Lula, Presidente Electo de Brasil: Calumnia, oscurantismo y miedo derrotados

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Lula, Presidente Electo de Brasil: Calumnia, oscurantismo y miedo derrotados
Fecha de publicación: 
30 Octubre 2022
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Luiz Inácio Lula da Silva derrotó a Jair Messias Bolsonaro en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales efectuadas este domingo en Brasil, algo que las encuestas vaticinaron siempre, pero sin que el vencedor se durmiera en los laureles, conocedor de la virulenta campaña de odio desatada por el hoy saliente mandatario, quien recurrió desde la agresión individual hasta todo tipo de calumnias y tergiversaciones en los medios, además de emplear cuantiosos recursos para lograr el favor de los fieles pentecostales en su afán de reelegirse, acusándolo de comunista y enemigo de los valores cristianos.

Con el 99,97% del voto escrutado, el Tribunal Superior Electoral informó que Lula obtuvo el 50,9% y Bolsonaro 49,1%, y que la jornada ocurrió sin graves incidentes, aunque pidió explicaciones a la policía por el intento de impedir el recorrido de autobuses de personas que iban a votar en el estado de Minas Gerais, donde se apoya ampliamente al líder del Partido de los Trabajadores.

Lula deberá asumir la presidencia el primero de enero del 2023 hasta el 31 de diciembre del 2027. En el momento de redactar estas líneas, el presidente saliente no ha reconocido su derrota. 

El líder del Partido de los Trabajadores (PT) publicó el viernes una carta en la que se comprometió con los evangélicos a mantener la libertad de culto y religión, a reforzar el papel de la familia y a no interferir políticamente en el uso de la fe.

«Les puedo asegurar, por tanto, que mi Gobierno no adoptará cualquier actitud que hiera la libertad de culto y plegaria o cree obstáculos al libre funcionamiento de los templos», aseguró Lula en la misiva, saliéndole al paso a los bulos difundidos en los últimos meses por el bolsonarismo, los cuales lo acusaban falsamente de su intención de cerrar iglesias en caso de vencer en las elecciones.

Sin citar directamente a Bolsonaro, el antiguo sindicalista denunció «el uso político de la fe» con «fines electorales», y recalcó que su Gobierno «jamás usará símbolos de su fe para fines político-partidarios». «Cuando decidí hacer la carta lo hice por respeto a ustedes. Sé cuánto las personas serias sufren para enfrentar a los mentirosos, tanto en la iglesia evangélica como en la católica», indicó Lula, quien posteriormente planteó que «si el pastor quiere hacer política, que vaya a la calle, pero no puede ir a la iglesia», durante su discurso ante un centenar de evangélicos reunidos en un hotel de Sao Paulo.

Declarado católico, Lula (2003-2010 en la presidencia) también manifestó su «respeto y admiración» por la fe de los evangélicos e insistió en la importancia de la familia, una de las principales banderas del líder de la ultraderecha brasileña, férreo defensor de la agenda conservadora. «La familia para mí es algo sagrado», subrayó Lula, acompañado por algunos correligionarios evangélicos, como la diputada electa y exministra Marina Silva.

Programa

Lula promete lanzar un Bolsa Familia «renovado y ampliado», agregando a los 600 reales mensuales otros 150 por cada hijo menor de seis años.

Su propuesta económica tiene como pilares la inversión pública y la mejora del salario mínimo para restaurar el poder adquisitivo de los brasileños frente a la elevada inflación. 

El líder histórico del PT también se plantea implementar una reforma tributaria «para que los pobres paguen menos y los ricos paguen más».

Lula ha dicho que trazará un plan para reducir el endeudamiento que afecta a casi el 70% de las familias brasileñas. 

Promete combatir frontalmente la minería ilegal, los incendios y la deforestación en la selva amazónica, fortaleciendo los órganos de preservación y control, debilitados durante la gestión de Bolsonaro.

Pretende también destrabar los recursos millonarios del Fondo Amazonía, financiado por Noruega y Alemania y paralizado desde el 2019.

Afirma que cumplirá las metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero asumidas en el Acuerdo de París y asegura la «transición energética» del país.

Apunta a recuperar el protagonismo global de Brasil con una política externa «activa y altiva», ampliando acuerdos comerciales internacionales y retomando la cooperación Sur-Sur con América Latina y África, así como el fortalecimiento del Mercosur, la Unasur, la Celac y Brics.

«Viajaré para restablecer la relación que Brasil tenía con todos los países de Europa, de Sudamérica, con Sudáfrica, con China, con los países árabes, con EE.UU.», aseveró. 

Algunos señalan que Lula ha tenido que entrar en alianza con elementos conservadores para lograr apoyo, teniendo a un hombre de centroderecha, Alckmin, de vicepresidente, pero admiten que ello es necesario en la actual coyuntura económica mundial.

En resumen, las directrices del programa de gobierno de la candidatura Lula-Alckmin, divulgadas el 21 de junio, presentan, en un texto con 121 puntos, el sentido correcto de reversión de las políticas del gobierno de Bolsonaro en las más diversas áreas y la aplicación de medidas a favor de la justicia social y la preservación del medio ambiente y de un modelo económico con mayor participación del Estado.

Hay importantes puntos concretos, entre ellos, la defensa del fin del Techo de Gasto Público, la revalorización real del salario mínimo, una reforma fiscal progresiva y un plan de obras públicas en materia social y de infraestructuras para generar empleo y desarrollo económico. También cabe destacar la justa oposición a la privatización de Eletrobrás, Petrobrás y Correos.

En la cuestión ambiental, hay avances que cabe destacar, como la mayor centralidad dada a la protección del medio ambiente y de los pueblos indígenas y quilombolas (comunidades negras originadas en los quilombos durante la época esclavista). 

Lo que representa esta victoria

Sin dudas, la victoria de Lula representa la de la aún imperfecta democracia brasileña, y sobre todo, frente a un bolsonarismo que se dedicó a dividir al país en aras de la reelección de su líder.

Las dos victorias anteriores de Lula fueron triunfos de las políticas sociales. Los gobiernos de derecha habían logrado convencer a la mayoría de la población de que el problema central de Brasil era lograr el equilibrio de las cuentas públicas para combatir la inflación. Así que triunfaron dos veces, en 1994 y 1998, en la primera vuelta. 

Pero la gran mayoría de la población se dio cuenta de que la inflación no estaba bajo control, ni era lo más importante para el país. Cuando se convenció de que los problemas centrales del país eran las desigualdades regionales y sociales, Lula fue elegido en 2002 y reelecto en 2006.

Su gobierno logró reducir las desigualdades como ningún otro lo había logrado jamás. Eligió a Dilma como su sucesora, en 2010, y ella logró ser reelegida en 2014, siempre enfocada en la prioridad de las políticas sociales.

En todas estas elecciones los candidatos del PT salieron victoriosos, porque la prioridad de las políticas sociales redujo mucho las desigualdades sociales y regionales. Fueron la palanca fundamental de las mayorías que conquistó a nivel nacional.

La victoria de Lula este año se centró no solo en la propuesta de retomar la prioridad de las políticas sociales y combatir las desigualdades regionales y sociales en Brasil. Una parte importante del voto de Lula proviene de esta posición, que es característica del PT.

Pero esta vez la mayoría que votó por Lula lo hace porque representa a la democracia, agrupando a todos los antibolsonaristas. Oponerse a la ruptura de la democracia, a todas las formas de autoritarismo hoy. Hablando con todos, Lula retoma las formas de convivencia en la diferencia. Como cita a Paulo Freire: converger en las diferencias para oponer lo antagónico.

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