ESTRENOS DE CINE: En el orden de las desapariciones

ESTRENOS DE CINE: En el orden de las desapariciones
Fecha de publicación: 
2 Septiembre 2015
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La mezcla de géneros, además de uno de los rasgos inexcusables de la modernidad, se está convirtiendo en peaje artístico de imposición casi obligatoria.

Pero es que, a todas luces, a Moland no le interesa demasiado el género al cual pertenece su cinta. Quiere que su largometraje sea, como la vida misma, una acumulación confusa de causas y consecuencias, azarosas en su mayoría, que marcan una narración abierta y desenfadada. Como en la cotidianidad, en esa que no tiene guion, el imprevisto y lo que no está preconcebido marcan la vida de cada cual, lo queramos o no.

El argumento: Nils acaba de ser declarado Ciudadano del Año por la efectividad y la disposición con la que ejerce su trabajo en las carreteras de la población. Sin embargo, la placidez que parece rodearle se quiebra de súbito, al tener noticia de la muerte de su único hijo. La policía dictamina que ha sido por una sobredosis de droga. Él se niega a aceptar ese dictamen. Investiga un poco y descubre que el joven ha sido asesinado por un par de esbirros de un importante narcotraficante. Es entonces cuando decide tomar venganza.

Kraftidioten, como es su título original, es —digamos— una suerte de thriller gansteril no exento de humor negro y de críticas sociales… a todas las sociedades de la tierra, independientemente del continente en que se encuentren. Como dicen en su conversación casual par de mafiosos —que van, por cierto, a secuestrar a un niño para asesinarlo luego—, tanto en Europa, como en Latinoamérica, norte de África o España, es igual: en todos los sitios hay problemas.

Cartel del filme En el orden de las desapariciones
Cartel del filme En el orden de las desapariciones

En la película hay tantos asesinatos como tipos de asesinos. Están los asesinos cultos, los que tienen principios, honra; los que son homosexuales y defienden su amor y se rozan con lascivia las mismas manos con las que torturan; los que le hacen cuentos antes de dormir al niño que han secuestrado; los que lloran en la tina del baño porque su vida es muy estresante.

La cinta resulta un ejercicio cinematográfico impresionante por la desinhibida tonalidad que Petter Moland impone al fluir del relato. El filme está acribillado de una hilarante acumulación de sarcasmos, reflexiones y escenificaciones afiladamente cómicas que no impiden el devenir frontal, bien dominado, de unos acontecimientos en los que la sed de venganza de unos y otros irá deparando una sanguinolenta espiral de violencia escenificada, siempre con sequedad y dureza.

El aprovechamiento del espacio helado, desierto, blanquísimo e intransitable en el que se desarrolla la mayoría de los hechos; la acertada dirección de actores; la mediación de unos diálogos atinados y mordaces; el hecho de que cada vez que alguien muere, la pantalla se pone en negro con el nombre y el apodo de la persona fallecida, como un conteo de muertos, como una redundancia sumamente explícita a la cantidad de muertos de la película, se convierten en causas por las que En el orden de las desapariciones es ágil, divertida y desprejuiciada. Sumamente recomendable.

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