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Los medios norteamericanos y otros que han abordado el caso apenas pálidamente reflejan la extrema peligrosidad del acto, como lo hizo nuestro embajador. Para minimizarlo, hacen hincapié en el estado mental del acusado. No será raro que, al final, le den una "reclusión" en algún centro mental. Los representantes del Estado (Fiscalía) solo evalúan al perpetrador como un peligro para otra persona y la comunidad y solicitan una prisión preventiva. Nadie de ese gobierno, oficialmente, que sepa, ha evaluado la real peligrosidad del hecho, ni lo ha condenado con fuerza. Como manifesté en un comentario anterior sobre el tema: Ese ni estaba loco, ni desquiciado. A otro con ese cuento. Si acaso, tomo un poco de cloro, lavaplatos o se insoló con rayos ultravioletas, siguiendo las ideas de su presidente. En serio, es una más de las múltiples agresiones que hemos tenido que enfrentar de parte de esa recua de apátridas en estos 62 años. Me sumo a la idea de proponer que no se reparen las huellas de los proyectiles ni en las columnas, ni en el asta de nuestra Bandera, ni en la estatua de nuestro Apóstol. No son destrozos, son huellas que evidencian la impotencia de nuestros enemigos, testigos de la guerra que se nos hace, monumentos a nuestra resistencia. Coincidentemente, este cobarde acto se produce a la par de la mayor virulencia de la administración Trump hacia Cuba. Ni lo van a reconocer, ni mucho menos a condenar. Siguen sin aprender que aquí no se rinde nadie. !Viva Cuba Libre. !Patria o Muerte! !Venceremos!
energetico@blauvaradero.tur.cu
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