La Revolución es diálogo

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La Revolución es diálogo
Fecha de publicación: 
30 Enero 2021
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La Revolución no negocia su existencia. Foto: Radio Rebelde

Debieran saberlo. Los manuales de golpes «suaves», sibilinos, no son recomendables en Cuba; el pueblo intuye rápidamente los falsos gestos y detesta a los traidores. El gobierno de Trump llevó la agresión a tal extremo en 2019 que el Presidente Miguel Díaz-Canel, al despedir aquel año, dijo: «nos tiraron a matar, y estamos vivos». Pero en 2020 la pandemia se sumó al bloqueo, siempre incrementado. Mientras la Revolución invertía sus escasos recursos en la prevención, la atención médica a sus ciudadanos y la investigación-producción de medicamentos, con resultados altamente satisfactorios, garantizaba la vitalidad del país, y enviaba brigadas médicas a más de 40 naciones, algunas ricas y las más, pobres, como expresión de una solidaridad esencial, irrenunciable, el bloqueo se intensificaba de forma criminal. Los jóvenes cubanos fueron protagonistas en todas las trincheras. No hubo milagros y, sin embargo, lo parecía: Cuba resistía y mostraba al mundo su humanismo. «Somos el país que se ha empeñado en resistir y vencer los cercos y los ataques más crueles y perversos. Y aquí seguimos: Viviendo, resistiendo, creando y venciendo», exclamó Díaz-Canel en diciembre de 2020.

Las más recientes acciones de la contrarrevolución intentan capitalizar los efectos económicos del bloqueo y de la pandemia y crear obstáculos a la nueva administración estadounidense en un eventual cambio de política que retome la senda del diálogo con el Gobierno cubano. Tal pretensión revela el carácter miserable de sus promotores. Ya se ha hablado lo suficiente del montaje de San Isidro: «actitudes mercenarias conectadas con huelgas falsas de supuestos artistas que buscaban atraer a la opinión pública y a la intelectualidad para imponer diálogos camuflados en preocupaciones auténticas del sector», explicaba de forma sintética nuestro Presidente. Sus acciones no están dirigidas contra una institución en específico, porque las demandas no son culturales o gremiales, sino políticas; el objetivo no es el Ministerio de Cultura o cualquier otro espacio institucional, es la Revolución.

Manipulan con cinismo la palabra diálogo sobre bases imposibles: si los reclamos son abstractos y, en la práctica, desconocedores de la existencia de un Estado socialista de derecho, abrumadoramente apoyado por el pueblo; si la actitud es provocadora y aspira más a la exposición mediática que al reconocimiento del otro con el que se pretende dialogar; si están atados a instrucciones de manual y a decisiones de «expertos» en golpes suaves y duros, y la demanda, la verdadera, es el abandono de la Revolución; entonces no hay ni habrá diálogo. No nos entendemos. La Revolución no negocia su existencia. Ellos lo saben y la maniobra es cínica: vaciar de contenido el diálogo, para culparnos de su inexistencia. Por eso cuando, pese a todo, la Revolución, con toda paciencia, los convoca, se desconciertan, y apuestan al performance mediático, al acoso institucional.

La Revolución se empeña en personalizar a quienes demandan atención de sus instituciones. Sabe que la contaminación de objetivos, de lenguaje y de personas es notoria, un resultado promovido durante años en plataformas mediáticas para la restauración de la república neocolonial, en becas, en generosas remuneraciones, y en el brillo espurio de la notoriedad metropolitana; sabe que hay lidercillos bien pagados por el imperialismo –no importa si son o no artistas: ninguna profesión ampara el mercenarismo–, y que, quizás, algún convocado albergue intenciones honestas. Pero la ingenuidad y la ignorancia tienen límites. ¿Aceptaría un hombre o una mujer honestos ser representado por un provocador pagado que grita ante la cámara que lo filma que está siendo amenazado, cuando sabe que es mentira? A la contrarrevolución no le interesa la verdad, solo aspira a tomar el poder. El guion del llamado «golpe blando» no es pacífico, ni blando. ¿Aceptaría usted ser representado  por «desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte», como diría José Martí? No se supone que la respuesta del pueblo sea blanda.

La Revolución es diálogo. Primero alfabetizó a todos, y abrió las puertas del conocimiento a las mayorías, sin importar el origen, el lugar de residencia o el color de la piel. El diálogo existió en la Plaza, en las escuelas, en las asambleas de trabajadores, en los congresos, en los debates sobre los Lineamientos o sobre la Constitución. Nuevas formas de debate, de participación ciudadana, surgen en las redes. Un gobierno que reajusta sus propias decisiones y leyes si comprende que no son apropiadas o justas; que se reúne con sus científicos y sus intelectuales, para pensar y buscar soluciones de conjunto, es un gobierno que dialoga, que escucha. A los revolucionarios sí les interesa la verdad, la necesitan, porque es el único camino hacia la justicia. La guerra que nos hacen no es de pensamiento; ellos lo mutilan, lo banalizan, le temen, pero nosotros lo necesitamos para vencer.

Si alguien cree que el retiro de la generación histórica en abril, durante el 8vo. Congreso del Partido, abrirá una brecha en la unidad de los revolucionarios cubanos, no tiene fe en el pueblo. Porque tenemos como referentes a Martí y a Fidel, y su pueblo –en especial su juventud– asumió ese legado al decir: «yo soy Fidel», es que podemos alcanzar las cumbres más altas, hacer posible lo que parece imposible. Los viejos pinos siempre nos acompañarán. «Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses –escribía José Martí–. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol». Veinte jóvenes sostuvieron simbólicamente la antorcha este 27 de enero, mientras recorrían las calles que separan la escalinata universitaria de la Fragua Martiana. No pudo ser masivo el homenaje este año. Allí los esperaban los representantes de la generación del Centenario: Raúl, Ramiro, Machado Ventura, Balaguer. Junto a ellos, el Presidente Miguel Díaz-Canel. Raúl dijo entonces: «La pandemia será vencida y las dificultades que afrontamos también. Esa es la historia de Cuba. Esa es la historia de los patriotas como Martí, esa es la historia de nuestros estudiantes revolucionarios». Las nuevas provocaciones fracasarán.

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