Burundi: Los más pobres de los pobres

Burundi: Los más pobres de los pobres
Fecha de publicación: 
29 Marzo 2015
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Ya conocía de la vida en Burundi por los relatos de Mario Verdugo, un buen amigo exdiplomático, exfutbolista y escritor jatiboniquense (Sangre de Jurados), quien también laboró en las embajadas cubanas en Ruanda y Albania; de cómo a pesar de la malnutrición, vivían allí las personas más altas del planeta, con niños que sonreían y hasta jugaban sin tener nada que llevarse a la boca, inocentes de la herencia de explotación y muerte dejada por el colonialismo en uno de los países más pobres del mundo.

Este territorio africano vuelve a ser noticia, aunque poco divulgada, por las renovadas tensiones entre las etnias dominantes, que han dejado a más de 600 000 personas sin hogar y sin alimentos, recordando aquel 1993, año de matanza de hutus por tutsis, con más de 200 000 muertos y 500 000 desplazados, sin que Occidente, y principalmente Francia, hicieran algo para evitarla cuando tuvieron la oportunidad.

El lamentable hecho llevó la inestabilidad a la región y estuvo vinculado con el aún mayor genocidio de 1994 en Ruanda.

                                                                                                    
De sus habitantes escribió un poeta que «Son pobres que no tienen nada de nada/ No piden limosna, no.../ Ni venden alfombras de lana./ Tampoco elefantes de ébano».

Pero mientras el 66,9% de la población vive en la miseria, hay una minoría que disfruta de unas condiciones materiales cada vez mejores.

Este país de África Oriental tiene el segundo Producto Interno Bruto más bajo, según el Banco Mundial, después de la República Democrática del Congo. Tras el sangriento genocidio y la estela de una guerra civil que duró 12 años, sigue sin recuperarse y carece de infraestructuras sanitarias y médicas apropiadas. Por no hablar de centros de educación adecuados.

Posee solo 600 kilómetros cuadrados de bosque: el resto fue defoliado, debido a la gran densidad de su población. Los más de siete millones de habitantes viven en unos 27 000 kilómetros cuadrados.

Hay solo un 7% de carreteras asfaltadas y no hay ferrocarriles, aunque dispone de un aeropuerto internacional en la capital y otros siete aeródromos.

 
Volviendo a los más pequeños, son los que más sufren estas precarias condiciones. El índice del respeto de los derechos del niño en el país es de 4,67 puntos sobre 10, lo que significa que la situación es muy grave.

Casi la mitad de la población no tiene acceso a agua potable, por lo que muchos, sobre todo en zonas rurales, se ven obligados a hidratarse con agua sucia, lo que causa graves consecuencias en la salud.

La esperanza de vida asciende a tan solo 50,4 años. Malaria, diarrea y VIH-SIDA son algunas de las enfermedades más frecuentes.

 
La alfabetización adulta masculina ronda la mitad de los habitantes, y la femenina cerca de un cuarto. Según los datos recientes, un 70% de los niños reciben educación, aunque la escolarización es obligatoria hasta los 12 años.

Lamentablemente, los menores no tienen mucho tiempo para estudiar: uno de cada cinco es obligado a trabajar para ayudar con las necesidades familiares.

La Universidad de Burundi es la única del país y fue fundada en 1960. La medicina tampoco tiene un buen nivel: hay solo un médico por cada 37 581 habitantes.

Detrás de la violencia

Independientemente de las diferencias entre etnias, insufladas por el neocolonialismo, los monopolios están detrás de las riquezas de una nación donde fue detectado el 5% de las reservas mundiales de níquel, además de las de oro, platino y otros metales. Además, fue descubierto petróleo, que está siendo explotado por la transnacional AMOCO.

Es el principal exportador mundial de café, aunque la extrema sequía y la mala atención a las tierras han dañado seriamente a una economía que depende de la agricultura, la silvicultura y la pesca, así como de las cosechas de té, algodón, yuca y boniato.

China ha estado asistiendo a la nación en materia de salud, y en un programa de recuperación de cultivos intensivos de oleaginosas, caña de azúcar y frijoles, entre otros, lo cual favorece, además, la creación de granjas cooperativas; pero la mala convivencia étnica y las maniobras occidentales para alejar cualquier influencia de la nación asiática han estado contribuyendo al mantenimiento de una situación tan precaria como volátil.

Subrayemos que más de 600 000 personas desplazadas por nuevos brotes de violencia se hallan al borde de la inanición en Burundi, donde las constantes violaciones del acuerdo de cese al fuego, combates esporádicos entre fuerzas del gobierno y opositores, atentados personales y la inseguridad alimentaria, mantienen en vilo a la población. Y es que las divisiones dejadas por el colonialismo y la ambición de intereses imperiales relacionados con esos conflictos étnicos, son los principales responsables de que en Burundi subsistan los más pobres de los pobres.

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