Pobres y ricos: Combate desigual

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Pobres y ricos: Combate desigual
Fecha de publicación: 
6 Julio 2020
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Ahora se dice que las sin medidas de Trump frente a la epidemia de la COVID-19 n a matar a diez millones de norteamericanos, quizás más. Pero quienes fallecerán serían principalmente aquellos que menos tienen, sin recursos para pagar más de 30 000 dólares por una posible salvación. Eso sí, los más pobres, algunos de los cuales tienen derecho al voto, que lo esgrimirían contra el malvado Donald, sin contar la posibilidad de que la pandemia obligue a suspender los comicios, lo cual alargaría su tiempo en la presidencia.

Ello revela la desigualdad de una sociedad, y más si viven en la etapa más salvaje hasta ahora conocida del capitalismo, el neoliberalismo, en la que los acomodados son quienes tienen influencia y dinero.
Es un combate desigual: los ricos y los más acomodados tienen influencia y dinero, y votan, pero muchos de los pobres no, lo cual subraya que sólo hay democracia para los más afortunados.

Ambos grupos chocan en un tema central: "Para los pobres el Estado puede ser capital para su bienestar y, para algunos de ellos, incluso para su supervivencia. Para los ricos y acomodados constituye una carga, excepto cuando sirve a sus intereses particulares, como en el caso de los gastos militares, la seguridad social y el rescate de las instituciones financieras en quiebra.

No hay, en contrapartida, ninguna acción concreta que muestre a los ricos genuinamente interesados en paliar –ya no corregir ni mucho menos eliminar– la pobreza. Sus absolutos desintereses revelan desprecio y egoísmo sin parangón por la vida de millones de hombres, mujeres, niños y ancianos que malviven en y por la pobreza.

Los ricos de hoy son materialmente más ricos de lo que jamás fueron antes; en contrapartida, y en relación a los que nada tienen, son más miserables y egoístas que todos sus antecesores. Más aún: el problema se agrava no sólo porque los ricos tienen demasiado dinero, sino que este los aísla de la vida corriente mucho más de lo que solía.

La aparición de los barrios privados es un claro ejemplo que ratifica, en nueva clave, una vieja proposición sociológica –desarrollada en su momento, según la cual las clases sociales tienden a separarse espacialmente. 

En las últimas décadas, los pobres en desigualdad económica y social no han dejado de aumentar en el mundo, incluso, y de modo muy marcado, en países desarrollados como Estados Unidos y Gran Bretaña, donde se ha retrocedido a niveles de los duros años ‘30. 

Sin poseer datos actualizados –que harían más grande la diferencia- en Estados Unidos, el 20% más rico tenía, en1969, ingresos 7,5 veces más altos que el 20% más pobre; en 1994, la diferencia aumentó a 11 veces. 

En Gran Bretaña, a su vez, en 1977, el 20% más rico percibía ingresos cuatro veces superiores a los del 20% más pobre, distancia que en 1994 trepó a siete. En la sociedad británica, entre 1973 y 1991, el 10% más pobre incrementó sus ingresos reales un 10%, mientras el 10% más rico los aumentó un 55%. 

En América Latina, según datos de la CEPAL y el PNUD, los pobres eran, en 1970, el 40% por ciento de sus habitantes, mientras en 1990 ascendían a 46% o, para decirlo, menos elípticamente,196 millones de personas, cifra que en 1996 subió a 210 millones, y extraoficialmente, esta cifra asciende a 250 millones en la actualidad.

Dicho en pocas palabras: en el mundo, hay más pobreza, exclusión y desigualdad que nunca. Es decir: hay más pobres y cada vez son más.

Empero, el mayor número de pobres no es sinónimo de potencial necesariamente disruptivo o, por el contrario, conservador, aun cuando esta segunda posibilidad es generalmente mayor que la primera. El peso cuantitativo de los pobres, que podría ser su fuerza, es su debilidad: la fragmentación, la atomización, la ausencia de acción colectiva o bien reducida, en el mejor de los casos, a las formas elementales de disturbio, agitación o malestar social suelen ser conexas de la pobreza extendida. 

Significativamente, ésta no suele producir ya revoluciones sino siquiera movimientos sociales. Por eso, en cambio, de plantearse formas posibles de acción colectiva, se pondría en jaque a los explotadores de siempre y se avanzaría en la consecución de una sociedad más justa.

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