En el nuevo año: “Salud, prosperidad, y un poquito de armonía no viene mal”

En el nuevo año: “Salud, prosperidad, y un poquito de armonía no viene mal”
Fecha de publicación: 
15 Enero 2018
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Como es costumbre, este fin de año las felicitaciones abundaron. Lo mismo en las redes sociales, en los mensajes de los celulares, y de frente a frente casi todas las frases hicieron alusión a “un próspero año nuevo”, “salud”, “un poquito de dinero no viene mal” o que “todos tus sueños se hagan realidad”.

Sin embargo, casi no aprecié —para no pecar de absoluta— el vocablo “armonía” que entre tantas cosas significa llevarse bien con los demás, sobrellevar la vida. En fin, vivir con tranquilidad y paz en cualquiera de los ámbitos: laboral, profesional, personal.

Estar en armonía es una necesidad del ser humano que implica, por sobre todas las cosas, respeto y constituye un “condimento” esencial para acercarnos a la felicidad — aunque no entraré en la disquisición de si esta existe o no—, la cual se traduce en paz sobre todo para quienes ya acumulamos algunos años vividos.

No es posible vivir en armonía si primero no se está bien con uno mismo, si no se sabe qué atributos la “adornan”, cómo puede alcanzarse, construirse.

Difícilmente hablen de ella quienes coexistan en ambientes hostiles, donde la marginalidad y el bajo mundo, por decirlo de alguna manera, hagan de las suyas, o quienes en situaciones de desventaja social (con su consiguiente reflejo en diversas aristas) no favorezcan los escenarios libres de violencia y de otros males.

En este sentido, una alta responsabilidad tienen los padres, o aquellos que desempeñan el rol de “cabeza” de familia, cuya actuación resulta determinante en aras de fomentar en el hogar la decencia, la armonía y los valores, entre los cuales hoy tienen gran importancia la honestidad, la laboriosidad, la solidaridad.

Si la comunidad abrigara la armonía, si la practicara en el día a día, pues entonces la vida sería más agradable y llevadera.  

Hace poco un cubano me comentaba que a punto de regresar al país luego de una estancia de tres meses en una nación europea alguien le preguntó: “¿Qué querrías llevarte de aquí?”. Y con su respuesta dejó a todos asombrados. El hombre no ansiaba nada material, sino algo intangible.

“Me llevaría —dijo— un poquito de cada cosa que me ha gustado, por ejemplo, el respeto entre vecinos, la educación formal que se aprecia en las calles, el amor por los adultos mayores, el cuidado de los animales, la belleza de los jardines donde las flores permanecen intactas”.

Y mientras él casi enternecido me hablaba de su experiencia, yo soñaba en la posibilidad de que estos “poquitos” pudieran también rozar nuestra cotidianidad, donde no están ausentes del todo, pero sí falta mucho camino por recorrer todavía.

Las personas deberían ponerse siempre en lugar del otro. Si esto ocurriera, la mayoría de los problemas tuvieran solución. ¿Por qué escuchar música alta si molesto a los vecinos? ¿Por qué echar la basura fuera del tanque si eso trae más de una consecuencia negativa? ¿Por qué burlarse y filmar la escena de la señora que se cae en la calle mientras lleva para su casa un cartón de huevos? ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo levantarnos para dar el asiento a alguien necesitado? Los porqués serían interminables, y todos van en contra de la armonía.

 CUBASI

Una nota divertida de personas que "adoran" a sus vecinos.

Por eso, este nuevo año, además de desear a todos mis amigos salud y prosperidad, también les dejé una “pizca” de armonía, con el anhelo de que cada vez más construyamos un mejor país, digno de quienes nos antecedieron. 

La profesora Lidia Turner Martí, una mujer cuya ética la ha convertido en un paradigma para las actuales y futuras generaciones, subrayaba en su libro El pensamiento pedagógico de Ernesto Che Guevara: “En ocasiones insistimos con los jóvenes y adultos en el sentido humanitario, en la necesidad de condolernos con el dolor ajeno, en ayudar a todo el que lo necesite, pero en la vida cotidiana en el hogar, la escuela, el trabajo, la calle, no hacemos concreto este amor a la humanidad”.

Y más adelante señalaba: “Podemos estar dispuestos a dar la vida por la defensa de otro pueblo y, sin embargo, tratar mal al que nos hace una pregunta en el puesto de trabajo por ser un trabajador de servicio; cuando el maestro habla en voz demasiado alta a un niño para requerirlo; cuando en un ómnibus no le cedemos el asiento a una anciana; cuando como padres o maestros no nos comunicamos lo suficiente con nuestro hijo o alumno adolescente que tiene necesidad de comprensión y ayuda; cuando como dirigente o jefe de un centro de trabajo, no conocemos los problemas de nuestros trabajadores”.

Reflexionar sobre ello es un imperativo de estos tiempos y sería, a la vez, un buen comienzo para este 2018.

   

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