Afganistán: la venganza del Imperio

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Afganistán: la venganza del Imperio
Fecha de publicación: 
1 Agosto 2022
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Niños afganos se sientan cerca de su casa destruida por el terremoto de 5,9 en el distrito de Spera, en la parte suroeste de la provincia de Khost, Afganistán, el miércoles 22 de junio de 2022. (Foto AP)

Estados Unidos no pudo hacer lo que los otros imperialismos tampoco pudieron con Afganistán y, tras más de 20 años tratando de doblegar a su pueblo, tuvo que marcharse con otra derrota en su haber, pero con los instrumentos necesarios para seguir haciéndole sufrir.

Así, cortó todo tipo de ayuda, no reconoció al nuevo gobierno, desató toda una propaganda en su contra bajo el hipócrita pretexto de “proteger a las mujeres” y congeló en sus bancos más de 9 000 millones de dólares pertenecientes a la nación centroasiática.

Ha hecho oídos sordos a cualquier petición de ayuda a un pueblo que ya sin el terremoto de hace unos pocos días tenía una situación desesperada, con una hambruna casi total en la que la población infantil es muy golpeada.

Aunque el gobierno talibán no ha sido reconocido oficialmente por nación alguna, por el defecto de falta de inclusión, ha recibido ayuda de China, Rusia, Irán, Turquía y Qatar, y ninguna de los gobiernos que siguieron dócilmente a Estados Unidos en la agresión.

Ahora, como en anteriores ocasiones, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sonó las alarmas por la dramática situación de Afganistán, pero tampoco EE.UU. accedió a su petición de que suspenda las normas que impiden el uso del dinero que le tiene congelado al Talibán para salvar vidas y la economía.

Todo ha sido inútil con el gobierno “democrático” de Joe Biden, tan experto en mantener e imponer sanciones, por lo cual no es extraño que se haya negado a escuchar la más reciente petición de la ONU, realizada el viernes 29 de julio, con el fin de permitir una inyección efectiva de fondos en la economía afgana, que también crearía las condiciones para que el sistema financiero pueda operar en la moneda local.

Con anterioridad, Naciones Unidas ya había pedido 4 400 millones de dólares como una “medida provisional esencial” para garantizar el futuro del país.

Desde agosto del 2021, hace casi un año, y cuando los talibanes tomaron el poder, se suspendió la financiación internacional a Afganistán y se congelaron miles de millones de dólares de sus activos en el exterior, lo cual aumentó aún más la crisis humanitaria en el país centroasiático.

Pero ni con las terribles consecuencias de un terremoto que acaba de segar casi 1 500 vidas, además de causar 2 500 heridos y dejar a 12 000 personas sin hogar, la comunidad internacional liderada por Estados Unidos ha levantado las sanciones y hace caso omiso de la hambruna que azota a esa nación, con una sequía que también agrava la situación económica y social.

Por otro lado, Alemania suspendió la ayuda al desarrollo de Afganistán que preveía el desembolso de 430 millones de euros este año, mientras el cuestionado jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, reconoció que “los talibanes han ganado la guerra”, pero que esto no significaba que iban a reconocer a su gobierno.

OTRA ACTITUD

“Como vecinos y hermanos, apoyamos al honorable y paciente pueblo de Afganistán en estos momentos difíciles [...] cargas de ayuda de la República Islámica de Irán se entregarán de inmediato a Afganistán”, expresó el canciller Husein Amir Abdolahian, contrastando con la desidia de Occidente y uniéndose a la labor de la República Popular China, cuyo ayuda al pueblo de esa nación se mantiene desde el primer momento que asumió el gobierno talibán.

"Creemos firmemente que con los esfuerzos concertados del Gobierno afgano interino y de las personas de todos los ámbitos, y con la ayuda de la comunidad internacional, las personas de las zonas afectadas podrán sobreponerse a este golpe en una fecha temprana, acelerar la reconstrucción de sus hogares y reanudar la producción y la vida normales", añadió, a su vez, un vocero chino.

Beijing envió por vía aérea todo lo necesario para aplicar en un primer momento, lo cual se unió al regular envío de trenes con miles de toneladas de ayuda desde territorio chino.

A tales trenes se les aumenta la seguridad, debido a los constantes ataques del Estado Islámico (ISIS o Daesh), enemigo acérrimo de los talibanes y que amenaza a países vecinos.

Moscú alertó que la rama local de la entidad organizada, armada y entrenada por la inteligencia occidental, liderada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, ha incrementado sus filas de 2 000 a 6 000 integrantes, cuyas acciones son generalmente suicidas –algo que los talibanes dicen que no practican- y causan devastadores efectos en mezquitas, supermercados y otros lugares concurridos.

“En los últimos años, acotan Carlos Igualada y Javier Yagüe en un artículo publicado por el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), los principales atentados terroristas del Estado Islámico se han producido en Kabul y con la población civil como objetivo destacado.

Su actual líder ha sido identificado como Sabah al Mohair, presuntamente un árabe experto en la guerrilla urbana y que sería el cerebro de algunas de las operaciones más sofisticadas perpetradas por el grupo. Algunas fuentes apuntan a que anteriormente estuvo vinculado con Al Qaeda y otros lo consideran como un ente preparado por la inteligencia occidental, algo nada raro en la creación de grupos cuyos miembros creían –y creen- que estaban combatiendo al imperialismo norteamericano.

 

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