El camión más caro del mundo: sin leyes ni humanismo

El camión más caro del mundo: sin leyes ni humanismo
Fecha de publicación: 
10 Septiembre 2018
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Era el domingo 2 de septiembre, víspera del inicio del cuso escolar, carnavales en la ciudad de Matanzas, la terminal, ¿qué les cuento?, como para volverse locos, y este camión apareció como la materialización de la esperanza. Nos montamos ya usted sabe cómo, a empujones, empujados por la desesperación propia y la del prójimo, para que, justo cuando estábamos bien sentados, explotara la bomba: «Caballero, esto es 5 CUC, igual que si fuera una máquina. Al que no le guste, que se baje. Hoy no hay transporte y eso es lo que yo cobro, lo dije desde el principio y muchos me dijeron que estaban de acuerdo».

Y es cierto, muchos se quedaron incómodamente sentados en el camión más caro del mundo, otros nos bajamos inmediatamente y protestamos, pero tampoco faltó quien saliera en defensa del chofer y dijera: «imagínate, el precio del petróleo...» y «oye, él es el dueño del camión y cobra lo que le da la gana».

Yo me bajé porque no estoy de acuerdo, porque me niego a consentir el abuso, la ausencia total de valores y respeto, no solo por el cliente, sino por el propio negocio y porque, en buen cubano, si él es el dueño del camión, yo soy la dueña de mi dinero y les voy a decir una cosa (se la dije): si todos nos hubiéramos bajado, quizás habríamos llegado a La Habana, todos, por un precio justo.

Luego posteé en Facebook la foto del camión con todo y matrícula y la del sujeto, al cual no llamo sujeto al azar, sino porque compañero no es, eso está descartado, y ciudadano, tal vez, pero uno muy malo que no respeta la política de precios del país donde vive y evade el fisco.

El camión más caro del mundo

Claro que en las redes, como siempre, hubo de todo: alguien desde no sé qué economía lo consideró barato, otro reafirmó aquello de que él cobra lo que quiera; sin embargo, este señor declara sus ingresos periódicamente a razón de 30 CUP, que es el precio para el servicio que brinda, y me pregunto si, cuando cobra cuatro veces más, tiene la decencia de ir a la ONAT a declarar, y pagar, cuatro veces más, o simplemente evade el fisco.

Pero además, aquello de que «él cobra lo que le da la gana» no es tan así, pues el Ministerio de Finanzas y Precios tiene entre sus funciones establecer las políticas de precios en este país, y no es un asunto exclusivo de Cuba socialista. Les comento a los que rápidamente defenderán las «libertades» que eso es algo que cada Estado regula porque, de lo contrario, la vida sería caótica.

En este sentido, lo realmente lamentable es que como ciudadana no sé a dónde acudir para denunciar este hecho, y tampoco sé dónde están las figuras encargadas de hacer cumplir lo que regulan las instituciones y las leyes cubanas. Ahí sí encuentro una asignatura pendiente y se trata de la protección al consumidor de productos y servicios en todos los sectores, incluida, claro, la iniciativa privada.

El precio del combustible, óigame, ese es el mismo todos los días, sea caro o barato. No tengo carro, así que desgraciadamente no sufro esa preocupación ni domino los detalles, pero sí estoy segura de que el miércoles y el domingo vale igual el petróleo, y los vehículos no cambian de consumo en días alternos o en fechas señaladas, o sea, que hasta 60 CUP, el doble del pasaje habitual, me lo explicaría perfectamente el costo del combustible, el día y la hora en que, probablemente, no encontrara público para llenar su camión al regreso. Pero doblar esa cifra ya se pasa de injusto.

Claro que todos estos aspectos concretos, casi matemáticos, me parecen poco frente al más preocupante de los flagelos: la deshumanización. Este sujeto es un espécimen representativo de la peor calaña humana, que surge y ojalá no se establezca entre un pueblo que ha sido armonioso, solidario y colaborativo siempre. Los adjetivos que algunos de mis amigos de Facebook aportaron ante mi falta de palabras lo describen a él y a otros que, desafortunadamente, empañan nuestra naturaleza digna y humana: descarado, ambicioso, irrespetuoso, estafador y delincuente; todos le caben.

Si usted quiere, no lo politice, ni siquiera piense en la verdad absoluta de que una sociedad socialista no puede consentir esa clase de actitudes; solo tenga en cuenta la falta de conciencia cívica, y ese deber aplica en cualquier país, en cualquier sistema. El Estado tiene mucho que resolver, es cierto, pero resulta cuando menos cómodo, egoísta, indolente y oportunista, tratar de justificar el vandalismo y la insensibilidad.

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