Mali: Inestabilidad dentro de la inestabilidad

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Mali: Inestabilidad dentro de la inestabilidad
Fecha de publicación: 
31 Mayo 2021
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Desde hace mucho el pueblo maliense no conoce sosiego, conmovido por sucesivos golpes de Estado, una perenne sequía que no deja progresar su principal rubro, el agrícola; y una inestabilidad que impide la explotación de su más conocida riqueza mineral, el oro.

En medio de todo esto, el pasado 25 se produjo el segundo golpe de Estado en ocho meses, en el que la jefatura castrense volvió a asumir el poder inconforme, como en la anterior ocasión, con el gobierno de transición de turno, al que acusaron de inoperancia en el intento de solucionar los problemas que presenta el país, además de dejar fuera a los únicos dos militares incluidos en el gabinete.

Tal como ocurrió en la anterior asonada, el 20 de agosto del 2020, el presidente y vicepresidente fueron arrestados por la fuerza castrense, y confinados a una base militar en el centro de la nación africana, todo lo cual provocó la condena de una parte de la comunidad internacional, encabezada por Naciones Unidas, la Unión Europea y Estados Unidos, con amenazas del presidente Emmanuel Macron de que la ex potencia colonial francesa adoptara severas medidas contra uno de los 25 países más pobres del mundo.

El presidente Bah Ndaw y el primer ministro Moctar Ouane encabezaban el gobierno de transición depuesto, que fue instalado tras el golpe de agosto, para aplacar la amenaza de sanciones internacionales.

Lo cierto es que este golpe de fuerza es otra de las contrariedades que sacude al país africano desde hace años, lo cual lo mantiene en una crisis profunda.

UN CASO CRÏTICO

Mali es un caso crítico de la inestabilidad en el Sahel, que aumenta y se extiende a través de fronteras porosas en esa región africana.

El ataque del 23 de marzo del 2019, el más letal de la región desde el 2013, por un grupo armado de Dozo, que mató al menos a 160 aldeanos de Fulani en el centro de Mali, cerca de la frontera con Burkina Faso, indica un entorno de seguridad cada vez más inestable con agravios intercomunales.

Los grupos de clanes en los países del Sahel de Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger bordean las fronteras, y las históricas rutas comerciales del Sahara y el Sahel y la mayoría de las poblaciones musulmanas conectan aún más a la región. Pero las naciones del Sahel también comparten muchos factores desestabilizadores subyacentes, tanto antes como después de la evolución de la crisis en Mali.

Los países del Sahel enfrentan peligros naturales (por ejemplo, sequías, brotes de langosta del desierto), inseguridad alimentaria, pobreza extrema –un 80%-, la falta de oportunidades educativas (con un 70% de analfabetismo) y un alto nivel de desempleo entre los menores de 25 años, un grupo demográfico que representa el 65% de las poblaciones de estos países.

Estas preocupaciones de desarrollo se suman a la estabilidad ya precaria de la región y, a veces, compiten con las cuestiones económicas y de seguridad a nivel estatal.

Luchando por satisfacer las necesidades básicas de sus poblaciones, los estados del Sahel están más limitados por los intereses divergentes de los diferentes grupos étnicos, las altas tasas de delincuencia transfronteriza y la actividad terrorista, la deuda que alcanza el 77% del Producto Interno Bruto (PIB) y una afluencia de 136 000 refugiados malienses

Los esfuerzos para estabilizar la región a menudo dependen de instituciones estatales débiles y corruptas que incitan a un mercado de actores alternativos que intentan proporcionar los eslabones faltantes para las poblaciones, deslegitimando aún más a los gobiernos centrales.

En este río revuelto pescan el Imperio y las ex potencias coloniales en que Mali representa la inestabilidad dentro de la inestabilidad.,

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