“Murió la Revolución en Cuba”, exclamaron cuando creyeron sin vida a Maceo

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“Murió la Revolución en Cuba”, exclamaron cuando creyeron sin vida a Maceo
Fecha de publicación: 
8 Agosto 2022
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Era 6 de de agosto de 1877. En el Potrero de Mejías estaban Antonio Maceo y Máximo Gómez juntos. Se reunían para examinar la situación del campo insurrecto. Las indisciplinas militares y las gestiones pacificadoras de Arsenio Martínez Campos afectaban enormemente la moral de los mambises. 

Cuando conocieron sobre la proximidad de una columna española, ambos líderes se dispusieron a combatirla al frente de sus hombres. De acuerdo con relatos del suceso, Maceo se lanzó contra los colonialistas al ver retroceder la caballería que había puesto a la vanguardia.

Declaraciones de Ramón Domingo de Ibarra, coronel peninsular, confirman que “venía guiando al primer escuadrón, treinta pasos al frente de la tropa, un jinete enemigo (…) sobre su brioso caballo Guajamón, con un sombrero de fieltro de anchas alas y oscuro chaquetón de abrigo”. Se refería a Maceo, quien llevaba “en la mano derecha un revólver que de vez en cuando disparaba; volviéndose después a los suyos para darles ánimo”. 

En paralelo, Gómez intentaba flanquear al adversario. Desde su posición vio al más prominente hijo de Mariana Grajales caer herido en la maleza. El investigador y periodista José Luciano Franco contó en su libro Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida que un oficial cubano, creyéndolo sin vida, gritó:  

─ ¡Murió la Revolución en Cuba! ¡Esta era su alma!

Real o no la exclamación, de lo que sí queda constancia es del pensamiento de El Generalísimo al respecto. Él plasmaría en su Diario de Campaña poco después: “acontecimiento es este que me deja en situación más apurada, pues no hay un Jefe idóneo a quien pueda encargar del destino que deja Maceo”. 

El cuerpo de Antonio echaba sangre por doquier. Por fortuna o por alguna razón que científicamente nadie pudo explicar, una vez rescatado, dio señales de vida. Fue llevado al doctor Félix Figueredo, quien con escasas medicinas y material quirúrgico logró reanimarlo. 

Lo que sucedió después fue una aventura. El cineasta José Massip, director del filme cubano Baraguá, dedicó a ello varios minutos de ese largometraje: José Maceo quedó al frente de una reducida escolta que debía responder por que su agonizante hermano no cayera en manos del enemigo. Con el pequeño grupo iba también María Cabrales, la esposa del Titán de Bronce. Las marcas de sus zapatos sirvieron de rastro para la tropa ─ ¡3 000 soldados! ─ que Martínez Campos puso en función de capturar a Maceo. 

Varias veces estuvieron los españoles a escasos metros de la camilla del herido. José peleó como un león por salvar la vida a su hermano, al igual que el resto de la escolta. El día 27, instantes antes de ser alcanzado por los combatientes hispanos, Antonio reunió fuerzas, montó sobre un caballo y evadió el cerco. 

Sobrevivió a las mortales heridas y a la persecución. En los meses venideros su prestigio en el mambisado se engrandecería aún más tras protagonizar formidables acciones militares y políticas a favor de Cuba. 

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