Parejas en Cuba: más allá de los papeles (I)
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Un claxon incesante, ensordecedor, rompe la quietud del atardecer. Las cabezas de muchos vecinos se asoman a ventanas y puertas preguntándose si se trata de un incendio, de una ambulancia o si es un patrullero pidiendo vía. Felizmente, el sobresalto se les vuelve sonrisa al divisar, avenida abajo, el flotante velo de la novia sobre el carro descapotable.
Esta escena, bastante común en los 70 y aún en los 80, cada vez resulta menos frecuente en las calles de la Isla, y no porque a los cubanos les interese poco vivir en pareja. El último Censo de Población y Vivienda, del año 2002, reportó que casi el 64 por ciento de la población adulta vivía en pareja –casada o unida-, pero ello no es sinónimo de que prevalezcan las uniones formales, con velo flotante incluido en ocasiones.
Maritza Rendón, licenciada en Economía, es una de las que integran esos 6,4 puntos porcentuales en que se han incrementado las uniones consensuales entre el año 1953 y el 2002. Sus 27 años comentan con tono desenfadado que "Firmar unos papeles no nos hace mejores ni peores, esa es solo una formalidad".
La joven no declara abiertamente otros motivos, pero en la seguridad de su decir parece quedar implícito que no necesita de documentos legales para conferirle una supuesta solidez a un vínculo sustentado en sentimientos, y que para nada lleva la intención de garantizarle una solvencia económica que su calificación y empleo le propician.
Diversos especialistas apuntan las razones arriba descritas entre los motivos que sustentan el incremento de uniones informales en la Isla. A la mayor independencia económica conquistada por la mujer, se agregan las dificultades con la vivienda, así como la intención de evadir compromisos y responsabilidades, la cual parece estar marcando con énfasis especial a los más jóvenes.
No obstante, recientes indagaciones de corte sociológico o periodístico confirman que continúa ubicándose entre las principales aspiraciones del cubano el deseo de formar familia, y consideran que esta "sigue siendo el nivel de integración social primario y el sistema protector esencial para niños, jóvenes y adultos, en nuestra sociedad", al decir del proyecto de investigación "Familia y cambios socioeconómicos a las puertas del nuevo milenio" a cargo de un equipo de especialistas encabezado por la master en psicología social Mareelén Díaz Tenorio.
Pero como lo cortés no quita lo valiente, el citado texto también refiere que "las condiciones actuales van exigiendo una reconceptualización de la familia que destierre el ideal de un tipo único y rígido de unidad familiar". Probablemente estas uniones libres o de hecho, como igual se les llama, sean una de las bases para estos nuevos tipos de familias, no exentas de la impronta que marca la realidad económica interna y los pulsos del planeta.
En tales parejas, parecen ser poco ambiciosas las expectativas de ambos integrantes en cuanto al futuro de su vínculo, y como tendencia, prevalece la intención de un ensayo de convivencia que permita "ajustar sintonías" previo al paso ante el notario.
Maritza, la joven economista que accedió a ofrecer su testimonio para este texto, comentó en otro momento del diálogo que "un matrimonio de papeles puede ser un amarre si quieres seguir superándote, y yo tengo entre mis planes inmediatos pasar una maestría."
La necesidad de realización profesional y de superación, condicionada por un clima laboral que en algunas esferas es cada vez más competitivo, también se anota entre las razones que andan condicionando uniones consensuales más que las formales, en tanto estas últimas, son asociadas sobre todo por una parte de las mujeres con el asumir una carga doméstica nada liviana.
Como las formas de estructurar la pareja y su convivencia está signada por diversas amenazas, la doctora Patricia Arés Muzio, de la Universidad de La Habana, asegura que "al mismo tiempo que aumentó el riesgo de la inestabilidad y la ruptura, creció también la necesidad de fundamentar la familia en relaciones auténticamente personalizadas."
A pesar del voto a la individualidad, continúan aquellos que siguen decantándose por la tradicional ceremonia de firma y anillos. Justamente entre los incentivos para oficializar la unión se incluye ese gusto por el propio ritual de la boda, con sus fotos, trajes, flores y un amplio etcétera. Todo el andamiaje que en el presente va coloreando bodas cubanas, pudiera ser tema de otro análisis, porque también ese acontecimiento, en no pocos casos parece estar exudando ansias de evidenciar status más que amor.
Bien valdrían de fondo los acordes de la marcha nupcial de Mendelssohn -la misma que a tantos millones de parejas en el mundo les ha servido al ambientar su ceremonia-, para adentrarse en los datos que aporta la Oficina Nacional de Estadísticas en cuanto a la nupcialidad en Cuba.
Apenas con el vibrar de las primeras notas, ya salta a la vista que entre 1955 y 2008, 1970 fue el año de más alta tasa de nupcialidad; evidentemente una década prodigiosa, no solo para los Beatles, los Fórmula V y las tantas agrupaciones que hicieron bailar a jóvenes con melena y pantalón campana; y a los de más añitos, estrenar orondos sus safaris y pitusas Jiquí.
El Anuario Demógráfico reporta que el año pasado se realizaron en Cuba un total de 58 mil 490 matrimonios, para una tasa de nupcialidad de 5,2 por cada mil habitantes; no es mucho, aunque nada alarmante si se compara con estadísticas de otras latitudes. Los que más se casaron fueron los habaneros, con una tasa de ocho por cada mil, y los que menos, los granmenses, con 2,6 por cada millar, según la provincia de residencia de la mujer.
Diciembre es el mes en que más se casan los cubanos, y enero el que menos escogen, contradiciendo al viejo refrán de "Año nuevo, vida nueva". Es entre 25 y 29 años cuando más contraen nupcias, seguidos del grupo comprendido entre los 35 y 39 años.
De los más de 58 mil matrimonios que se efectuaron el pasado año, cerca del 65 por ciento fue para ambos contrayentes la primera vez, pero más de la cuarta parte de los novios y novias fueron ante el notario por segunda vuelta; lo cual quiere decir que luego de un primer fracaso, seguían apostando por el casamiento con todas las de la ley. Y a estos optimistas, les ganaron las cerca de cuatro mil parejas en que para alguno de sus integrantes era el tercer round, rebasando en unos dos puntos porcentuales los hombres a las mujeres "reincidentes". Es decir, Ellos más que Ellas, van a terceras nupcias o más.
Sin embargo, lo que bien comienza no siempre bien termina; y estas historias iniciadas a golpe de claxon, velos, flores y luna de miel -mucha miel y sonrisas-; a menudo concluyen con un final infeliz porque desde hace mucho, en Cuba los matrimonios dejaron de ser "hasta que la muerte nos separe". No abundan ya las llamadas Bodas de Oro o de Plata, y sí los divorcios, tema del próximo comentario.
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Amelia González
@lkaline
paquitoeldecuba
Camilo Garcia
enrique
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