Silencio: ¡Shhh!

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Silencio: ¡Shhh!
Fecha de publicación: 
24 Septiembre 2025
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Foto: iStock

No pocos cubanos se sentirían bien incómodos en cierto café de Japón: el Shojo Café, en Osaka.

Los habitantes de esta isla caribeña, tan mal acostumbrados a un nivel de ruido a veces casi insoportable, al menos se extrañarían al constatar que allí está prohibida cualquier conversación o música, y los pedidos se hacen solo por gestos, escribiendo o señalando en el menú, mientras un profundo y sanador silencio inunda el lugar tributando a la calma mental.
 


El pregón grabado del bocadito de helado no falta en el bullicioso entorno auditivo del cubano.Foto: captura de pantalla Facebook
 

En esa cafetería japonesa, quienes asisten disfrutan de sonidos que usualmente quedan ahogados por los ruidos cotidianos y constantes: desde el borbotear del agua hirviendo para el té, los pasos de las empleadas, el repiqueteo de la lluvia…; también pueden paladear mejor los sabores y complacerse con los olores.

Pero no es sólo para el beneficio de los clientes; la mayoría del personal que allí labora es sorda o tiene problemas auditivos. Así, ese espacio permite a los oyentes conocer algo del mundo que viven esas personas y saber de nuevas formas de comunicación. 

 


Foto: PR Times / japantoday.com

En especial, ese lugar evidencia que no hay discapacidades, sino entornos discapacitantes.

La importancia del silencio

El silencio, no es solo una mera ausencia de sonido, usualmente es percibido como propicio para momentos de quietud y tranquilidad. Pero sus beneficios van más allá cobrado cada vez más importancia en este presente ruidoso.

Desde la neurobiología, por ejemplo, estudian cómo el silencio externo influye sobre el sistema nervioso autónomo. Una revisión sistemática reciente analizó los efectos del silencio sobre dicho sistema, distinguiendo entre silencio interno y externo. 
 


Foto: tomada de institutoorl-iom.com

Con respecto al silencio externo, los estudios muestran que, aunque al principio puede generar cierto estado de alerta (como una respuesta evolutiva), exponerse a él de manera reiterada y en contextos adecuados (naturaleza, entornos controlados), baja la activación simpática, mejora la regulación emocional y contribuye al restablecimiento fisiológico. 

El silencio, para la psicología, puede actuar como recurso interno para la reflexión, la recuperación mental y el procesamiento emocional. No solamente como pausa consciente, sino como espacio donde emerge la autoconciencia, con sus incertidumbres, emociones, recuerdos, valores. 

Un artículo también reciente argumenta que nuestro cerebro puede “oír” el silencio; no solo como ausencia, sino como parte activa de la experiencia perceptual. El silencio puede afectar cómo percibimos el paso del tiempo, cómo registramos las pausas entre sonidos, y cómo evaluamos las expectativas sensoriales. 

La sociología amplía la mirada hacia cómo el silencio se inscribe en contextos culturales, relacionales, de poder, de construcción social. En algunos casos, el silencio profundiza relaciones; en otros, lo rompe.
 


Foto: tomada de experta.com.ar

Cierto trabajo investigativo revisó más de 100 estudios de psicología social y encontró que el silencio tiene funciones interpersonales -como mostrar atención, respeto, resistencia, o desacuerdo- e intrapersonales -como el autodiálogo, la introspección, el procesamiento emocional—y que también es un marcador socio-político o cultural: puede expresar poder, pero también opresión o marginalización.

Desde la epidemiología y la medicina cardiovascular, hay abundante evidencia de cómo el ruido externo aumenta el riesgo de hipertensión, enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares y otras patologías cardíacas.

Investigadores revisaron cómo el ruido del transporte eleva la presión arterial, activa el sistema simpático y el eje hipotálamo-pituitaria-adrenal, y favorece inflamación, estrés oxidativo y disfunción endotelial Es más: por cada aumento de 10 decibelios en la exposición al ruido, sube el riesgo relativo a diversas enfermedades cardiovasculares según un meta-análisis y amplias revisiones de literatura científica.

 


Imagen: Laydis Milanés / Cubahora

En cuanto al sueño y la recuperación fisiológica, el ruido externo perturba tanto la cantidad como la calidad del sueño. Durante la noche, los sonidos del tráfico u otras fuentes urbanas, del propio barrio u hogar,  interrumpen los ciclos de sueño, fragmentan el descanso, elevan las hormonas del estrés incluso cuando no estamos conscientes de los despertares, y provocan efectos acumulativos que sobrecargan al organismo.

 


Foto: tomada de viviendasaludable.es

Desde la psicología ambiental y los estudios sobre naturaleza, se ha comprobado que pasar períodos en entornos menos ruidosos y más acústicamente agradables tiene efectos positivos inmediatos en el ánimo, la ansiedad, la percepción subjetiva del tiempo y el bienestar general.

La sociología urbana y los estudios de políticas públicas igual señalan que el silencio externo no solo mejora la salud individual, sino que tiene implicaciones sociales: ambientes ruidosos generan desigualdad en la calidad de vida. Además, el ruido perturba la comunicación interpersonal, la concentración laboral o educativa, la construcción del espacio público como lugar de encuentro y disfrute, y puede generar sensación de irrespeto o tensión social.

No por gusto Paul Masson aseguró que “Con la palabra, el hombre supera a los animales, pero con el silencio se supera a sí mismo”.  

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