Tambores de la última guerra

En este artículo: 
Tambores de la última guerra
Fecha de publicación: 
11 Febrero 2022
0
Imagen: 

Soldados ucranianos en un puesto de control cerca de la localidad de Debaltseve en la región de la ciudad de Donetsk (este de Ucrania).

Pareciese que la mesa está servida. El complejo militar industrial de los Estados Unidos y las fuerzas políticas más retrógradas de este mundo están empujando el inicio de una nueva guerra. 

El escándalo mediático al estilo de “¡Ahí vienen el lobo!”, desatado hace ya varios meses en torno al conflicto en la frontera ruso-ucraniana, se asemeja a la preparación artillera que precedía a las grandes ofensivas militares de la segunda guerra mundial.

Lanzar como globos al aire insinuaciones, falsedades que incendian las redes y luego se borran a conveniencia, pequeñas mentiras y medias verdades, que nadie de ese lado desmiente o llevan el silencio como cómplice, es un método ya probado por los instigadores “invisibles” de las últimas guerras imperiales, las de ayer, las de esta misma mañana. 

Estados Unidos nunca mueve una ficha si no está seguro, o casi seguro, de que contará con el apoyo mayoritario de la comunidad internacional. Experimentar en busca de las primeras reacciones, para jugar luego a titiritero de los sentimientos de la opinión pública mundial es una fórmula ya probada (a veces muy mal aprobada) por los estrategas del Pentágono y la Casa Blanca. 

La prensa y los medios de comunicación, ya se sabe que asesorados por algunos entusiastas y bien pagados cerebros de Hollywood, tienen en estos casos el don de alinearse a la perfección con los halcones de los cañones, porque ambos andan siempre ávidos de suculentas ganancias. Picos, cámaras y micrófonos se alimentan de la misma carroña, no importa si los dólares o los euros vienen embarrados de sangre. El cadáver de la verdad sirve a todos por igual. 

La vendetta de los magnates europeos en el poder, contra una Rusia devenida nuevamente potencia mundial, cuando la mayoría de ellos y sus antecesores danzaron alegremente y a destiempo sobre las brasas aún calientes de la URSS, solo los califica hoy como inexpertos políticos o tontos continuadores de las doctrinas de la “primera guerra fría”, como si hubiesen creído el cuento de haber vencido en ella. 

Réquiem por Ucrania y por algunos otros desgajados del árbol caído de la Unión Soviética, porque una guerra como la que se anuncia con tambores en la prensa puede incendiar la leña fresca de quienes en el afán por europeizarse vendieron su alma al peor postor. Carne de cañón sería un término demasiado estridente para su destino a la sombra de la sombra. Si acaso carne chamusqueada antes de que arda la primera chispa.

A quienes hoy pretenden que el partido lo disputen otros, en cancha ajena y lejana, poco les importa lanzar los toros al ruedo y sentarse luego ante las pantallas a disfrutar la matanza. Otro error de cálculo en un mundo nuclear interconectado.

Quienes desde Washington piensan en una acción para desgastar a Rusia y a la propia Europa, incluidos sus “aliados” de la OTAN, para salir con los bolsillos llenos, como al término de la segunda guerra mundial, han olvidado aquello de que la cuarta guerra será a palos y piedras, o entre cucarachas y escorpiones radioactivos.

Rusia, y sus dirigentes encabezados por Putin, devenido en el estadista más resuelto y comedido de la actualidad, lo han dejado bien claro: Moscú no necesita para nada, ni ésta, ni ninguna otra guerra, pero no dejará que el peligro de la revancha, o de las viejas aspiraciones geopolíticas por atomizar el gran país euroasiático, siga acercándose a sus fronteras.

Y seguimos paralizados. Como si nos hubiesen idiotizado. 
¡Bienvenida la era de los androides! Me llamo SXR-43126-B y no necesito respirar, existo, pero no pienso.

Los pueblos de Europa Occidental, de Ucrania y los Estados Unidos, del mundo todo, deberían ponerse de acuerdo por una vez única. Y sin ONU ni Vaticano, sin Meca ni Internet, sin templos ni satélites, sin hoz ni martillazos, sin drones ni pirámides. Apagar por unos minutos todos los celulares, los televisores, los aparatos de radios, las imprentas y las computadoras, del mundo interior y exterior. Y salir a las calles, a los campos y a los bosques, a los mares y a los desiertos,  a la taiga, a la pampa y a las playas. Simplemente a mirar el cielo. Todavía, en la inmensa mayoría de este planeta: puede verse el Sol. 
 

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.