Tranquilidad ciudadana, una conquista a preservar

Tranquilidad ciudadana, una conquista a preservar
Fecha de publicación: 
14 Marzo 2017
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   En cualquier pueblo de la Isla se puede transitar tranquilamente por sus calles sin temor a ser asaltados, o se puede disfrutar en una discoteca u otro centro nocturno sin la más remota posibilidad de ser sorprendidos por un tiroteo, sin embargo, las indisciplinas sociales pueden empañar  esta imagen.

  Cada vez con más frecuencia las fiestas y actividades públicas se ven truncadas por peleas y desórdenes que terminan en delitos de lesiones en muchos casos, pues lo que pudo ser una simple desavenencia llega a peligrosos extremos por el efecto de las bebidas alcohólicas.

   Casi siempre son jóvenes los implicados en estos hechos, incluso hasta menores de edad, lo que debe hacernos reflexionar acerca del papel que están desempeñando las familias en la formación y control de sus hijos.

   Si alguien sale de su casa con el ánimo de divertirse y contempla entre sus prendas un arma blanca, delito por demás penado severamente por la ley, está de hecho convirtiéndose en un transgresor de la legalidad y en una amenaza potencial, pues no vacilará en usarla ante la más mínima contrariedad.
   De ahí que sea imprescindible el papel de los padres para
persuadirlos y también que las instalaciones nocturnas adopten las medidas que crean convenientes para no dejar entrar a nadie portando un instrumento que pueda convertirse en un arma homicida.

   Sería conveniente que aquellos que alteran el orden en una discoteca, rompen una botella o provocan un incidente perturbador, sean expulsados de manera ejemplarizante y se les anote el carnet de identidad para no volver a dejarlos disfrutar de la instalación por un largo período.

    No hay que esperar que los indisciplinados se envalentonen y atemoricen al resto de la sociedad.

    La calle siempre será del pueblo, de los trabajadores, de los estudiantes, quienes después de cumplir con sus deberes salen en grupos  o en familia a disfrutar de restaurantes, teatros y otras actividades sociales concebidas para su esparcimiento.

    Basta un solo hecho de violencia física en una guagua, un parque o un estadio, para que la noticia se riegue como pólvora por todo el pueblo por lo inusual de ese tipo de acción en la sociedad cubana, sin embargo, uno solo es suficiente para ponernos en alerta y adoptar las medidas que impidan su proliferación.

 

   Esa paz que se respira hoy en cualquier barrio cubano, marcada por la solidaridad y el respeto, la cual es elogiada por los extranjeros que recorren el país, tiene que ser preservada tanto de día como de noche, con el apoyo de las organizaciones de masas, las instituciones estatales y cada uno de los vecinos.

   No puede dejarse  sólo a los agentes del orden el mantenimiento de la disciplina, pues resulta imposible mantener su presencia permanente en todos los puntos de una ciudad, pero sí resulta necesario darle prioridad a esos espacios más propensos al surgimiento de riñas y malos comportamientos.

    Al calor de una nueva coyuntura  social, algunos que gozan de mayor desenvolvimiento económico acostumbran a frecuentar y especular sobre su poder monetario en establecimientos de divisa, creyéndose los dueños del lugar y es a esos precisamente a los que hay que ponerle coto a sus excesos para que no le compliquen la vida a los demás.

    La tranquilidad ciudadana es una conquista que nos enorgullece y nos diferencia de muchas sociedades en el mundo, es la garantía para el crecimiento feliz de nuestros hijos y el quehacer seguro de toda la familia, por ello debemos preservarla a toda costa.

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