Unasur: necesaria para la unidad latinoamericana ante Covid-19

Unasur: necesaria para la unidad latinoamericana ante Covid-19
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Fecha de publicación: 
23 Mayo 2020
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Otras instituciones, como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) aseguran que el coronavirus repercutirá en un incremento del hambre y la cifra de pobres ascenderá hasta los 35 millones en los países de América Latina.

La llegada del coronavirus a América Latina reveló las consecuencias de las políticas neoliberales aplicadas sobre los sistemas de salud y evidenció las fisuras que la derecha había tejido dentro de la unidad latinoamericana. Tras 12 años de su fundación, el resurgir de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) es necesario.

El 23 de mayo de 2008, en Brasilia, capital de Brasil, las jefes y jefas de Estado de Suramérica bautizaron el proyecto nacido en Cuzco (Perú), el 8 de diciembre de 2004, bajo el nombre de Comunidad Suramericana de Naciones, como Unasur, un organismo de ámbito internacional que tiene como objetivo construir la identidad y ciudadanía suramericana.

Unasur también permite el desarrollo del espacio regional de forma integrada, por ello, inicialmente, contó con la presencia de 12 Estados que acogen a una población superior a los 400 millones de habitantes, lo que representa el 68 por ciento de la población de América Latina.

La realidad de la Unasur comenzó a transformarse cuando a partir de 2012 se desarrolla el golpe de Estado en Paraguay contra el expresidente Fernando Lugo, y se transfigura dentro de la región una especie de estrategia geopolítica dirigida desde Estados Unidos para truncar los movimientos progresistas que se estaban desarrollando como alternativa al neoliberalismo implantado en la región por más de una década.

A partir de entonces, Gobiernos de derecha fueron arribando al poder en Colombia, Argentina, Chile, Ecuador, Perú mediante el voto, mientras que en Bolivia, Paraguay y Brasil se asestaron golpes de Estado contra los mandatarios democráticamente electos. Ante este escenario, la nueva ideología política imperante cuestionó el foro de unidad e integración y esos países decidieron suspender su participación en la Unasur.

La victoria de la fórmula Fernández-Fernández en las elecciones presidenciales de Argentina en diciembre de 2019, revirtió la decisión que había tomado el expresidente Mauricio Macri. Al tiempo que el nuevo Gobierno de Uruguay, encabezado por el derechista presidenteLuis Lacalle Pou, cuyo canciller, Ernesto Talvi, anunció el 10 de marzo pasado la salida de ese país de la Unasur.

El expresidente de Colombia y último secretario general de la Unasur desde 2013 hasta 2017, Ernesto Samper, aseguró en una entrevista al diario digital argentino, Página 12, que "frente al coronavirus la región mostró un espectáculo de desintegración", en tanto la emergencia sanitaria necesitó un tipo de coordinación regional como la que ofrecía Unasur.

Coordinación, integración y estrategia común contra la Covid-19

Una vez declarado el coronavirus como una pandemia de alcance internacional por la Organización Mundial de Salud (OMS) y detectados los primeros casos en América Latina, los Gobiernos comenzaron a tomar medidas de forma asincrónica y heterogénea en cada territorio. Cada uno, basados en sus propias experiencias epidemiológicas, en investigaciones de otros países fuera del continente o, simplemente, aplicando medidas de manera improvisada.

Es así como Brasil se ha convertido en el epicentro de la pandemia en Suramérica, llegando a superar las 1.000 muertes en un día. Ecuador, Chile, Perú y Bolivia viven escenas dramáticas ante sistemas públicos de salud precarizados y servicios sanitarios privados que aprovechan la enfermedad para lucrar con la vida de los más vulnerables.

La concepción interna de la Unasur comprendía diferentes estructuras que facilitaban la articulación entre los países de la región. Tal es el caso del Instituto Suramericano de Gobierno en Salud (ISAGS), creado para consensuar posiciones, realizar investigaciones y asesorar permanentemente a las autoridades sanitarias de los doce países miembros.

Desde el ISAGS se coordinaron respuestas ante emergencias de salud pública, contando con grupos de trabajo de científicos sobre vigilancia epidemiológica, fortalecimiento de los sistemas públicos de salud, tecnologías sanitarias, entre otros.

Visiones comunes

Los Gobiernos de Ecuador y Brasil constituyen ejemplos de gestiones gubernamentales erráticas ante la Covid-19. Por una parte, el mandatario ecuatoriano Lenín Moreno deslindó al Ejecutivo nacional de las medidas para enfrentar la pandemia, responsabilizando en ello a las autoridades locales.

Mientras, el presidente brasileño Jair Bolsonaro calificaba a la enfermedad como una simple “gripecita” y se oponía a imponer en el país un estado de aislamiento social, una de las medidas que ha probado su eficacia en diferentes naciones del mundo ante la propagación de la pandemia.

La Unasur hubiera propiciado un espacio de concertación para plantear una visión política común desde sus instituciones internas y sus 12 consejos, algunos de ellos de relevancia medular para hacer frente al coronavirus, como el Consejo de Salud Suramericano (CSS), el Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (COSIPLAN), el Consejo Suramericano de Ciencia, Tecnología e Innovación (COSUCTI) y Consejo Suramericano de Economía y Finanzas (CSEF).

Estas instancias de consulta y decisión serían un impulso importante para la toma de decisiones de carácter políticas, económicas y de salud, teniendo en cuenta las condiciones de cada territorio y la necesaria equidad en la distribución de recursos de acuerdo al impacto de la pandemia.

Convergencia de otros mecanismos regionales de integración

La integración en América Latina no sería suficiente para enfrentar al coronavirus, puesto que la propia OMS no solo lo había declarado como pandemia, sino que también había alertado que la única forma de superarla era mediante la unión de esfuerzos, investigaciones y recursos por un interés global.

De ahí que América Latina y el Caribe se hubiesen visto más fortalecidos ante la Covid-19 de haber construido una red de cooperación entre los diferentes mecanismos de integración de la zona como Caricom, Alba, Alianza del Pacífico, Mercosur, Celac y la Unasur.

Unasur creó el ISAGS con sede en Brasil, la Comunidad Andina cuenta con el Organismo Andino de Salud (ORAS-CONHU) con sede en Perú y el Mercosur tiene un grupo de trabajo permanente y una reunión de ministros. Todos podrían haber trazado una estrategia de convergencia mediante una agenda común que fortaleciera capacidades y evitara la duplicidad de esfuerzos.

El potencial de desarrollo científico y médico que se reúne en esta área geográfica hubiera planteado un escenario diferente ante los desafíos del coronavirus, incluso trascendiendo a sus fronteras, como lo ha demostrado Cuba al enviar más de 20 brigadas de profesionales de la salud en países azotados por la pandemia.

Apoyo financiero

El expresidente de Bolivia, Evo Morales, evocó los beneficios para la lucha contra la Covid-19 que hubiera reportado la Unasur, de estar activada. “Habría sido, ahora, muy importante para adoptar medidas conjuntas entre nuestros países para enfrentar la pandemia con un fondo común y adquirir equipos de bioseguridad, insumos médicos y medicamentos. Necesitamos compartir lo que tenemos entre Estados”.

Al hablar de un “fondo común” Morales hacía referencia al Banco del Sur, otros de los organismos de la Unasur que hubiera constituido un pilar clave en el financiamiento de estrategias regionales de acción, impidiendo así que algunos países, ya sea por necesidad de sus sistemas de salud o por voluntad de sus gobernantes, contrajeran nuevos compromisos de deudas con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El Banco de Sur reduciría el profundo impacto económico y social que provocará el coronavirus en los mercados de la región, donde la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) prevé un retroceso financiero sin precedentes, una afectación del 5,3 por ciento en su Producto Interno Bruto (PIB) y un aumento en la tasa del desempleo del 11,5 por ciento.

Otras instituciones, como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) aseguran que el coronavirus repercutirá en un incremento del hambre y la cifra de pobres ascenderá hasta los 35 millones en los países de América Latina.

Acceso a la salud pública como un derecho universal

El exdirector de Asuntos Sociales de la Unasur, Mario Nascone, asegura que la gestión del mecanismo de integración hacia el sector de la salud pública siempre fue desde una perspectiva de “derecho, con foco en los determinantes sociales y con el objetivo de fortalecer la gobernanza pública en salud en suramérica”.

Respecto a su visión del rol que podría haber jugado la Unasur en el contexto de la pandemia del coronavirus, Nascone explicó que, aunque la entidad poseía una “joven experiencia” en situaciones de este tipo, contaba con ciertos avances en materia sanitaria.

Las investigaciones acerca de la capacidad para producir medicamentos en los países miembros y la creación de un banco de precios de medicamentos “para comparar cuanto pagaban los países por el mismo medicamento y así realizar compras conjuntas ahorrando casi 1.000 millones de dólares sólo en la compra de 34 medicamentos”, son algunos de los ejemplos que cita el exdirigente ecuatoriano.

“Presentamos más de 30 posiciones conjuntas ante la Asamblea Mundial de Salud que nos permitían negociar como bloque en el plano mundial y siempre todo lo hacíamos entendiendo la salud como un derecho”, agregó Nascone.

La Unasur hubiera sido una herramienta fundamental para atender la grave situación humanitaria que están viviendo los grupos sociales más vulnerables como los pueblos originarios y los migrantes, ambos con el denominador común de resultar excluidos de los sistemas púbicos de salud e invisibles para algunos Gobiernos de la región.

Autoridades de Venezuela han informado que, desde el comienzo de la pandemia, más de 42.000 connacionales han sido repatriados mediante vuelos humanitarios al no encontrar atención social y médica en los países de acogida. Tras su llegada a territorio nacional son pesquisados de inmediato y el 96 por ciento de los casos confirmados son atendidos en hospitales públicos.

Al mismo tiempo, datos de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil aseguran que 103 indígenas han fallecido por la Covid-19 y 610 se han contagiado con la enfermedad. El Gobierno municipal del Manaos ha registrado 150 casos en aldeas indígenas que “no tienen estructura para combatir la enfermedad”, mientras el Ejecutivo nacional hace caso omiso de estas demandas y los reclamos de organizaciones originarias y de derechos humanos.

La irrupción del coronavirus en América Latina demuestra la necesidad de revitalizar la integración regional mediante la activación de Unasur. El acercamiento entre los pueblos no debe ser solo económico y comercial, debe incluir también otras agendas de interés para el desarrollo social. “Lo regional no reemplaza lo nacional, lo fortalece”, sentenció Nascone.

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