Bolsonaro: ¿En decadencia?

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Bolsonaro: ¿En decadencia?
Fecha de publicación: 
26 Enero 2021
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Las imágenes se compartieron incesantemente en las redes sociales, se posicionaron en sitios en Internet, fueron noticia en medios de prensa de prensa de todo el mundo. Y es que las manifestaciones que tuvieron lugar en casi un centenar de ciudades y poblados brasileños el fin de semana ultimo fueron  un grito de clamor unánime de un país colapsado a cuyo gobierno le ha interesado más evitar daños económicos que la vida de millones de seres humanos.

Pudiera decirse que ya nada podría asombrarnos de un presidente como Jair Bolsonaro que no se ha cansado de repetir que la pandemia de la Covid 19 “ha sido sobredimensionada”, aunque el costo para el gigante suramericano ya sea de  unas 217 mil personas fallecidas y casi 9 millones y en estos días parece estar viviendo su peor pesadilla.

Habría que preguntar a los habitantes de la ciudad norteña de Manaos, cuyo sistema de salud no aguantó los embates de la enfermedad, se quedó sin oxígeno para atender a los pacientes, sus autoridades han tenido que trasladar de forma urgente a cientos de bebés a otras ciudades  para tratar de salvarlos y solo un país como Venezuela ha llevado hasta allí su ayuda solidaria, aunque el presidente brasileño – lejos de agradecer – haya criticado la acción humanitaria del gobierno de Nicolás Maduro.

Repito: nada debería asombrarnos. Pero el pueblo se duele y sus hijos mueren, mientras Bolsonaro explica con una tranquilidad asombrosa que se demorará unas semanas más el inicio de la campaña de vacunación que había anunciado, intentando minimizar también los errores en la gestión de gobierno para garantizar los insumos médicos que necesita el país.

Ante esta situación, solo el sábado pasado ocurrieron unas 87 movilizaciones en todo el país, inicialmente convocadas por el Partido Comunista de Brasil y el Partido de los Trabajadores (PT) y ante las acusaciones de figuras del gobierno a los manifestantes de querer desestabilizar el país, la presidenta del PT, Gleisi Hoffman, respondió que exigir la destitución del presidente derechista no afectaría una “estabilidad” que no existe en un país con una crisis tan grave.

Lo más trascendente de las protestas es que el domingo también se sumaron a ellas personas de diferentes ideologías política, de centro derecha y de derecha, sin importar credos políticos y religiosos, origen étnico racial y los carteles de “Fora Bolsonaro” ocuparon avenidas, se pintaron en paredes, en caravanas de cientos de autos y llegaron a grandes ciudades como Rio de Janeiro, Recife, São Paulo, Belo Horizonte, Belén y Cuiabá.

En entrevistas a medios locales y extranjeros, algunos de los participantes decían que era “el momento de mostrar rebeldía la mayor locura electoral de la historia”, haciendo ilusión incluso, a la equivocación que habían cometido al votar por un personaje tan nefasto como macabro.

A las demandas se sumó la exigencia al Congreso para que vote algunas de las solicitudes de apertura de juicio político contra Bolsonaro, entregadas en la Cámara de Diputados y que ya suman unas 60 y se elevó a la Corte Penal Internacional una demanda oficial de líderes indígenas para que sea procesado por crímenes de lesa humanidad, en referencia a los incesantes incendios en la Amazonia durante su mandato, los que también ha minimizado.

Todo ocurre en días en que nuevamente está en manos de un Tribunal Federal la decisión de llevar o no a juicio a su hijo Flavio Bolsonaro y su asistente por diversas acusaciones, nada nuevo pues desde que inició el mandato de su padre, a este supuesto empresario se le ha visto enrolado en los más disimiles escándalos judiciales, todos por distintas acusaciones que incluyen corrupción y lavado de dinero, entre otras.

El gobierno de Jair Bolsonaro, apenas a mitad de su mandato está en decadencia. Su popularidad roza entre las más bajas de la historia de ese país, pero aún queda por ver cuánto daño le hará a su país y a los millones de brasileños para los que no se vislumbra aún una solución a la crisis económica, social, política y sanitaria a la que se ha arrastrado a la nación, aislada cada vez más en el contexto internacional. Esperemos, al menos, que tal situación no se traduzca en la perdida de muchas más vidas humanas.

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