Comicios brasileños: Bolsonaro, como el macao
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No importa que los regímenes de ultraderecha hayan tenido que admitir su derrota electoral y abandonar el poder en Argentina, Chile y Colombia, en tanto en otra, Bolivia, el pueblo recupera el mandato y en una quinta nación, Perú, obstaculizan al presidente legítimamente electo: con Jair Bolsonaro eso no funciona y utiliza todo tipo de procedimientos para evitar la debacle comicial en las elecciones presidenciales del 2 de octubre próximo, cuya segunda vuelta, de ser necesaria, sería el 30 de ese mes.
A diferencia de otros países de la región, los comicios generales en Brasil suelen aglutinar casi todos los puestos a elección popular, esto ya con la facilidad del voto electrónico, único en su tipo en América Latina.
De esta manera,148 millones de personas podrán elegir, además del presidente y el vicepresidente, a 513 diputados, 27 senadores de 831, los 27 gobernadores y 1 059 diputados locales, todos los cuales podrán estar en el poder cuatro años, con posibilidad de una reelección inmediata, mientras en el 2024, con las elecciones municipales, se renuevan todos los alcaldes, vicealcaldes y concejales de las 5 568 ciudades del país.
Bolsonaro es el candidato del Partido Liberal (PL) formación que es parte del Centrao, una agrupación de partidos políticos que sólo apoyan a un presidente según sus intereses personales— tras abandonar él y sus hijos (Carlos, Eduardo y Flavio) su antigua agrupación, el Partido Social Liberal (PSL), por disputas internas. Su candidato a vicepresidente es un ex militar afín al mandatario y ex ministro de Defensa, el general Walter Braga Netto.
En cambio, Lula da Silva irá con el partido que lo ha acompañado en toda su trayectoria política, el Partido de los Trabajadores (PT). Pero la novedad está en su candidato a vicepresidente, su ex rival político y ex gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, con el fin de atraer el voto moderado que no está de acuerdo con las posturas de Bolsonaro.
Un "viejo conocido" candidato presidencial —en su tercer intento—, el ex diputado Ciro Gomes, va en tercer lugar de los sondeos y le sigue la senadora Simone Tebet. Además, hay otros ocho aspirantes con pocas probabilidades de vencer.
Declinaron sus aspiraciones políticas Sergio Moro —el juez que encarceló injustamente a Lula para facilitar la elección de Bolsonaro en el 2018- y Joao Doria, el actual gobernador de Sao Paulo.
Ante encuestas de todo tipo que auguran la victoria de Lula, Jair desbarró contra al Supremo Tribunal Electoral y se aferró a los militares para no aceptar los resultados electrónicos de la votación, y trata de imponer que el elemento castrense participe al mismo tiempo en el conteo de votos, obligándolo a ser público, algo que viola la Constitución y el derecho del ciudadano para expresarse libremente, sin amenaza alguna.
Discípulo de Donald Trump, el actual mandatario brasileño se dispone a utilizar todo tipo de triquiñuelas para no abandonar el poder, y así ha buscado la abierta adhesión de los jefes militares, además de los que integran su gabinete.
Destaco: el presidente brasileño prepara el camino para que, si se ve perdedor, pueda impugnar el resultado de las elecciones con el apoyo de los militares, convirtiendo estos comicios en los más dramáticos y peligrosos desde la dictadura.
NO A LOS PACTOS SOCIALES
En su gobierno, el presidente ha roto todos los pactos sociales. Siguiendo el guion de la ultraderecha de otros países, amenazó el legado político de 36 años de una democracia representativa, de los cuales 12 fueron participativas con los gobiernos del PT.
Fracasado el intento de Trump de permanecer en el poder, la ofensiva de la derecha global contra los derechos de la nueva generación quedaba en manos de la Administración de Jair Bolsonaro. Aunque el ímpetu golpista lo ha acompañado desde que llegó a la presidencia, su estrategia para debilitar las instituciones y mantenerse en el poder se hicieron cada vez más evidentes a medida que su popularidad descendía y las elecciones del 2022 se acercaban.
“Entregaré la banda presidencial a quien me gane en las urnas limpiamente. Con fraude, no”, dijo Bolsonaro el primero de julio último, como parte de su campaña más reciente: atacar la legitimidad de las urnas electrónicas, aquellas con las que él mismo ha sido elegido y reelegido al menos seis veces en su carrera política, sin que jamás haya impugnado el resultado.
Bolsonaro no es el primer populista de extrema derecha. Pero, sin duda, “es el adversario más poderoso al que se ha enfrentado la democracia brasileña en medio siglo”, como advirtió Yascha Mounk, profesor nada progresista de la Universidad John Hopkins en su libro El pueblo contra la democracia, donde descifró el modus operandi del político forjado en el Ejército que asumió la presidencia de Brasil el primero de enero del 2019:
“Mientras parte de su actividad se concentra en perseguir a sus críticos, inventar noticias falsas que los periódicos deben desmentir y fomentar crisis políticas con otros poderes, la maquinaria del Estado es utilizada para fortalecer los pilares que podrían sostenerlo en su puesto más allá del voto. Si su estrategia discursiva parece un calco de Donald Trump, su sostén más importante es el militar”.
Hoy, el estamento militar constituye la columna vertebral del gobierno de Bolsonaro. Hay por lo menos 6 157 de ellos distribuidos en direcciones, consejos de administración y gerencias de empresas como Petrobras, la hidroeléctrica Itaipú, Correos y Eletrobras. De sus 22 ministerios, nueve están ocupados por militares en activo o en la reserva. Eran diez hasta la caída en marzo del general Eduardo Pazuello del Ministerio de Sanidad.
“Las Fuerzas Armadas sirven a la vez como base político-electoral del Gobierno de Bolsonaro, pero también como instrumento para intimidar a la oposición. Bolsonaro intenta transmitir la idea de que puede utilizar la fuerza contra sus enemigos políticos, por muy falso que sea”, afirma el politólogo Octavio Amorim Neto, profesor de la Fundación Getúlio Vargas.
A pesar del fracaso evidente de la estrategia de Donald Trump de deslegitimar el resultado de las elecciones apelando a un fraude masivo imaginario, Jair Bolsonaro parece seguir sus pasos.
PÉRDIDA DE APOYO
El perfil de sensibilidad social tampoco termina de asentarse, ya que Bolsonaro comenzó a construir uno nuevo con el auxilio de una ayuda de emergencia, pero luego fue errático, oscilando en sus declaraciones entre no comprometer más gastos, siguiendo la agenda de su ministro de Economía, el ultraliberal Paulo Guedes, o bien continuar y ampliar la asistencia.
Las embestidas antidemocráticas que generan convulsión política permanente, la ineficacia de las políticas públicas y las reformas y la ambigüedad respecto del rumbo económico liberal ya hicieron perder importantes apoyos dentro del establishment económico. El 5 de agosto, más de 200 empresarios, intelectuales y políticos publicaron una carta en la que manifiestan que no permitirán ninguna “aventura autoritaria”.
La “Carta del PIB”, como la apodó la prensa, tuvo la particularidad de reunir a algunos nombres de peso del mundo empresarial, desde industriales a banqueros. En definitiva, parte del “círculo rojo” brasileño pasó a manifestarse abiertamente contra Bolsonaro. Ya desde hace un tiempo son frecuentes los comentarios provenientes del empresariado en el sentido de que las permanentes crisis institucionales afectan al mundo de los negocios y la tan imprescindible previsibilidad.
El daño a la imagen internacional del país es otro de los tópicos frecuentes. Medioambiente, gestión de la pandemia, pueblos indígenas: todos temas que confluyen en un deterioro de la imagen internacional de Brasil durante la presidencia de Bolsonaro.
Y en todo esto el mayor punto visible es el creciente apoyo masivo a Lula y de rechazo a Bolsonaro, cuyos partidarios han asesinado a varios candidatos petistas y provocado la suspensión de actos del líder opositor, como el de este martes 16 de agosto en Sao Paulo.
De todas maneras, en Colombia parecía imposible el triunfo de Petro, pero un pueblo esperanzado lo logró. En Brasil puede ocurrir algo semejante, aunque a Bolsonaro, como al macao, haya que darle candela para que suelte, en unos comicios, subrayo, que se presentan como los más peligrosos desde la dictadura.
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