La columna deportiva: Exit Mariano Rivera, Enter Cooperstown

La columna deportiva: Exit Mariano Rivera, Enter Cooperstown
Fecha de publicación: 
26 Septiembre 2013
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Los acordes de la icónica canción Enter Sandman, del grupo Metallica, nunca más retumbarán en el Yankee Stadium. Su partida marca prácticamente el final de otra exitosa era de la franquicia con más títulos en el deporte profesional estadounidense.

En 1997, las Grandes Ligas recordaron de disímiles maneras a Jackie Robinson, pues ese año se celebraba el medio siglo de la primera incursión oficial de un pelotero negro en un equipo de las Mayores. Una de las decisiones más simbólicas de esa celebración fue la de retirar el número 42, en honor a Robinson. Solo un jugador, un panameño, hijo de un pescador, pudo mantener el 42 en su espalda. En ese momento ya tenía un anillo de campeón de la Serie Mundial de 1996; aunque todavía Mariano Rivera tenía mucho que demostrar.

El proceso de aprendizaje de Rivera fue muy rápido. Mejoró su control sobre la famosa cutter (recta cortada), perfeccionó sus movimientos en el montículo, aprendió a dominar a bateadores zurdos y derechos y, sobre todo, a mantener la sangre fría ante las más complejas situaciones. No había gestos forzados, ni celebraciones ante el rival. Sencillamente, strike tras strike, out tras out, Mariano buscó la perfección y, aunque no la encontró, sí se convirtió en una de las mayores leyendas del béisbol de todos los tiempos.

Rivera tuvo la suerte de jugar en uno de los momentos de más esplendor de los Yankees en las últimas tres décadas. Los llamados «Mulos de Manhattan» lograron agrupar a un grupo de jugadores muy completos y, bajo la dirección de Joe Torre, ganaron tres Series Mundiales consecutivas, en 1998, 1999 y 2000.

En los playoff de esos campeonatos, el panameño fue imbateable. No es difícil imaginar la impotencia de los rivales: ellos sabían lo que lanzaría Rivera. No eran rectas de 100 millas —aunque sobrepasaba con facilidad las 90—, ni tampoco curvas pronunciadas; pero casi nunca pudieron descifrar el cutter del cerrador.

Luego vino, quizás, el mayor revés en la carrera de Rivera. La Serie Mundial de 2001 estuvo cargada de emociones. La caída de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre, dejó en shock no solo a Nueva York y, en ese contexto, los Yankees avanzaron, por cuarta ocasión en línea, a la discusión del título, frente a los Cascabeles de Arizona. Tal vez esa haya sido la Serie más espectacular del siglo XXI, pues los Mulos dejaron en el terreno, en dos ocasiones, a sus oponentes y llegaron al cierre del noveno inning, del séptimo partido, con ventaja en el marcador, 2 carreras a 1.

Solo faltaban tres outs, para un nuevo título y con la intimidante presencia de Rivera en el montículo, tal vez ni los más empedernidos seguidores de los Cascabeles confiaban en remontar. Pero en el béisbol no existe la perfección y Rivera no pudo mantener la diferencia: un doble de Tony Womack y un jit de Luis González decretaron la derrota más inolvidable de Mo, como le decían sus compañeros de equipo.

En la siguiente década, Rivera continuó salvando partidos; aunque los Yankees quedaron una y otra vez en el camino. Perdieron la Serie Mundial de 2003, ante los entonces Florida Marlins; pero, en 2009, nuevamente Rivera contribuyó al triunfo en el Clásico de Otoño sobre los Phillies de Filadelfia. Este fue el quinto anillo del panameño.

Los fanáticos de su país soñaban con que Rivera vistiera el uniforme de Panamá, en los Clásicos Mundiales de 2006 y 2009; sin embargo, por diversas causas, Mariano nunca entró en la nómina. Tal vez ahora nadie lo reconozca, pero esta fue una «asignatura pendiente» en la carrera del hombre que más juegos ha salvado en la centenaria historia del béisbol.

Sus números fueron fabulosos: en 19 temporadas salvó 652 partidos, ponchó a 1173 bateadores, concedió apenas 286 bases por bolas y tuvo un promedio de carreras limpias (PCL) de 2,21. En playoff fue todavía más dominante: ganó 8 y perdió 1, salvó 42 desafíos y su PCL fue de ¡0.70!

Rivera, a diferencia de otros jugadores de su generación, se retira reverenciado por todos, ajeno a los escándalos de dopaje que tanto han golpeado la credibilidad de la pelota. El número 42 nunca más volverá a utilizarse en las Grandes Ligas.

En la despedida, ante un Yankee Stadium repleto, Metallica interpretó el Enter Sandman. Si reescribiéramos una parte del tantas veces tarareado estribillo, podríamos decir, entonces, «Exit Mariano Rivera, Enter Cooperstown». Exactamente en cinco años nadie osará a negar la entrada al Salón de la Fama, ubicado en Cooperstown, a un hombre que durante 19 años convirtió, como pocos en la historia, al relevo en un arte.

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