Y ella no quería dejar de bailar

Y ella no quería dejar de bailar
Fecha de publicación: 
20 Diciembre 2019
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Ella, después de muchos años, todavía soñaba que bailaba. La danza no era para ella pasatiempo, era su vida, la columna vertebral de su existencia. Se lo dijo así a este cronista, unos días antes de cumplir 90 años, en una entrevista distendida en la sala de su casa en la que habló de lo que sabía y amaba: el ballet.

Allí bromeó como tantas veces, repitiendo que iba a vivir 200 años, ni uno más ni uno menos, porque vivir era una fiesta y quien quiere dejar una fiesta si se estaba divirtiendo.

Casi llegó a los cien. Hoy cumpliría 99. Y su mejor regalo, aseguraba, era que se siguiera bailando toda la vida, porque la danza era la belleza hecha movimiento y todo el mundo quiere vivir rodeado de belleza.

Su compañía la recuerda este sábado interpretando uno de los ballets que legó: Cascanueces. A principios de la década de los ochenta del pasado siglo, cuando el Ballet Nacional de Cuba todavía no contaba con una versión del clásico, ella escogió el más célebre pas de deux de esa obra, el del Hada Garapiñada y su caballero, para ofrecer una clase de estilo junto al primer bailarín Jorge Esquivel en una función de gala.

Esa noche se prodigó en el adagio. Bailaba con una fluidez ejemplar, con pleno dominio de la técnica y la expresión: como si bailar fuera su naturaleza primera. La ovación duró minutos, como casi siempre.

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En el escenario donde ahora danzan jovencísimos bailarines (el fruto de su “milagro”), ella consolidó su leyenda. Allí recibió emocionada el homenaje de su público. Allí dio vida a los grandes personajes del gran repertorio universal y a otros que nacieron para ella, por ella.

Allí, muchas veces, bailó adolorida. Y el público jamás lo supo. Más de una vez —contaba— debió sonreír cuando tenía deseos de llorar. Pero el impulso de la danza la sanaba. Llegaba el momento —momento de iluminación— en que lo demás dejaba de tener sentido.

A ella le encantaban los aplausos. Y nadie ha sido más aplaudida que ella en este coliseo que ahora lleva su nombre. El aplauso es el saludo del público, su manera de decir gracias.

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Desde el palco principal acompañó a su compañía por décadas, siguiendo el compás con las manos y los pies, danzando en su imaginación.

Ella hubiera querido bailar siempre, porque bailar era su plenitud. Hay cosas que solo se pueden decir con la danza. “¿Sabe usted cuántas cosas bellas yo he dicho sin abrir la boca? El buen ballet es como la poesía, que le habla directo al corazón”.

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El Ballet Nacional de Cuba cierra el 2019 y recibe el 2020 con una larga temporada de Cascanueces, en versión de Alicia Alonso. El ballet más representado universalmente por estos días será protagonizado por las primeras figuras de la compañía junto a jóvenes bailarines debutantes. La función de este sábado está dedicada a la prima ballerina cubana, en ocasión del aniversario 99 de su nacimiento. Las presentaciones tienen como escenario la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Las entradas se venden en las taquillas del teatro.

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