Ticos, otra vez: Promesas ¿como las avellanas?, ¿vanas?

Ticos, otra vez: Promesas ¿como las avellanas?, ¿vanas?
Fecha de publicación: 
12 Febrero 2022
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Los candidatos a la presidencia de Costa Rica: José María Figueres (izquierda) y Rodrigo Chaves celebran su paso a la segunda vuelta electoral. Foto: AFP / EFE / Video: Reuters

Aunque no somos partidarios de recurrir constantemente a un mismo tema que quizás no avale tanta atención como otros, los resultados fragmentados de la primera vuelta electoral presidencial costarricense arrojaron el esperado primer lugar del expresidente José María Figueres (1994-1998), calificado erróneamente como un centroizquierdista, porque no tiene nada de ello, seguido inesperadamente de quien será su rival en la segunda y última etapa, el economista Rodrigo Chaves, de poca experiencia política y catalogado de conservador.

La primera vuelta marcó la aspirantura récord de 25 y la ausencia de más del 40% del electorado, la más alta en los últimos 60 años.

Figueres, del Partido Liberación Nacional (PLN), quien logró el 27,4%, prometió “rescatar” y “transformar” Costa Rica, frente al 16,7% de Chaves, de centroderecha, del recién creado Progreso Social Democrático (PSD), quien se logró imponer como candidato sorpresa con un discurso de ley y orden por dos puntos de diferencia al tercer contendiente, el predicador evangélico Fabricio Figueredo.

El exmandatario enfrentará a un candidato que dice retar al sistema, renunció a su puesto en el Banco Mundial, luego de ser acusado de acoso sexual, y estuvo cinco meses al frente del Ministerio de Hacienda en el gobierno del presidente saliente, Carlos Alvarado, quien lo cesanteó por haber criticado el manejo oficial de los recursos económicos.

Ya Figueres y Chaves abrieron sus puertas a posibles alianzas con otros grupos políticos para la segunda vuelta, el 3 de abril próximo, en la que también deberán combatir la apatía de la población.

PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS

Se habla del combate a la corrupción, de disminuir los índices de pobreza y desigualdad, de mejorar el nivel de vida del costarricense, además de combatir a la todavía imperante pandemia de la COVID-19, pero ningún candidato menciona la posibilidad de reestatizar las empresas que Carlos Alvarado entregó a manos privadas, en su loco afán de llevar el neoliberalismo hasta sus últimas consecuencias, traicionando sus promesas de campaña.

No hay un discurso convocante y convincente, disruptivo, pero a la vez viable, por lo cual se espera tener más de lo mismo, es decir, más años de no cerrar brechas ni resolver los retos de la pertinencia y la equidad.

En cuanto al perfil de los dos candidatos, José María Figueres se cree heredero de un poder que comenzó con su padre, José Figueres Ferrer, alias Don Pepe, quien lideró la última revolución armada de Costa Rica (1948). Venció, gobernó, abolió el Ejército, ganó dos elecciones y murió en 1990, dejando una de las huellas más hondas sobre el Estado de Costa Rica. Su hijo José María nació en 1954 en ese hogar repleto de poder y pólvora, creció con el peso enorme de su apellido, se graduó en la Academia Militar West Point y gobernó Costa Rica cuatro años después de que murió Don Pepe, como le llama él mismo.

Dejó el poder a los 43 años y antes de los 50, cuando ejercía como director del Foro Económico Mundial en Davos, en el que perdió el cargo, al recibir 900 000 dólares de los 2,7 millones cobrados por su círculo a la telefónica francesa Alcatel por una consultoría que tenía influencia política para ganar contratos con una compañía estatal que había creado su padre medio siglo atrás. Figueres perdió el cargo en Davos.

Mientras en Costa Rica ardían los cuestionamientos contra él y otros expresidentes por casos similares (un punto de quiebre para las dos banderas del bipartidismo), se instaló en España, donde en el 2008 obtuvo la nacionalidad por la herencia catalana de sus abuelos. El caso no llegó a juicio y cuatro años después volvió a Costa Rica para alistar el terreno de una reelección que ahora tiene cerca, aunque tendrá que redoblar esfuerzos para sobreponerse a los cuestionamientos de un sector que ya no confía en él y probablemente no volverá a hacerlo. “Nunca un juez me ha llamado”, ha repetido mil veces en la campaña.

Entre sus votantes ha podido calar su experiencia, la nostalgia figuerista de los mayores y la dispersión de los opositores. También la promesa de no sumarse a los afanes liberales contra el Estado costarricense y algunas posiciones de corte ambientalistas como abolir la exploración y explotación del petróleo y el gas natural en Costa Rica.

El exmandatario fue también señalado en el 2017 de participación indirecta en otro escándalo de corrupción conocido como el "cementazo", consistente en un cuestionado préstamo bancario a una empresa constructora.

Otra polémica que salpicó su gestión fue la del cierre del Banco Anglo, la entidad financiera estatal más antigua del país. Varios casos de corrupción lo llevaron a la quiebra, y a varios de sus miembros, a ser sentenciados a prisión. Como consecuencia, los trabajadores del banco se quedaron sin empleo.

Según Reuters, le podría ayudar su hermana, Christiana (amiga de otro ambientalista famoso, el buen actor Leonardo DiCaprio), gestora del Acuerdo de París contra el cambio climático en el 2015, pero ambos están distanciados por un conflicto de herencias familiares que han llevado a sus redes sociales.

CANDIDATO SORPRESA

“Vamos a una segunda ronda, sí. El partido nuevo, el más joven de esta campaña. Pero vamos a dejar atrás los fuegos, el conflicto, la confrontación estéril”. Así habló el candidato presidencial cuando se supo ganador sorpresivo del segundo lugar de las elecciones costarricenses, Rodrigo Chaves, un desconocido en la política hasta hace dos años, cuando tomó el puesto de ministro de Hacienda con un cartel de doctor en Economía y recién salido de un alto cargo en el Banco Mundial.

Recuerda EFE que la pregunta entonces era por qué el presidente Carlos Alvarado nombraba a un desconocido suyo y de todo el país para que le manejara el ministerio más sensible del gobierno. Solo unos meses después se marchó en medio de conflictos y lanzó una candidatura presidencial de la mano de la periodista Pilar Cisneros, que sí era famosa por su discurso agrio contra la clase política que por años lanzó desde el principal noticiario del país.

Los problemas son básicamente el manejo de la economía en favor “de unos pocos empresarios” y la falta de agallas para depurar las instituciones del Estado, dice, según apunta AFP. Promete que con unos decretos al inicio de su eventual gobierno bajará el costo de la vida, al atacar monopolios de industrias que inciden en el precio de bienes básicos o tarifas de servicios públicos. “Populista”, le endilgan sus críticos, entre otros insultos más fuertes que se le han dedicado al candidato. Cuesta definir su ideología o la de su propuesta, pues él, Pilar Cisneros y la estructura del PSD no se conocían entre ellos hasta hace solamente un año.

“Es un conservador en lo social y liberal en lo económico. Se puede decir que es de derecha, pero con un discurso de mano dura”, dijo el politólogo Rotsay Rosales, investigador de la Universidad de Costa Rica. Un ejemplo es la frase que utiliza para describir el tipo de sanción que pondrá a las empresas que cometan corrupción en contratos con el Estado: “pena de muerte”, dijo en televisión. Cuando le preguntan por su equipo para gobernar, dice que primero voten por él y luego ya verá, que él es doctor en Economía. 

Sus palabras intentan acercarse a las formas de barrio, aunque pagó por su casa casi un millón de dólares, y sus dos candidatos a la vicepresidencia se llaman Stephan Brunner Neibig y Mary Denise Munive Angermuller, en un país donde el apellido más común es Rodríguez, y los nombres, José y María. Esas formas, el impulso de Cisneros y el aparente deseo de la población de apostar por propuestas nuevas, le valieron a Rodrigo Chaves su boleto a segunda ronda con el 16,6% de los votos, pero con solo el 7,4% de los electores inscritos en el padrón.

Tiene aún unas pocas semanas para buscar la manera de responder a los “grupos poderosos”, su frase preferida para justificar los cuestionamientos o para cuestionar a los rivales, aunque su financiamiento de campaña también es objeto de investigación. A su favor se inclina la población frustrada con la política tradicional, la que lo acredita como hombre sabio en asuntos de la economía que agobia a miles de hogares, y la que desea ver en el poder a un hombre de casi un metro y 90 centímetros que no se cansa de prometer “la ley y el orden”.

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