DIARIO DE UNA ESPERA: Hechos no aislados

DIARIO DE UNA ESPERA: Hechos no aislados
Fecha de publicación: 
29 Septiembre 2016
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Visitamos a una pareja que, desde hace 45 días, ha tenido la dicha del nacimiento. Sin disimular su magnetismo con los movimientos del bebé, L preguntaba sobre asuntos más terrenales: precios, horarios de sueño, frecuencia de alimentación, etc. Desde donde estaba, procuré parecidos sin pronunciar nada en voz alta. Alguien dijo que todos los niños pequeños eran idénticos. Claro, discrepé, sin comentarlo, como supondrán ustedes. Para mis desahogos, me queda la columna, y aquí la tienen.

 

Porque sucede que, generalmente, cuando un niño nace, siempre hay opiniones divergentes entre los estrenados papás y aquellos que hace rato lo fueron. Algunos consejos llegan con años de atraso, debido a que los bebés de hoy no son los mismos de ayer.

 

Cuando mi abuela se estrenaba como madre, por la parte médica, hubo menos cuidados y también poquísimas preocupaciones. Quizás ella estaba curtida con un material más fuerte, a base de sacrificios que iniciaron cuando se convirtió en guía de sus hermanos, apenas tenía 12 años.

 

Por cierto, conocí en el hospital a una madre de esa edad. A sus espaldas, la gente especulaba sobre el duro trance que le había tocado. Que si la vida era injusta, que si era una inocente... A su lado, pensaba en mí, más que en ella.

 

Con 12 yo tenía pocas nociones de todo lo concerniente a la sexualidad. Mi compañera de ingresos, por su parte, no tenía signos, ni físicos ni psicológicos, que denunciaran algún abuso. Aquella parecía una decisión tomada, y en medio de su ingenuidad, estaba dispuesta a asumirla con la valentía requerida en esos casos.

 

Tener un hijo es un acto de coraje, ¿alguien lo pone en duda? Desde el inicio y hasta el fin de los días, sigue perfilándose como la profesión más difícil del mundo.

 

El asunto es que L me parecía un hombre al lado del padre de su criatura. Pero juzgábamos de lejos, sin involucrarnos demasiado. Jamás les hablamos, y hoy lo lamento.

 

Después de dos días de análisis médicos, decidimos que debíamos tomar un tiempo para nosotros. En un lugar impensado, mientras comprobaban mi nombre, la sorpresa fue mayor. Mi nombre era mi nombre, sigue siéndolo, no se alarmen.

 

Del otro lado del escritorio, alguien preguntó: «¿Liz? ¿Liz, la periodista?». Ante mi respuesta afirmativa, argumentó: «Ahora mismo tengo la columna abierta, me encanta lo que compartes con nosotros… gracias por eso, estoy aquí para lo que necesites».

 

L no me dejará mentirles: en lo adelante, ella pasó a decir que sentía mucha emoción en ese momento. ¿Emoción por conocerme? Figúrense, quiso acariciar mi vientre y accedí gustosa, porque supe por la expresión de su rostro que ante el toque, mi hijo estaría en buenas manos.

 

Sin recuperarme todavía, pensaba en cómo aquella persona pudo identificarme por un nombre acompañado de un apellido que pudo coincidir, no lo sé, más de mil veces en toda la Isla. Agradecí aquel gesto y aprovecho, porque auguro que hoy me lee, para volver a agradecer.

 

Este espacio me ha acercado a ustedes de una forma que no esperaba. Jamás he exagerado ni un solo dato, ni una sola vivencia. No lo he hecho en toda mi carrera y menos aquí. Me alegra que se complazcan con el bienestar de mi hijo y que se aventuren a intentar el reconocimiento entre tantas personas, que puedo o no ser yo.

 

De corazón, gracias por leer y compartir el diario; por esperarlo y atesorarlo. Si cada jueves, en cuanto tienen el chance, en su trabajo o en la casa, buscan el Portal CubaSí, entonces hemos cumplido nuestro propósito: alejado de escribir por escribir o con la absurda idea de rellenar un espacio.

 

Si de sus 24 horas me dedican unos minutos, ya es, de conjunto con esta nueva experiencia, un premio enorme... sobre todo ahora, que una necesita tanto cariño. A riesgo de que me armen por trozos y me reconozcan entre las multitudes, sinceramente, gracias. 

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