60 Serie Nacional de Béisbol: Leer en el terreno, más allá de los partidos

60 Serie Nacional de Béisbol: Leer en el terreno, más allá de los partidos
Fecha de publicación: 
19 Septiembre 2020
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Ha transcurrido muy poco desde el inicio de la temporada 60 de la pelota cubana. Apenas cinco desafíos por conjunto. Sin embargo, algunas lecturas pueden dilucidarse tras este arranque.

La primera de ellas, el hecho de que la lucha por los ocho boletos a cuartos de final se presagia campal, dada la paridad de buena parte de los 16 elencos, independientemente de un techo cualitativo en nuestro clásico que continúa siendo medio, y un tanto inferior al de las principales Ligas del Caribe, si se establece una comparación.

Hablamos de cuatro elencos abrazados en la cima con idéntico balance de 4-1: los subcampeones de Camagüey; Granma, con varias presencias en postemporada en la última década; Santiago de Cuba, enfrascado en retornar a planos estelares, luego de un sólido trabajo y el bicampeonato sub-23; y Holguín, novena siempre batalladora, capaz de sacarle un sable a cualquier rival.

Luego, al acecho, hay un pelotón de cinco armadas dueñas de 3-2, y un trío que exhibe 2-3. En el plano gris, con el casillero de las victorias huérfano, únicamente se halla la Isla de la Juventud.

En esta ocasión volveremos la mirada hacia dos elementos: ofensiva de largo calibre, y pitcheo.

Una mirada a los números generales de la incipiente lid arroja que se han conectado 224 extrabases, desglosados en 137 dobles, siete triples y 80 cuadrangulares. Matanzas (10) e Industriales (9), llevan la voz cantante en materia de vuelacercas despachados, ostentando además la mejor frecuencia por turnos al bate, avalados en respectivos 17.6 y 20.8.

Ahora bien, independientemente del bote de la pelota china con la cual se está jugando, que al parecer es bastante bueno, quisiera detenerme en dos cuestiones asociadas a la posibilidad de dar conexiones de poder: la calidad del pitcheo que se desempeña en el certamen, y la situación imperante en determinado turno al bate.

La primera de estas variables es cuestionable. No es secreto los males que se vienen arrastrando desde la colina de los martirios desde hace buen tiempo. Desde mi modesto entender asociados a problemas que constituyen un sedimento: poco empleo de la sabermetría, y por consiguiente escaso estudio de las alineaciones rivales y aquellos bateadores de mayores condiciones de sluggers; lagunas asociadas a la mecánica del wind-up en nuestros serpentineros; mala distribución de los comandos en sus sistemas de pitcheo…

La vulnerabilidad de nuestros staff, en los eventos internacionales de rigor en los que se ha incursionado desde aquel título panamericano en Río 2007, habla en esa dirección.

Esas falencias no son más que el reflejo de lo que acontece en nuestras series Nacionales, urgida además de atemperarse con los conceptos del béisbol moderno.

Pensamiento:

Esta es una variable determinante. Cuando usted se sube al montículo debe intentar imponerse en esa batalla contra el bateador a fuerza del conocimiento que posee sobre el mismo: Que lanzamiento le hace más daño, sobre cual conecta batazos de largometraje con mayor facilidad. En qué conteo y zona de strike sus conexiones pierden fuerza y por ende es más vulnerable. Si es cazador de la primera bola y además temible con corredores en circulación.

¿Cuántos de nuestros pitchers lanzan conociendo o inmiscuidos en todas esas condicionantes? Dejo la interrogante abierta.

Distribución de los comandos

Este es quizás uno de los mayores males de nuestros serpentineros. Y no se trata exclusivamente de su mecánica al lanzar o de establecer un romance con la zona de strike en mayor o menor medida. Tiene que ver también con qué lanzamiento emplear en cada situación de un turno al bate X, de dominar la zona y buscar estar por delante en el conteo, del conocimiento del hombre en turno, y de la selección acertada de cada envío.

Lógicamente si usted abre con dos o tres bolas, cuando intenta colocar sus pitcheos en zona lo hará inducido por la desventaja en el conteo, regalará velocidad y su lanzamiento será más fácil de devorar, pues lo ha hecho con presión adicional y en condición desfavorable respecto al bateador.

De eso también depende que le conecten mayor número de extrabases y le anoten con mayor o menor facilidad.

Ejemplificamos en números. Hasta este minuto se han propinado 330 bases por bolas y 348 ponches, para una relación de 0.95 transferencias por cada hombre retirado por la vía de los strikes en nueve episodios, del total de 669.2 innings lanzados.

 Otros rubros que aderezan estas variables los hallamos en el elevado promedio de carreras limpias a razón de 5.81 el general, a razón de 5.09 para los abridores, y 6.99 los relevistas.

O sea, si su carta de triunfo iniciadora no camina lo suficiente y asegura el partido con ventaja sobre lo abultado, los apagafuegos no han sido confiables hasta ahora, con apenas 13 salvamentos.

El hecho de que 20 de las victorias del campeonato hayan recaído sobre sus hombros habla primeramente de un buen número de choques definidos en las postrimerías, además de desnudar la ausencia de las medulares actuaciones que puedan considerarse salvados de calidad.

Cierro con un retorno al CONTROL: una media de 4.44 transferencias por cada nueve actos se antoja excesiva.

Por ahora aficionados, no los atormento más. Solo hago un llamado a la reflexión, uno que intentaremos sostener en nuestro Portal al término de cada subserie.

Este, esperamos haya contribuido mejor a explicar por qué a veces vemos a nuestros lanzadores en la arena internacional tan vulnerables, y a los rivales, por el contrario, tan dominantes.

Las próximas subseries serán a razón de Mayabeque-Sancti Spíritus, Ciego de Ávila-Matanzas, Villa Clara Camagüey, Cienfuegos-Las Tunas, Isla de la juventud-Holguín, Industriales-Granma, Pinar del Río-Santiago de Cuba, y Artemisa-Guantánamo.

Nos vemos, desafortunadamente no en los estadios, pero como bálsamo, frente a los telerreceptores.

 

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