Joe Hill, sin la balada

Joe Hill, sin la balada
Fecha de publicación: 
4 Noviembre 2013
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Las recientes muertes de centenares de africanos que trataban de llegar a la “blanca” Europa, huyendo del hambre y la miseria, trae en este noviembre el recuerdo del escritor sueco Joe Hill, ejecutado en 1915 en Estados Unidos, acusado de una muerte que nunca pudo probarse, sólo porque el joven emigrante de 36 años se había convertido en un estorbo para los patronos y ejemplo para sus compañeros obreros.  

Ello también coincide con tema el intento del presidente norteamericano, Barack Obama, de aprobar una prometida ley migratoria, que pudiera legalizar la presencia de once millones de indocumentados en Estados Unidos, la inmensa mayoría mexicanos, muchos de los cuales son deportados cada año de territorio norteamericano, más que en las gestiones de George W. Bush.                   

En fin, van en busca de "una vida mejor" en el Norte que los desprecia, como se desprende de esta definición del académico estadounidense Samuel P. Huntington en su ensayo El reto hispánico: "No existe tal sueño americano, solo hay un sueño americano, creado por una sociedad anglo-protestante. Los mexicano-americanos compartirán ese sueño y esa sociedad, solo si sueñan en inglés".                                               

Peor destino le ha tocado a otros cientos de millones de personas que huyen de la miseria o en busca de un mundo que creen mejor para encontrarse alienados en lugares ajenos. 
                                                                                
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) informó que hay unos 200 millones de emigrantes, un 3% de la población mundial, pero esta alta cifra es aún incompleta. Los conflictos armados y las malas condiciones económicas en los países de origen fueron señalados como las causas principales de la creciente emigración mundial. Uno de los problemas migratorios que más afectaba a Centroamérica es "la trata de emigrantes".  
                                                                                              
Mientras Estados Unidos utiliza contra Cuba su Ley de Ajuste Cubano, que "premia" a quienes desde nuestro país pueden llegar ilegalmente a territorio norteamericano, y que es causa de un número de muertes incontables, Obama, subrayo, sigue sin hacer probar su programa y de hecho está vigente el de Bush, que muchos analistas mexicanos calificaron de "plan bracero", similar al de los años cuarenta, aunque en situaciones histórica y social diferentes.
                                                                        
Se trata de legalizar la presencia solo de aquellos que pretendan ocuparse del trabajo calificado de basura. El resto, los no reconocidos por un empleador, estarán violando la ley y deberán volver a sus países de origen.   
                                                                                                       
Y hay que tener en cuenta que el cacareo norteamericano sobre la importancia de las remesas para las naciones que las reciben, esconde la otra cara de la moneda. Aún es más significativa la aportación a Estados Unidos, pues los inmigrantes solo envían a sus países un 10% de sus ingresos, mientras el 90% se quedan en el país para la cual producen esa riqueza.                                                                                                                       

Pero cuestionamiento o no a la política norteamericana sobre migración, ¡qué tantas vidas ha costado!, lo cierto es que este tema afecta a casi todos los países, en momentos en que muchos gobiernos reciben presiones internas para reducir el ingreso de extranjeros y resolver sus causas, como ocurre ahora en Italia, luego de los desastres marítimos mediterráneos en las cercanías de la isla italiana de Lampedusa.  
                                                                             
Aunque han pasado años, todavía se sienten las secuelas de la guerra de Bosnia, la agresión a Yugoslavia, el diferendo en Kosovo y otros entuertos similares manejados por hilos divisionistas imperialistas para poder reinar, que han provocado la furia étnica y religiosa que aún continúa en diversos grados, como en Iraq y se trata de hacer en Siria.     
                                        
Tales muertes violentas contrastan, sin embargo, con las de aquellos que también huyen de guerras y del hambre en África, y logran establecerse, repito, en la Europa “blanca”, enferma en estos tiempos por el desempleo.   
                                                                                                  
La Organización Internacional de las Migraciones dice que la mayor cantidad de migrantes se encuentra en Asia; América y Europa tienen más o menos el mismo número, y les siguen en orden decreciente África, América Latina y Oceanía, todos como centros receptores.   Cincuenta millones de ellos viven en condiciones infrahumanas, virtualmente sin atención, por carencias, falta de recursos y ayuda internacional, entre otras cuestiones. 
                                                                       
El drama lo viven particularmente niños, jóvenes y mujeres, cuya explicación requeriría espacios apartes. Pero basta decir que un informe de Naciones Unidas sobre los menores atrapados en conflictos bélicos describió su mundo como "desolador vacío moral desprovisto de los valores humanos más elementales en donde nada se salva, es sagrado o se protege".                                                         

Por eso este noviembre es bueno tener en cuenta a Joe Hill, un emigrante recordado por sus méritos en una balada, quien nunca abdicó de sus principios y escribiría la noche antes de su injusta ejecución por el Imperio: 
                                                                                          
"Mañana espero emprender un viaje al planeta Marte, y entonces comenzaré inmediatamente a organizar a los trabajadores de los canales marcianos".

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