JOVEN Y ARTISTA: «Cuando acaba la función, quiero empezar de nuevo»
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Fotos: Nórido y Vila, especial para CubaSí.
Los que han asistido a las más recientes temporadas de Danza Contemporánea de Cuba seguramente han distinguido, entre el cuerpo de baile, a un bailarín: Alex Leonard Poey Reguera. Sus compañeros y amigos lo llaman cariñosamente “Choco”. Es imposible ignorarlo: la fuerza de su ejecución y su extrovertida proyección escénica le han valido varios roles protagonistas. Lo entrevistamos para nuestra serie de jóvenes creadores cubanos.
—¿Cuándo supiste que ibas a ser bailarín?
—Creo que desde el principio, desde que tuve conciencia. No es que hubiera tradición en mi familia. Pero mi mamá me llevaba al Paseo de Prado, cerca de mi casa, cada vez que había una festividad. Y bastaba con que sonara algo y yo ya estaba bailando. De hecho, gané muchos premios en concursos infantiles. Así que desde que recuerdo estoy en este mundo. Mi madre me anotaba en talleres. Yo siempre quise ser bailarín.
—¿Cómo entraste en la escuela de arte?
—Eso fue muy demandante. Yo quería ser bailarín, pero no tenía muy claro lo que significaba eso, lo que te exigía. Y en los exámenes de ingreso me di cuenta de que eso implicaba mucha entrega, mucha disciplina. No era un simple juego. Pero incluso ese reto me gustó. Me dije: esto es lo mío.
—¿Cuándo viste por primera vez una función de Danza Contemporánea de Cuba?
—Te va a parecer mentira, pero la primera vez fue cuando llegué al nivel medio. En la escuela elemental yo no iba a los teatros. Lo primero que vi de Danza fue Carmina Burana.
—¿Te impresionó?
—La verdad es que no. Yo no entendí muy bien lo que estaba viendo. Quería que alguien me explicara qué era lo que estaba pasando en escena. Para mí, a esas alturas, la danza era solamente la salsa, el chachachá, los bailes populares…
—No te veías bailando eso…
—La verdad es que no. Era demasiado raro.
—¿En algún momento eso cambió? ¿En algún momento quisiste ser parte de la compañía?
—Por supuesto que cambió. Ley de vida. Pero no fue tan sencillo. A mí en la Escuela Nacional de Arte me encasillaban mucho. Creían que yo era, básicamente, un bailarín para el folclor. Llegaron a decirme que no iba a poder bailar nunca las obras contemporáneas. Eso me molestaba. Yo me sabía un bailarín completo. Pero tenía que demostrarlo. Por eso me puse una meta: voy a ser bailarín de la principal compañía de danza contemporánea en Cuba, para desafiar a los que no creían en mí. Pero era más que eso: quería demostrar que podía dominar varios estilos. Y tanto trabajé, que lo conseguí.
—¿Recuerdas la primera vez que entraste en la compañía? ¿Tus primeras vivencias?
—Recuerdo que estaba muy nervioso. Imagina, llegar y encontrar bailarines que para mí eran referentes. ¡Iban a ser mis compañeros de trabajo! Yo tenía que estar a la altura de esos artistas, porque iba a estar en el mismo salón, iba a recibir las mismas clases. Poquito a poco me fui acostumbrando, me fui sintiendo más pleno.
—¿Qué te gusta del día a día de la compañía?
—A mí lo que más me gusta son las personas. La gente que está ahora en Danza me mueve, me motiva, me inspira…
—Dijiste que querías estar cómodo en varios estilos, pero, ¿cuál prefieres?
—Ahora mismo en Danza se están trabajando sobre todo dos líneas: la de Julio César Iglesias y la de George Céspedes. No puede decir que uno esté por encima del otro. Son dos sensaciones diferentes. ¿Con cuál estoy más cómodo? Con el estilo de Julio César. Pero George me reta, y eso es genial.
—¿Qué se te hace complicado en la compañía?
—Francamente… nada. Yo lo asumo todo con una sonrisa, con muchos deseos. A las cosas difíciles yo siempre les entro con energía positiva.
—¿Qué sientes un minuto antes de que comience la función?
—Siento y pienso tantas cosas… puedo preguntarme cómo llegué aquí, por qué hago lo que hago. A veces recuerdo experiencias anteriores. Pero siempre le pido la bendición a mi ángel de la guarda. Y pienso en mi mamá. Y finalmente trato de poner la mente en blanco.
—¿Y cuándo acaba la función?
—Justo cuando acaba la función yo quiero empezar de nuevo la obra. Es el momento en que digo: ahora es cuando deberíamos comenzar a bailar.
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