EE.UU.: Errores y carencias políticas y sociales

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EE.UU.: Errores y carencias políticas y sociales
Fecha de publicación: 
22 Septiembre 2021
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A veces pensamos que cuál gobierno norteamericano ha sido mejor o peor que otro, cuando, en realidad, lo más exacto sería preguntar si alguno ha estado exento de las carencias con las cuales nació Estados Unidos.

Nuestro Apóstol alabó siempre el ideal libertario norteamericano, pero previó como nadie el papel imperial agresor de Estados Unidos, como lo expuso en un artículo publicado en La Opinión Nacional, de Caracas:

“Los Estados Unidos, que nacieron de padres que emigraron de su patria por exceso de amor a la libertad y austeridad en la virtud, se inclinan a mancillar esta valiosa herencia, compeliendo a pueblos menores a que existan en el provecho y acomodamiento de la Unión Americana”.

A veces nos detenemos en juzgar una Segunda Enmienda de la Constitución, obsoleta y malinterpretada que santifica el porte de armas para cualquier ciudadano, algo que incide en el alto número de víctimas fatales en esa nación, principalmente por suicidio, así como en la violencia reinante, para beneficio de los vendedores del peligroso producto.

Pero este error forma parte de las carencias políticas y sociales que nacieron desde la independencia, que influyo durante muchos años en los procesos políticos de Europa y América Latina. A pesar de no barrer con el odioso estigma del esclavismo, ese proceso fue, sin duda, un paso importante en la libertad del ser humano.

Pero las pifias derivadas de aquel proceso y la filosofía expansionista con que nació aquella República llevaron en lo adelante a Estados Unidos a ser el país imperial y avasallador que es hoy, cuando se convierte en la potencia política, económica y militar más grande que ha registrado la historia.

Como muchos conocen, el 4 de julio es celebrado en Estados Unidos en conjunción con la Declaración de Independencia, el documento que proclamó la disolución de los vínculos coloniales de Norteamérica con el gobierno imperialista de Inglaterra.

Pero antes, el 7 de junio, Richard Henry Lee, quien hizo el primer llamamiento por un congreso de las 13 colonias, introdujo en el Congreso Continental de Filadelfia una resolución en la que se expresa “que estas Colonias Unidas son, de hecho y de derecho, Estados libres e independientes, que están exentas de toda conexión política a la Corona británica, y que toda conexión política entre ellos y el Estado de Gran Bretaña es, y debe ser, totalmente disuelta”.

“DEPLORABLE”

Pero lo cierto es que esta resolución y, en general, la redacción de la Declaración, fueron modificadas por los miembros del Congreso de forma “deplorable”, como lo llamó Thomas Jefferson. No aprobaron la denuncia de Jefferson a Gran Bretaña por haber alentado y apadrinado al comercio esclavista. Hicieron 86 modificaciones y eliminaron 480 palabras y adoptaron el documento hace ahora 245 años, que fue entregado a un impresor, John Dunlap, quien perdió la copia original.

Es evidente que, desde su mismo inicio, la escena norteamericana fue dominada por el clima de esclavitud y de racismo. Estados Unidos de América nació en un ambiente de hipocresía de palabras destinadas a ser dedicadas solamente a un grupo de norteamericanos favorecidos.

Veamos que de los delegados al Congreso de Filadelfia –entre los cuales no figuró George Washington- 15 eran abogados, 26 jueces, diez comerciantes, nueve agricultores, cuatro médicos, un maestro, un publicista, un soldado, un dirigente político, un inspector de aduana y un fabricante de hierro. Hubo ausencia total de negros, indios, obreros, mujeres y pequeños agricultores, que eran la población mayoritaria de las 13 Colonias.

Esto es más doloroso, cuando se recuerdan las grandes esperanzas y admiración que despertaron en Cuba y otras partes de Hispanoamérica los ideales de la gesta independentista norteamericana.

Hay que recordar la participación de Cuba, como la del batallón de morenos y pardos que lucharon en Yorktown, y la de damas habaneras que donaron sus joyas para pagar a las tropas de George Washington.

Un pueblo como el norteamericano no merece la política que recibe de sus gobernantes, que imponen un brutal bloqueo a Cuba y obstaculizan, prohíben, los contactos de sus ciudadanos con los nuestros.

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