MIRAR(NOS): La cruz de ser hombre

MIRAR(NOS): La cruz de ser hombre
Fecha de publicación: 
13 Octubre 2017
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La culpa no es de unos ni de otras. Ni siquiera encuentro que exista alguna culpabilidad o daño. Ya me dirán luego. Pero primero abran sus mentes, porque es menester el entendimiento de las conceptualizaciones que izan las mayorías. Si una libertad existe desde que el mundo es mundo, es la de pensar diferente. Vamos entonces allá.

Un sucinto análisis permite corroborar que el machismo igualmente le está haciendo daño a los hombres. Por supuesto, les voy a brindar algunos ejemplos.

Si a una mujer le gusta el fútbol, si prefiere más que los pectorales y el abdomen definido de Cristiano, y si, además, sabe hablar de jugadas y posibles cambios en los once iniciales, a los fanáticos masculinos del deporte de las multitudes, a esos, les va a hacer la boca agua. La misma lógica cuenta para otros contenidos de música, mecánica o cuanto hobby aparezca por ahí.

Ahora bien: si ellos gustan de los tacones, aunque sea admirándolos en las piernas de su chica; si hablan de vestidos o de la novela de turno, no son bien vistos.

El «sistema operativo» de los machos machotes concibe que nosotras podemos tener una infinidad de gustos que pasen por todo lo anteriormente expuesto y hasta por nociones de la mecánica, pero… cuidadito el hombre con gustos estéticamente femeninos. Alguien dijo un día, y ahí se ha quedado, que te convertirán en menos hombre y que la humanidad completa arremeterá contra los «valientes».

Abran las páginas del periódico, de internet... saltan a la vista, en distintas latitudes, las mujeres maltratadas que nunca ponen su denuncia por maltrato debido al miedo a sus parejas. Los resultados son estimados, pero se han puesto a pensar (a propósito de Armando y Elena, en la novela actual)... ¿cuántos hombres maltratados no denuncian nunca, por miedo a sus pares y a la vergüenza pública? Claro, porque no es de machos dejar que te pegue tu chica. Porque no es de semental pura sangre aceptar que los insultos de tu florecita te tienen con estrés y perdiendo el pelo, cambiando tu peso y amaneciendo agotado. Ni imaginarse denunciar que una jefa te está obligando a portarte mal en la oficina, porque… más de lo mismo, ya ustedes conocen el porqué.

¿Otro ejemplo? Ahí va uno bastante arraigado en las sociedades contemporáneas. No importa si eres el mejor padre del planeta: si quieres la tutela de tus hijos después del divorcio, tienes necesariamente que demostrar la incapacidad de la madre.

La regulación machista y anticuada asume también que es la señora la que cuida, protege y cría, mientras que el macho solo es un proveedor reemplazable por una manutención. Aparentemente —al menos, eso me deja ver este tabú—, no hay mujeres profesionales, trabajadoras y sostenedoras de un hogar, como tampoco machos preocupados y entregados al cuidado de sus hijos.

La mesa está servida, y la cruz por ser hombre, pesadísima. Un aplauso para todos ellos hoy, los que me leen, y a los otros, mis respetos. Ellos se esconden para leer porque piensan que esta columna es demasiado «fresa» como para seguirla cada viernes.

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