DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Thorpe, el extraordinario campeón destrozado por el racismo

DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Thorpe, el extraordinario campeón destrozado por el racismo
Fecha de publicación: 
3 Enero 2020
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Un estadounidense de origen indígena, Lewis Tewanina, estudiante del llamado colegio indio de Carlisle, en Pensilvania, es el subcampeón de los 10 000 en Estocolmo 1912, por debajo únicamente del fenomenal finés Hannes Kolehmainen: 31: 20.8 por 32:06.6. Su labor molesta a varios entrenadores y funcionarios, de su propia delegación incluso. El racismo y otras discriminaciones laceran el olimpismo. Quisieran hacer algo en contra del medallista mas resulta ileso: en la mirilla sitúan con precisión mayor a otro contendiente de semejante origen y condiscípulo suyo.

No escapa del racismo Jim Thorpe, el más refulgente participante de los V Juegos Olímpicos y de todos los certámenes de esta clase celebrados hasta esa fecha y aun mucho más adelante: conquistador del pentatlón y el decatlón debutantes con resultados asombrosos para la época, tuvo fuerzas todavía para ocupar el cuarto puesto en salto alto: 1.88 metros.

Estos son sus marcas en las multifacéticas pruebas. Pentatlón: 22.9 en 200 metros llanos; 4:44.8 en 1 500; 7.07 en salto largo; 12.89 en lanzamiento de la bala y 11.2 en los 100 planos. Decatlón: 11.2 en los 100; 6.79 en salto largo; 12.89 en el lanzamiento del peso; 1.87 en salto alto; 52.2 en 400; 15.6 en 100 con vallas; 3.25 en salto con garrocha; 45.70 en jabalina; 4:40.1 en 1 500 y 36.38 en disco. El pentatlón solo se mantuvo en el programa hasta París 1924.

“Que un mortal haga tantas pruebas y tan bien es increíble. Ha dejado a los expertos con la boca abierta. Jim Thorpe es el más destacado de los Juegos. Alcanzó par de preseas doradas y en qué especialidades: ¡pentatlón y decatlón…! Y los resultados son tremendos. Es maravilloso este atleta del colegio indio de Carlisle, No ha tenido a contarios a su altura y en mucho tiempo no los tendrá porque es un deportista que por su calidad se ha adelantado al momento que le ha tocado vivir...”, escribe un comentarista.

El rey Gustavo de Suecia se le acerca y le expresa: "Jim Thorpe, usted es el más maravilloso atleta que han visto los siglos". El as no lo olvida. En 1953 sobre su lecho de enfermo.. El cáncer. La muerte. Balbucea: "Devuélvanme las medallas, mis medallas…" Le duelen otros recuerdos.

Tenía varios pecados imperdonables para los reaccionarios de dentro y fuera de su país. Un norteamericano descendiente de aborígenes vencedor de blancos de buenas cunas; de contra, se atrevió a casarse con una mujer blanca. La Amateur Unión Athletic nunca estuvo contenta con aquella victoria. Buscó y buscó; y se coló por un resquicio. Enseguida informó al Comité Olímpico Internacional que el as había jugado béisbol entre 1909 y 1910 con un equipo de Carolina del Norte y había recibido por ello, ¡70 dólares! Por aquel insignificante viático, le arrancaron sus galardones: ¡descalificado!

La prensa grita: “Thorpe no es aficionado: tiene que devolver las medallas”. Sus más potentes contrarios demostraron gran ética. El noruego Ferdinand Bie y el sueco Wielander, subtitulares de las de las cinco y las diez especialidades respectivamente, no aceptaron los cetros. El primero opina: “Son de Jim, él es el mejor”El restante señaló: “Esto es un crimen”.

Castigaba al magnífico atleta un olimpismo subdesarrollado, balbuceante, que había permitido premios en dinero y objetos en lugar de medallas, contiendas entre quienes cobran y amateurs, actuación de esgrimistas profesionales, gran parcialidad de los jueces sobre todo en Londres 1908, chantaje económico y político para obtener la sede, pruebas no oficiales como show y para aumentar las ganancias.

Retorno a la víctima. “Pero si yo no sabía; por setenta pesos me han arruinado la vida”. Rogó, exigió, peleó por sus preseas. Lo peor del olimpismo y de los funcionarios de EE.UU. jamás le hicieron caso. Entonces, profesional pleno: muy destacado en el fútbol tipo norteamericano; también jugará en las Grandes Ligas. A su fallecimiento en 1953, los Pieles Rojas le levantan un monumento. En la base se lee: A James Thorpe, el más extraordinario atleta del mundo y al que más injustamente se le negó las glorias de su triunfo.

Una encuesta, además, lo reconoció como el más brillante deportista de los primeros cincuenta años del siglo XX.

En un acto efectuado en 1984, dirigentes del COI lo rehabilitan, devuelven las dos medallas de oro a los familiares de Thorpe, y reconocen que se había cometido un gran error con Brigth Path (Senda Ancha) como le nombraban su gente de la tribu Sac y Fox.

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