Pandillerismo en Haití: Alimento a la anarquía y desesperanza

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Pandillerismo en Haití: Alimento a la anarquía y desesperanza
Fecha de publicación: 
14 Junio 2022
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Pandilleros en Haití (AP Foto/Rodrigo Abd)

 

Mientras ya se rumorea -sólo eso- sobre una posible intervención armada de Estados Unidos, aumenta la anarquía en Haití, donde decenas de miles de personas tratan de escapar del hambre y la violencia permanentes, jugándose la vida en pleno mar y hasta en la reja calificada de racista que se levanta en la frontera dominicana para impedirles el paso.

Por doquier una incertidumbre alimentada por el no hacer del gobierno de facto, choques pandilleros no sólo en arrabales, sino también en el centro de la capital, Puerto Príncipe; el secuestro de civiles que se desplazaban en minibuses y los tres asaltos efectuados en mes y medio por bandas de diversas características a la sede del Ministerio de Justicia para saquear todo lo que consideraban valioso, especialmente la investigado acerca del magnicidio del presidente Jovenel Moisé.

En fin, son muchas las cuestiones a dilucidar, y más que apenas se menciona a los mercenarios colombianos que participaron en el asesinato de Moisé.

En el caso del más reciente asalto y control del Ministerio de Justicia, el día 11, el comisario de Gobierno, Jacques Lafontant, reportó que miembros de la pandilla Cinco Segundos, que opera en Village de Dieu, una de las localidades más pobres, se enfrentaron con elementos de la policía que intentaron sin éxito evitar la toma del edificio y, luego de saquear y sustraer documentos se llevaron seis vehículos policiales y otros cuatro conferidos a los magistrados.

Horas antes, esa banda secuestro dos minibuses, donde raptaron a 39 pasajeros a los cuales liberó, quedándose con los vehículos.

Los secuestros se ejecutan en medio de un tenso panorama en el que las autoridades policiales han perdido el control de la ciudad y las bandas armadas perpetran la violencia.

A propósito, la carretera nacional que comunica la capital con el sur del país y que era parte de la ruta de los vehículos raptados, es un pasaje peligroso dominado por pandillas desde el 2021 por donde las fuerzas policiales no pueden transitar.

Los secuestros, sobre todo a ciudadanos extranjeros, se han convertido en operaciones comunes en el país, por lo que autoridades diplomáticas como las de República Dominicana han pedido a sus poblaciones que no viajen al país salvo por necesidades impostergables.

El panorama anárquico no puede ser peor, cuando miles de personas realizaron una movilización antigubernamental, y acogieron a los enmascarados denominados Fantasmas, un grupo disidente de la Policía Nacional de Haití.

Esto deja abierta numerosas interrogantes, algo que ya no es extraño en ese país: ¿Quiénes están detrás de las máscaras? ¿Se trata de sediciosos y terroristas? ¿Cuáles son sus intereses y demandas? ¿Por qué su irrupción en las calles del país contó con el acompañamiento entusiasta de miles de personas? Y, además, ¿por qué fracasan una y otra vez los operativos antipandillas? ¿Qué otros actores armados operan en el país y con qué objetivos?

COERCIÓN

La teoría política clásica menciona al monopolio -legítimo o no- de la coerción como una característica definitoria de los Estados modernos. Sin embargo, estados periféricos que no por eso dejan de ser modernos son caracterizados, sobre todo bajo regímenes neoliberales, por la fragmentación de la coerción y por la dispersión de los actores armados. En Haití, encontramos al menos los siguientes:

-Las Fuerzas Armadas, disueltas por Jean Bertrand Arístides en el año 1996 por su participación institucional durante la dictadura del clan Duvalier, y nominalmente reorganizadas por el gobierno del asesinado Moisé.

-La Policía Nacional, principal actor del país, aunque por lo general mal armada y peor entrenada. Sus escasas capacidades operativas son rebasadas no solo por las bandas criminales, sino también por las pacíficas protestas callejeras antigubernamentales que han llevado a veces a su acuartelamiento.

-Grupos de choque de los latifundistas locales, notablemente en departamentos como el del Norte y el Nordeste del país. Estos participan sobre todo en el desalojo y acaparamiento de tierras de propiedad campesina, en alianza con grupos especiales como la Brigada de Áreas Protegidas, unidad policial dependiente del Ministerio de Medio Ambiente.

-Sectores disidentes de la policía como los Fantasmas, con sus probables ramificaciones extra policiales, los que, evidentemente, actúan completamente al margen del control estatal.

-Fuerzas de ocupación internacional de Naciones Unidas, con sus correspondientes contingentes policiales y militares. Aunque la amenaza de reocupación es como una especie de Espada de Damocles que pende sobre el país, sus últimos remanentes fueron desmovilizados en el 2019, siendo ésta reemplazada por una “civil”, con misiones que tienen sus antecedentes en la represión al movimiento popular.

-El crimen organizado, tanto el “autónomo”, como el que es armado y financiado por el poder político: senadores, ministros, presidentes, etc. Lamentablemente, la delincuencia organizada es en Haití un factor predominantemente político y la “civil” relativamente escasa.

-Aún más difícil de ponderar que todos los actores anteriores, resulta la existencia conocida pero opaca de una infiltración permanente de ex marines y mercenarios norteamericanos. Al menos en dos ocasiones estos sujetos fueron interceptados con armas, municiones y equipos de telecomunicaciones en el Aeropuerto Internacional Toussaint L’Ouverture, para ser rápidamente repatriados a los Estados Unidos con el concurso de su embajada en Haití. Se desconoce el volumen de esta infiltración y sus funciones precisas, pero dado que su arribo al país coincide con los picos de movilización contra un gobierno aliado en la geopolítica del Caribe, estas resultan fáciles de prever.

Por último, pero no menos relevante, fue la creación de una “Agencia Nacional de Inteligencia”, una suerte de policía política, atribuida a Moisé.

De todas maneras, se mantiene sin solución el magnicidio del presidente haitiano, sea o no culpable de hechos que se le imputan, cuestión que tiene sus dudas, cuando todos conocemos de donde procedían los mercenarios que participaron en su muerte y que fueron entrenados, armados y llevados al país por Estados Unidos.

Jovenel no era un ente antioccidental, porque no hubiera durado mucho en el poder -ni hubiera llegado-. Y fuera de sus problemas intestinos, siempre temiendo que le asesinaran, como ocurrió, era un mandatario que le había pedido ayuda a la Organización de Estados Americanos, cuyo presidente, Luis Almagro, había aceptado; y dependiente del Fondo Monetario Internacional y Estados Unidos, lo cual sabemos a donde conduce.

 

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