Las lecciones no aprendidas de la Operación Pluto
especiales
Kennedy junto a miembros de la derrotada Brigada mercenaria 2506
La aplastante victoria de Playa Girón y las irrefutables pruebas presentadas por Cuba sobre la participación de EE.UU. en la invasión, no dejó a la Casa Blanca más opción que emitir una declaración el 24 de abril de 1961, hace 60 años, en la que expresaba: “El Presidente ha declarado desde el primer momento que, como Presidente, asume la responsabilidad de los acontecimientos de los últimos días.”
Ese conocimiento contrastaba con las anteriores afirmaciones del mandatario, quien inclusive el 20 de abril, al otro día de la derrota, en un discurso público aseguró: “He insistido anteriormente que esta era una lucha de patriotas cubanos contra un dictador cubano.
“Aunque no se puede esperar que ocultemos nuestras simpatías, aclaramos repetidamente que las fuerzas armadas de este país no intervendrían en forma alguna”.
El asesor Arthur M. Schlesinger fue más a fondo de las causas que llevaron a las cuerdas a Kennedy y dijo: “Porque la realidad fue que Fidel Castro resultó ser un enemigo mucho más formidable y estar al mando de un régimen mucho mejor organizado de lo que nadie había supuesto. Sus patrullas localizaron la invasión casi en el primer momento. Sus aviones reaccionaron con rapidez y vigor. Su policía eliminó cualquier probabilidad de rebelión o sabotaje detrás de las líneas. Sus soldados permanecieron leales y combatieron bravamente. Él mismo nunca fue presa del pánico…. la forma en que se desenvolvió fue impresionante.
Muchos años después, el Comandante en Jefe al analizar la conducta del presidente estadounidense tras la agresión señaló: ” De manera que nosotros le reconocemos a Kennedy que tuvo el valor de reconocer el error, y tuvo además el valor moral de asumir la responsabilidad de lo que se había hecho, cuando dijo aquella frase de que la victoria tiene mil padres, y la derrota es huérfana”.
Desde aquella experiencia creció en Kennedy un profundo resentimiento hacia la CIA, a la que criticó duramente e inclusive destituyó a importantes cargos implicados en el fracaso, y a su vez como reacción hacia lo interno creció entre los implicados en el espionaje y los mercenarios cubanos un rencor hacia al mandatario, a quien acusaron de cobardía por no enviar los marines para evitar el descalabro.
Esa facción fue identificada precisamente con Allan Dulles, ex director de la Agencia y su equipo, separados de sus cargos por ser los máximos responsables del descalabro y los cuales esperaban su momento de desquite que no tardaría en llegar.
Poco después de Girón, Kennedy ordenó crear una comisión dirigida por el general Maxwell Taylor, asesor especial para Asuntos Militares, para investigar y analizar las causas de la derrota de la Operación Pluto.
Entre las conclusiones de la comisión se afirmó que era imposible coexistir con la Revolución cubana, por lo cual se hacía imprescindible la elaboración de un programa integral capaz de revertir el proceso revolucionario, lo que empujó a la dirección estadounidense a reincidir el camino que no difería mucho de los principios de la fracasada Operación Pluto y la invasión de Playa Girón.
Para finales de 1961, el presidente estadounidense hizo responsable a su hermano Robert, Fiscal General, de supervisar directamente a la CIA para desarrollar junto al Pentágono un nuevo programa de agresiones contra Cuba, denominado Operación Mangosta.
Los hermanos Kennedy no aprendieron las lecciones de la Operación Pluto y reprodujeron casi el mismo esquema agresivo de aquella en la Operación Mangosta, que además de ir acompañada con la puesta en práctica del bloqueo económico, comercial y financiero, pretendía para el mes de octubre de 1962 vengarse por la derrota de Girón al provocar una sublevación de las fuerzas contrarrevolucionarias que serviría como pretexto para una intervención militar estadounidense.
Para estos fines en los meses previos se desarrolló un extenso programa de introducción por mar de espías, saboteadores, cargamento de armas y explosivos para las bandas de alzados y organizaciones contrarrevolucionarias, además de ponerse a punto varios planes de asesinato del Comandante en Jefe Fidel Castro como principal prioridad.
Esa vez la Casa Blanca no pudo culpar a nadie de sus fracasos. En Cuba las Fuerzas Armadas, la Seguridad del Estado, junto al pueblo, propinaría una derrota a cada acción y planes, pero el golpe definitivo de la Operación Mangosta de los Kennedy ocurrió en octubre de 1962, cuando los Estados Unidos tuvieron que enfrentar la Crisis de Octubre.
La situación cambió radicalmente al instalarse en Cuba cohetes atómicos soviéticos de alcance medio, acordados entre ambos gobiernos y que también estaban para la defensa del país frente a la planificada intervención directa de EE.UU. que se esperaba.
Al parecer posteriormente a la solución de la crisis, se impuso una política más pragmática de Washington y el mismo día en que fue asesinado el presidente Kennedy en Dallas Texas, el 23 de noviembre de 1963, un enviado del mandatario -el periodista francés Jean Daniel-, se entrevistaba en Varadero con el máximo líder de la Revolución en lo que pudiera haber sido el comienzo de un proceso de cierta normalización de las relaciones entre ambas naciones.
Desde entonces, dentro de los misterios sin aclarar sobre el magnicidio de Dallas toma fuerza la sospecha de la participación en este de mercenarios cubanos, junto a la mafia y la CIA, que no le perdonaron a Kennedy, a pesar de sus intentos de repetir una nueva agresión a Cuba, que no enviara a los marines a Girón.
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