Sin contar los niños de la basura

Sin contar los niños de la basura
Fecha de publicación: 
22 Julio 2013
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La pobreza y la desigualdad siguen aumentando en todo el mundo, incidiendo sobre su principal secuela, el trabajo infantil, en el que cerca de 16 millones de niños laboran a veces en forma «legal», debido a que, aunque parezca inverosímil, se convierten en el principal sustento de la familia.
                                                         

                    
Esto no solo habla de la gravedad del trabajo infantil, sino también en cuanto al informal y precario en diversas regiones del mundo. Así, podemos citar grandes ejemplos —malos, por supuesto— desde la India hasta Perú, pasando por Guatemala, México, Filipinas, Madagascar, Bangladesh y Papua-Nueva Guinea.
                                                  

    
Pero en todo este andamiaje infrahumano en que están envueltos los seres más pequeños y vulnerables, descuellan los basureros, que no están incluidos en la estadística antes expuesta, y de los que traemos elocuentes ejemplos, de larga data, debido a la desatención oficial.
                                                                                  

           
Cuenta el diario mexicano El Universal que más de 25 000 personas que se dedican a recolectar basura en el Distrito Federal forman parte de una industria en donde prevalecen la explotación y los negocios poco transparentes, e indica que muchos niños son arrastrados a ello por sus familiares, sin que exista una cifra al efecto.
                           

                     
Algunos sociólogos afirman que esta lógica que rige el servicio de limpieza capitalino ha hecho que las distintas plazas laborales se conviertan en «pequeños feudos», por lo que algunos adultos y sus hijos sobreviven con las propinas que reciben.
                                                                                                             

                
Recuerdo que en Argentina estos trabajadores están sindicalizados, tienen que ser revisados médicamente cada cierto tiempo y se les obliga a trabajar con guantes y tapabocas. En Bulgaria, los vi vestidos con trajes y guantes tales que parecían diplomáticos en funciones, y solo una gorra los diferenciaba. Ningún niño estaba implicado en esa labor en los dos países, pero son ejemplos que no se repiten mucho.

                                                                                                                   

Y es porque vivimos en un mundo donde domina primordialmente el neoliberalismo, con fusiones bancarias que dejan sin trabajo a miles de hombres y mujeres, con problemas aún para cubrir sus necesidades básicas. Muchos de ellos terminan viviendo en basureros, con sus pequeños a cuesta o trabajando junto a ellos, sin que nadie los vea o los quiera ver.
    

                                                             
Hoy en Perú unas 35 000 familias en situación de pobreza y extrema pobreza, sin servicios de agua y desagüe, tienen como su principal fuente de ingresos el reciclaje de basura en el distrito limeño de Carbayllo, donde sobresale el paupérrimo barrio marginal de Valle Sagrado. Allí las familias trabajan en las partes traseras de sus viviendas, lejos de las miradas de los curiosos y para evitar problemas con las autoridades, ya que el trabajo de menores de 14 años está prohibido.
                                                  

                                                                                      
En las Lomas de Carbayllo, que es su nombre oficial, la edad promedio de inicio laboral de la mayoría de los niños oscila entre los siete y diez años, pero existe la tendencia creciente de menores que se incorporan al trabajo a una edad aún más temprana, incluso desde los cuatro a seis, señaló un informe de la organización no gubernamental Centro de Estudios Sociales y Publicaciones.
                                                                                

Expuestos al humo, además de la contaminación ambiental por la explotación de canteras mineras y fundiciones de plomo cercanas, las principales enfermedades reportadas por estos niños son las infecciones respiratorias. También padecen mareos y dolores de cabeza, males diarreicos, dolores en el cuerpo, columna y piernas, así como afecciones a la piel y parasitosis intestinal. Además, existe el riesgo de pincharse con agujas hipodérmicas de los desechos de hospitales, cortarse con vidrios o quemarse.
                             

                                 
El ausentismo o el bajo rendimiento escolar es una realidad común para los niños recicladores de basura; se perpetúa así el círculo vicioso de la pobreza.
                    

                                                               
Un colega de El Comercio, un diario conservador peruano, comentó que trabajadores de la salud llegaron en marzo último al lugar, acompañados de una lugareña que les servía de guía, y empezaron a tomar fotos. Los pobladores se dieron cuenta y no les gustó eso. Cuando regresaron, pusieron botellas rotas en la pista para que no pasara el vehículo que los transportaba.
                                                                               

El motivo del recelo ante los extraños se remonta a hace años, cuando se realizó un reportaje sobre los niños trabajadores de los basurales de Perú. A partir de entonces, las autoridades prohibieron el ingreso de recicladores, y menos de niños, al basurero municipal El Zapallal, malográndoles el negocio. Se pasó trabajo para convencer a los agresivos moradores a que retiraran el bloqueo.
                                                           

Pero de todos los basureros más famosos, el de Payatas, en Filipinas, rompe todos los parámetros. Un deslizamiento causó hace 13 años la muerte a centenares de pobladores, principalmente niños, que, por su pequeño tamaño, son los preferidos para enviarlos a hurgar en los peligrosos agujeros.
                                                           

                                                                           
El hecho concitó la atención oficial, insuficiente, como demostraron percances posteriores y la muerte hace poco de dos infantes a causa de diarreas. Todo para ocultar lo que aún sucede y puede suceder otra vez en Payatas.
                                                                                                               

En julio del 2000, la lluvia torrencial derrumbó una de las dos montañas de basura, en un alud que dejó cientos de víctimas. Hoy esa montaña permanece cerrada y se han creado zonas de seguridad, que los militares que controlan la zona es lo único que muestran a las contadas visitas. Conseguir un permiso para entrar en Payatas supone una interminable sucesión de reuniones con autoridades que permiten realizar un extraño reportaje sobre el reciclaje, «en el que no se vea la basura».
                                             

                                                                        
El actor norteamericano Martin Sheen donó allí una guardería, mientras realizaba el largometraje de Apocalypse now, y se afirma que dejó de beber y drogarse, cuando se sensibilizó con la dura realidad filipina.
                                                                                                         

Lamentablemente, habrá que volver a escribir sobre cómo trabajan y mueren seres humanos, muchos de ellos en sus primeros años de vida, sin que cuenten para las estadísticas oficiales.
                                                                   

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