidad, sin promesas de que dejará de vigilar, o por lo menos, respetará la más elemental y necesaria privacidad.
                                                                

                               
Parodiando la canción del guatemalteco Ricardo Arjona,Te conozco, Estados Unidos sabe cada detalle de lo que se mueve y lo que no a su alrededor, so pretexto de un falso combate al terrorismo, cuando busca con este proceder -entre otras maldades- aupar y derribar gobiernos y conocer los manejos económicos de todos, los que llama amigos o enemigos.
                                                                                          

Cuando conozco que son ciertas aquellas escenas de filmes de ficción acerca de las cámaras vigilando cada calle de las principales ciudades y de pequeños artefactos similares colocados hasta en interiores de los baños, se puede asegurar la complicidad de esas naciones aliadas al Imperio, algunas de las cuales se muestran falsamente sorprendidas, para al final decir, como apunta la supervigilada canciller Ángela Merkel, que ello no comprometerá en modo alguno la estrecha relación entre Estados Unidos y Alemania.
          

                                     
Es más, las revelaciones protagonizadas por Assange, Manning y ahora Snowden, han servido para aumentar las tiradas de publicaciones occidentales, desarrollar el espíritu «explicativo» de lo que es inexplicable, y hasta hacer llegar a las masas la convicción de la imposibilidad de detener al que denominan Gran Hermano.
                   

Algunos especialistas, con buenas o malas intenciones, se han dedicado a hacer comprender que la inutilidad de detener el espionaje norteamericano es un gran triunfo para Estados Unidos, adornado con frases tales como «Hemos caído en la trampa», “Es triste aceptarlo y, sobre todo, resulta profundamente descorazonador», «La dictadura global avanza con paso firme y seguro», «El infierno del Control Masivo ya es un hecho imparable», etcétera.
                                                  

Realmente, lo anterior está avalado porque no hay forma de castigar a un ente que se burla del desenmascaramiento de los casos de espionaje masivo por la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos; y porque poco importa que gobiernos europeos y latinoamericanos muestren su indignación, cuando se sabe que dirigentes de los primeros, principalmente, conocían la situación, y les importaba un bledo las informaciones que han surgido y puedan surgir de las revelaciones de personas realmente valientes, o de los documentos filtrados.
                                                                                 

Durante la Guerra Fría había unas pautas de represalia que buscaban no sobrepasar la línea roja de la conflagración nuclear. Pero, ¿qué hacer cuando el espía es socio, amigo o aliado? ¿Y si, además, este socio es tan poderoso que dependen de él tecnológica o económicamente? ¿Y si sus servicios secretos dependen de la información que suministra ese estado? ¿Y si a su vez espían para ese estado? Pues entonces las respuestas son como las que presenciamos: tibias e hipócritas.
                                            

                                 
Lo que de verdad cuestiona a los estados que se dicen democráticos y pone en peligro una civilización basada en los derechos humanos, es el espionaje masivo e indiscriminado a los ciudadanos.
                                              

En este contexto, los medios manejados por el imperialismo hacen creer que, al fin  y al cabo, no es peligroso este espionaje, y no hay necesidad de prescindir de los modernos métodos de comunicación.
                                                                    

Así, Estados Unidos trabaja por buscar la sumisión psicológica, la mente conquistada, el apático conformismo de los individuos ante la destrucción de sus libertades y de su dignidad.

                                 

¿Qué hacer para contrarrestarlo, y defender con honor el derecho a la privacidad y la seguridad, despertar las conciencias y evitar ser manipulados? Solo lográndolo, venceremos al que han dado por llamar comúnmente Gran Hermano.                                                

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