Colombia: Duque, aún más abyecto

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Colombia: Duque, aún más abyecto
Fecha de publicación: 
4 Julio 2020
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El jefe de Estado defiende al grupo de militares norteamericanos que se encuentran en el país suramericano haciendo labores de "logística"

La llegada de otra brigada militar de Estados Unidos a Colombia y el respaldo de Bogotá a los movimientos de los buques de guerra del Comando Sur norteamericano en las cercanías de las costas venezolanas mantienen el rumbo de la política servil de Iván Duque en sus relaciones con su admirado colega Donald Trump.

Pienso que para las gusaneras variopintas que gozan de fuerte respaldo económico en Miami la llegada de Duque a la presidencia colombiana y su consecuencia en la política contrarrevolucionario ha sido toda una felicidad para el imperialismo norteamericano, al tener en el mandatario suramericano un alumno aún más adelantado que su mentor, el ex presidente Álvaro Uribe, tristemente célebre por sus inventos de falsos positivos, fortalecimiento del paramilitarismo y asesinatos a líderes sociales, que aún continúan.

En cuanto a las recién llegadas tropas estadounidenses, éstas supuestamente deberán combatir el narcotráfico, igual pantalla utilizada para el establecimiento de nueve instalaciones militares estadounidenses en la nación suramericana, lo cual es violatorio de la Constitución colombiana.

Recordemos que el ¨Plan Colombia impuesto por Estados Unidos a la administración de Andrés Pastrana tenía como pretexto impedir el narcotráfico, pero en la práctica brindaba respaldo a la lucha contra las guerrillas, mientras aumentaban los cultivos de la coca. 

En la actualidad, Colombia es el principal abastecedor de cocaína a Estados Unidos (un 50%), en tanto su actual gobierno ha paralizado y puesto a punto de mate un acuerdo de paz firmado en La Habana por el anterior presidente, Juan Manuel Santos, y Timoshenko, jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que depuso las armas, devino en partido político y mantenido su palabra de buscar una salida pacífica a un conflicto de más de, medio siglo.

FIEL AL AMO

Los beneficiarios del modelo económico extractivista y especulativo que apoyaron en la campaña electoral a Duque, son parte fundamental de su alineamiento a la política de Estados Unidos y su carácter sumiso, como demuestra el Tratado de Libre Comercio suscrito entre ambos, que incluye la demanda por empresas estadounidenses de una mayor seguridad jurídica, el cumplimiento de una ley de patentes que impida cualquier decisión soberana (especialmente en medicamentos) y la generación de mayores desregulaciones laborales.

Estas medidas ya habían sido anunciadas por Duque en su campaña electoral y se suman a la restauración plena de la política punitiva de la “guerra contra las drogas” adelantada por EE.UU.- que contradice las premisas de los acuerdos de paz, y se constituye en una de las principales amenazas para “hacer trizas” tal aspiración en los territorios, donde las comunidades campesinas habían optado por la sustitución de los cultivos de uso ilícito, en el marco del acuerdo de La Habana. 

Los efectos de la política punitiva de la lucha contra el tráfico de drogas son conocidos, pues desencadenaron la violación sistemática de los derechos humanos y, lejos de acabar con los cultivos, los ampliaron y con ello el precio en las calles de las ciudades estadounidenses. 

En ese camino, Duque y los funcionarios estadounidenses celebraron la decisión del anterior gobierno de Santos de convertir a Colombia en socio-global de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El empresariado estuvo muy atento desde la primera reunión de empalme, con la presencia de al menos 24 directivos gremiales de la Cámara Colombiana de Informática y Telecomunicaciones, del gremio que agrupa a las compañías que distribuyen gas y petróleo, el avícola; y el de la salud, entre otros.

CAMELANDO AL SECTOR EMPRESARIAL

La despolitización y la selección de perfiles tecnocráticos –especialmente vinculados con empresas privadas, ONG y gremiales– fueron los dos factores definitorios del equipo de jefes de carteras ministeriales, lo que ha sido visto como un guiño al sector empresarial que apoyó en bloque a Duque durante la campaña electoral.

Por eso no es una sorpresa que Duque haya sido tan incumplidor en el muy maltrecho proceso de paz y mantenedor de una estrategia de shock como mecanismo de afianzamiento de su poder, mostrando independencia y liderazgo propio en lo interno, con consecuencias impredecibles, como prohibir las protestas sociales, pese a la activa oposición en el Congreso.

Duque, quien abandona a su pueblo en el enfrentamiento a la pandemia de la COVID.19, ha seguido los pasos de Uribe y Santos en política exterior, en la que se alinea aún más a la derecha con EE.UU., priorizando los vínculos basados en la seguridad y el libre comercio. Ello se acentúa con el ingreso de Colombia a la OCDE y como socio global de la OTAN, en contra de cualquier gobierno que disienta de la agenda neoliberal del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, o que promueva procesos de integración distintos a la doctrina panamericanista condensada en la Organización de Estados Americanos.

De ahí que nada extraño es su apoyo a las acciones contrarrevolucionarias contra Venezuela, fiel a la palabra empeñada en la visita que le hizo el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, en el sentido de seguir trabajando por el derrocamiento del gobierno constitucional venezolano, lo cual pone a Colombia a la cabeza del llamado “grupo de Lima”, que pretende imponer un régimen desde afuera como “transición” hacia la normalización neoliberal en el vecino país.

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