El triple salto de Pérez Dueñas

El triple salto de Pérez Dueñas
Fecha de publicación: 
11 Octubre 2012
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El primer recordista mundial de Cuba y de los Juegos Panamericanos no ha perdido la sencillez y la costumbre de hablar solo lo preciso. Pedro Pérez Dueñas entró a la historia con un triple salto histórico, pero muchos hoy no lo recuerdan, ni siquiera aquel 5 de agosto de 1971.

El hombre más seguido de los VI Juegos Panamericanos de Cali, Colombia, con sus 17,40 metros, nueva marca universal absoluta, inédito hasta ese momento en lides continentales, es hoy médico de la selección nacional de atletismo y tiene mucho que contar.

¿Había antecedentes en su familia de deportistas?

Sí, tenía un hermano que era maratonista, Leoncio Cuní, y otro que jugó baloncesto y llegó hasta los Escolares, Felipe Pérez. Algo de ellos se me pegó porque en la casa había un ambiente deportivo.

Sin embargo, sus primeros pasos fueron en baloncesto. ¿Cómo cambió el rumbo hacia el atletismo?

Empiezo a practicar baloncesto en los eventos inter-escuelas. Era un deporte muy popular, al igual que béisbol. Jugaba en las "guerrillas", tres para tres. Estuve en los IV Juegos Escolares (1966) en baloncesto, pero competí también en atletismo y gané oro en salto alto y 60 con vallas, con récord. Fui seleccionado el mejor del atletismo y entre los diez más destacados de Cuba.

Pero tengo entendido que al triple salto llegó por casualidad.

Estaba jugando un torneo de baloncesto, segunda categoría, en Camagüey y cuando regreso todas mis amistades se habían ido para los Juegos Escolares (1967). Fui con toda la documentación y como era un poco conocido me aceptaron. Había tres plazas vacantes, la de salto alto, los 60 con vallas y triple salto. Por no haber entrenado en las vallas no quise correrla y decidí por el salto alto y el triple salto.

¿Lo había hecho antes?

No, primera vez. Si ves la foto te caes para atrás, porque la técnica era pésima, con el pie recto. Lo que me ayudó fue el baloncesto.  Terminé segundo, pero rompí el récord de la categoría cinco veces. Cada vez que saltaba era una nueva marca. Finalmente me superó Juan Velázquez, quien luego se hizo periodista.

¿Por qué decide luego permanecer en esa prueba?

A partir de esa competencia ingresé en la ESPA Nacional. Por decisión propia y en contra del criterio de varios entrenadores que pensaban daría más en salto alto, me quedé en triple salto. Razoné que no iba a crecer mucho más y por tanto estaría limitado para ese evento. En esos momentos, mi físico era más parecido al de los saltadores de triple.

¿Alguna anécdota con su entrenador Leonid Shcherbakov?

Hay que decir que los entrenadores del campo socialista fueron la base del desarrollo del atletismo en Cuba. Los soviéticos, polacos, checos y alemanes nos aportaron muchos conocimientos.

En el caso mío estuve entrenando con Leonid Shcherbakov, recordista mundial y plata olímpica en Helsinki 1952. Nos llevábamos muy bien, de padre a hijo. No solo yo, sino todo el grupo de la preselección. Él era muy psicólogo en sus funciones. Antes de empezar a entrenar preguntaba: ¿cómo te sientes hoy? Si le decías: más o menos, te mandaba a jugar otro deporte. Como sabía que me gustaba el baloncesto ahí calentaba. Cuando entraba al entrenamiento venía ya activado.  Siempre discutía contigo lo que tocaba hacer ese día. Eso era una enseñanza para todos.

¿Pensaba ganar el oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Panamá 1970?

Había saltado en enero de ese año 16,38 y en el área no había nadie con esa marca. Hice 16,33 y gané el oro en Panamá. Ese resultado trazó una pauta a seguir, pues con 18 años todo indicaba que podía seguir mejorando. Era muy rápido, fuerte, aunque poco resistente. Eso sí, muy técnico.

A Víktor Saneyev (tricampeón olímpico y recordista mundial) le preguntaron un día por el hombre ideal para el triple salto y dijo: la fuerza de él, la velocidad de Butts y la técnica de Pérez Dueñas.

¿A qué le atribuye esa depurada técnica?

Al trabajo con los técnicos soviéticos y a la preparación multifacética en gimnástica, voleibol, baloncesto, vallas y salto alto que tuve no solo en la EIDE, sino desde la base.

Y llegó el 5 de agosto de 1971. Primer salto de 16,92 y dicen que resbaló.

Es cierto. Cuando halé para virarme en el salto caí sentado. Ese día sabía que podía dar un buen salto y salí a buscarlo desde el principio. Al ver ese resultado pensé que podía lograr más si giraba bien en la caída. Así lo hice en el segundo salto y salió el récord mundial de 17,40, un centímetro más que el impuesto por Saneyev.

Después de los récord del orbe juvenil, 16,38; 16,86; y 16,92, ¿qué pasó por la mente con una plusmarca absoluta?

Nada. Me quedé en blanco. Supe lo que hice después que salí del cajón y me senté. Había mirado la medición, luego la pancarta, sonreí y dije: ¡coooño!  Estaba el relevo cubano calentado dentro de la pista y fueron a saludarme. Fíjate si no pensé que en el tercer intento solo hice 14 metros, porque estaba desconcentrado. Después me recuperé con 17,12; 17,15 y 17,25, señal de que estaba en tremenda forma.

Shchervakov le había dicho a los dirigentes del INDER el día anterior: si mañana quieren ver un buen salto, vayan al estadio de atletismo. Eran unos 11 competidores, entre ellos el brasileño Nelson Prudencio, subcampeón olímpico en México.

¿Cómo fue el recibimiento en Cuba y el encuentro con Fidel?

Increíble. Salí directo del aeropuerto para la inauguración de los Juegos Escolares en el estadio Juan Abrantes, donde encendí la antorcha. Estaban mis padres y mis hermanos, que vinieron de Pinar del Río. Fidel me recibió y preguntó por la altura que tenía Cali. Firmó la medalla y conversamos mucho. Es lo más grande que me sucedió como deportista.

Las lesiones impidieron más de una medalla olímpica. ¿Por qué se lastimaba tanto?

Reitero, era fuerte, pero no resistente. Cuando el entrenador se equivocaba en la carga de entrenamiento o en alguna planificación me lastimaba enseguida. Todo parecía indicar que podía ser medallista en los Juegos Olímpicos de Munich 1972 y el 15 de junio me lesioné en Polonia. Tengo tres operaciones hechas, en los dos tendones rotuleanos y en el Tendón de Aquiles.

Sin embargo, en Montreal 1976 estuvo cerca del bronce.

Siempre pensé en el desquite después del lugar 24 en Munich, pero ese ciclo 1972-1976 fue muy anormal, porque Shcherbakov se fue y tuve que adaptarme a otro entrenador ruso. Había empezado a estudiar medicina (1971-1972) y tenía algunas preocupaciones.

No obstante, llegué a Montreal y arranqué en la punta con 16,81. Solo en el último salto, el brasileño Joao Carlos Olivera (16,90)  me quitó el bronce. La mayor aspiración de un atleta es una medalla olímpica y no poderla conseguir me decepcionó un poco. En 1978 fui operado para ver si podía llegar a Moscú, pero no tenía ya motivación y decidí retirarme con 27 años.

¿Médico por ese sufrimiento con las lesiones?

No. La inspiración para estudiar medicina llegó por un checo que estuvo en Cuba. Él era médico y entrenador de fondo y mediofondo y atendía a sus propios atletas. En ese tiempo solo había cursos de seis meses en Cultura Física, no licenciaturas. Quizás no hubiera sido médico y fuera hoy entrenador, pero escogí medicina por esa inspiración. Me gradué en 1980 y debo siempre agradecerles a los doctores Mayra Pupo, Juan Ortega y Nicolás Cruz.

¿Por qué podemos decir: escuela cubana en  triple salto?

Tenemos casi 20 saltadores desde mi época hasta la actualidad que han sobrepasado los 17 metros. Y siempre han existido de tres a cinco con calidad mundial. Eso se debe a la correcta búsqueda del talento y al sistema de entrenamiento.

Seguimos gozando de buena salud en este evento, a pesar de no haber obtenido medallas en las competencias fundamentales. Eso es coyuntural. Existe un relevo muy bueno técnicamente y fuerte.

Algunos dicen que usted siempre les da consejos.

Es cierto, pero siempre con mucho respeto y ética a sus entrenadores. Siempre les consulto a ellos.

¿Cuáles son las condiciones que debe tener un saltador de triple?

Ser rápido, técnico, fuerte y explosivo. Sobre todo muy técnico, porque una mala técnica desajusta todo lo demás y cometes errores que pueden lesionarte

¿Qué triplistas le impresionaron más?

De mi tiempo, Viktor Saneyev y Joao Carlos Oliveira. De los que vinieron después, Yoelbis Quesada, que en mi opinión es el mejor de Cuba en toda la historia, y el inglés Jonathan Edwards.

En la década del 80 fue médico del béisbol.

Hice la especialidad de medicina deportiva a La Habana, pero regreso a Pinar del Río para atender el atletismo y el béisbol. Estuve trabajando un tiempo con Vegueros y Pinar el Río en Series Nacionales, con Jorge Fuentes como manager. Ese trabajo me gustaba, pero mi anhelo era trabajar con el atletismo.

En 1986-1987 me mandaron a buscar para el área de velocidad y allì estuve hasta el 2004. Por mi pasaron Ana Fidelia, Roberto Hernández, Norberto Tellez, Anier García, Erick Batle y muchos más.

¿Qué es lo más difícil para un médico en el atletismo?

El especialista en medicina deportiva, además de tener conocimientos importantes de traumatología, debe llevar un buen control biomédico del entrenamiento. Hacía mucho hincapié en eso y conversaba con los entrenadores sobre lo qué faltaba y debía hacerse.

¿Cómo recibió su exclusión entre los cien mejores deportistas cubanos del siglo XX?

Me hizo sentir mal, pero al parecer los que decidieron esa selección entendieron que mis resultados no eran suficientes para estar ahí. No fue el pueblo, porque mucha gente se me acercó. Es una espina que se ha ido curando poco a poco.

¿Qué pensó cuando el 5 de agosto de 2011 nadie recordó los 40 años del récord mundial de Pérez Dueñas?

Muchos niños, jóvenes y hasta atletas del mismo evento vienen al estadio y no me conocen. Pero lo importante no soy yo ni la fama que pude haber tenido —salió el mejor deportista de Cuba y Latinoamérica ese 1971—, sino nunca renunciar a su origen. Mis amigos son los mismos de la infancia en Pinar del Río, aunque tengo muchos aquí en La Habana. Jamás olvido que soy hijo de campesinos.

Al fanático de la orquesta Los Van Van; al baloncestista que no pudo ser por medir menos de 1,85; al padre de Dainerkis y Daynellis, sirvan estas líneas como una reivindicación y homenaje a un pedazo de historia imborrable.

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