En la órbita de Orígenes

En la órbita de Orígenes
Fecha de publicación: 
2 Marzo 2015
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Cercanos ya a los 71 años de uno de los sucesos más singulares de la cultura cubana, la creación del grupo Orígenes y de su revista,  fue justo rememorar en el mismo sitio donde surgió, la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, de Bauta, aquel encuentro de varios amigos cuyos nombres comenzaban a hacer historia en las letras de Cuba.

Algunos estudiosos afirman que las esencias origenistas se remontan al año 1937 con la aparición del poema Muerte de Narciso, de José María Andrés Fernando Lezama Lima, simplemente conocido en todo el mundo como Lezama Lima, escritor cubano que aunque se dedicó sobre todo a la poesía y al ensayo, aunque se le recuerda fundamentalmente por su faceta de novelista, en concreto por su obra Paradiso, publicada en 1966 y de gran repercusión internacional.

Sobre este autor nacido el 19 de diciembre de 1910 en el campamento militar de Columbia, en La Habana, hijo de un coronel de artillería y considerado uno de los más importantes de la Literatura Hispanoamericana, en nuestro país aún hay mucho que estudiar, debatir y promover, tanto como también lo precisa el propio Grupo y la Revista Orígenes.  

Como es sabido, en el año 1944, surge lo que posteriormente sería un paradigma en la cultura insular: Orígenes, palabra que según el Diccionario de la Real Lengua Española significa “Principio, nacimiento, manantial, raíz y causa de algo”, además de “Patria, país donde alguien ha nacido o tuvo principio la familia o de donde algo proviene”, premisas sobre las que precisamente Lezama Lima creó el grupo y revista homónimos, reuniendo, a través de la amistad y el diálogo espiritual, a varios intelectuales de su tiempo, quienes asumieron en aquella publicación la mejor concreción del espíritu moderno.

De acuerdo con su definición pública, el proyecto origenista es "un rasguño en la piedra", al decir del propio Lezama. Se trataba de una organización verdadera, de un ente que, por tener raíces de grandes profundidades sociales, históricas y culturales, no dependía de los arrastres de vendavales coyunturales, en una época caracterizada por la banalidad republicana donde la consonancia de una política regida por doctrinas impuestas por corruptos gobernantes, constreñía los horizontes de cualquier tipo de valoración cultural que se revelara en la isla.

A través de la poesía, tanto social como pura, aquel conjunto de intelectuales expresaba su desacuerdo ante la opresión social. Mediante esa conducta contestataria, Orígenes devino propugnador de un novel proyecto nacionalista, empeñado en profundizar en los orígenes de la cultura nacional, partiendo de la impugnación abierta  a todo aquello que epidermizara la cultura. Para sus integrantes, la idea central de su acción partía de una visión teleológica y trascendental, en la que, ante todo, se enaltecía el sentido de "lo cubano", apreciado desde los planos más profundos, es decir, los  más recónditos y esenciales de la realidad. Conceptos que sirvieron de estandarte en la lucha por la emancipación plena del hombre, ahondando en su ser individual y participativo, para llegar a las entrañas y raíces de sus formas de decir y actuar.

Según el filósofo y ensayista español, José Ortega y Gasset (Madrid, 1883–1955), exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital, Orígenes constituyó la búsqueda de la esencialidad y del afianzamiento del hombre.

De acuerdo con un artículo publicado en Cubalitearia, cuatro intentos válidos por sí mismos fueron los precedentes más ilustrativos que derivarían, en consecuente maduración estética, en la creación de la Revista Orígenes. No puede entenderse ni su impronta ni su significado esencial dentro del ámbito de la cultura cubana e hispanoamericana, desconociendo las formas de un pensamiento mismo que fue perfilando sus preceptos desde la publicación del primer número.

A Orígenes le antecedieron Verbum (1937),  Espuela de Plata (1939-1941), Clavileño (1941-1943), Nadie Parecía (1942-1944), Poeta (1942-1943); para finalmente derivar, en 1944, en esta revista que igualmente fue alentada por el Padre  Ángel Gaztelu, quien además de integrante del grupo ofreció su residencia en Bauta y la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, donde él oficiaba, para facilitar el recurrente encuentro de aquellos intelectuales encabezados por Lezama Lima seguido por otros grandes creadores (poetas, músicos, pintores) como Virgilio Piñera, Fina García Marruz, Eliseo Diego, Octavio Smith, Lorenzo García Vega, Cintio Vitier, Cleva Solís, Gastón Vaquero, Julián Orbón, José Ardévol Gimbernat, Mariano Rodríguez, René Portocarrero, Bella García y Agustín P.

Bien se ha enfatizado que Orígenes, como revista, materializó un espíritu poético que reivindicaría otra dimensión de la realidad cubana. De este modo esa realidad no sólo es expresada, re-creada y valorizada, sino asumida en su carnalidad. Orígenes no sólo fue un espacio para cultivar y publicar de poesía, sino fue tribuna  de ella, el cuerpo que expresó el espíritu devenido forma expresa de una nacionalidad defendida a toda costa, visionada más allá de su significante para ser el solo significado.

Esos preceptos editoriales ya habían sido anunciados, en el segundo número de Verbum, por el crítico de arte y diplomático  Guy Pérez Cisneros, quien en un artículo sobre varios pintores cubanos expresaba, en cuatro significativos puntos, la acción cultural del grupo. El primero de esos apartados proponía “derrocar todo intento artístico de tendencia política, pues en este momento toda tendencia política que no sea estrictamente nacional, está forzosamente equivocada y sólo nos puede conducir a una desaparición total”; mientras que en el cuarto y último se afirmaba  “alentar con celo todo lo que sea capaz de crear la sensibilidad nacional y desarrollar una cultura”.

Más adelante Guy sostenía que “este deber, por minúsculos que sean nuestros medios y nuestras fuerzas, trataremos de cumplirlo para que por fin, estas paredes históricas que nos rodean y que quizás avergüencen mis palabras, lleguen a ser: la fragua de la nacionalidad cubana…”

Otro planteamiento concordante con los enunciados de Pérez Cisneros, los expuso Lezma Lima, en 1937, en su célebre Coloquio con Juan Ramón Jiménez, donde argumentaba el propósito de concretar el Mito de la insularidad e integrarlo como aporte a la personalidad social y cultural de la nación.

 

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Fue esa reunión de talentos, de espiritualidades tan grandes como divergentes, la que ocasionó, con sus respectivas obras literarias (poesía, narrativa, crítica literaria, artística, estética y filosófica) una gran conmoción cultural. Por sus aportes y por la indiscutible calidad de sus textos, así como por la concreción de un espíritu poético que reivindicaría otra dimensión de la realidad cubana, durante sus doce años de existencia, la Revista Orígenes devino emblema revolucionario de la cultura insular en aquellos años.

En un extenso artículo publicado por Enrique Saínz en el número 1 del año 2012 de la Revista Espacio Laical, titulado De las entrañas de la isla, señala: “Ahí estaba, sin dudas, la vanguardia, pero llevada hasta límites insospechados por sus más fieles adeptos. Fina García Marruz ha señalado que Lezama era más delirante que todos los vanguardistas, aseveración que podemos corroborar leyendo sus páginas representativas. Y además hallamos en Muerte de Narciso, como en su acercamiento a Garcilaso, innumerables fuentes espirituales y una decisiva voluntad de ruptura, también proclamada por los movimientos surrealista, cubista y dadaísta. Desde su propia época Lezama se remonta hacia el pasado e integra múltiples elementos diversos para crear otra interpretación de la vida y de la cultura, propuesta radicalmente distinta de todas las que animaban los lineamientos ideoestéticos en aquellos años. El gran antecedente estaba en José Martí, el hombre que aunó, con recia voluntad creadora, poesía e historia, pasado y porvenir”.

Hay que apuntar que la mayoría de los integrantes de Orígenes tuvieron en sus sólidas formaciones las enseñanzas de los grandes maestros del cristianismo, sobre todo de muchos de sus poetas. Fina García Marruz alega en su libro La familia de Orígenes (1997) que “Dante es un nombre más esencial a nuestro modernismo que Verlaine”, de donde se infiere —según Enrique Saínz—, que “también para Orígenes el gran poeta florentino fue más importante porque para los poetas del grupo el gran autor católico había alcanzado lo que ellos, como los modernistas, también buscaban: la catolicidad, es decir, la universalidad que habría de integrar vida y muerte, cuerpo y alma, poesía e historia. Esa religiosidad profunda de los origenistas, asumida desde posiciones libres, sin desentenderse de los dogmas, pero sin vivirlos en sentido estricto, dio al grupo una manera muy peculiar de asumir la cultura precedente y coetánea, como se evidencia en la lectura que hicieron Lezama, Vitier, García Marruz, Diego y Smith de los poetas qu e mayor significación tuvieron para ellos. Ningún poeta cubano, exceptuado José Martí, se planteó semejantes tesis ni alcanzó a realizar tan extraordinarias interpretaciones de sus autores formativos como ellos”.

Otro extraordinario aporte de los origeneístas, fue su cuidadoso escudriñamiento en la variopinta arquitectura de la nacionalidad cubana, a través de disimiles textos que de alguna manera contribuyeron a establecer una posición estrechamente vinculada con el latinoamericanismo, en concordancia con el ideario martiano en el que se insta a comprender a Nuestra América como un solo cosmos, una Patria grande, desde el Río Bravo hasta La Patagonia, en tanto integrar a la isla al vasto universo de la cultura mundial. Y tales empeños fueron posibles no solo a través de sus producciones literarias, en las que no establecieron diferencias  entre una personalidad insular u otra hispanoamericana, europea, asiática o de cualquier otra región del orbe.

“No otra explicación que su profunda inquietud por los destinos de Cuba puede tener la devoción de los mayores representantes del grupo por la obra de Martí. Quisieron esos jóvenes contribuir a la refundación del país insertándolo en la gran tradición de la más alta cultura, labor paralela a otros esfuerzos reivindicadores…”, apunta Saínz en su medular artículo para Espacio Laical.

Se ha comprobado que muchos de los volúmenes de poesía, teatro, narrativa y ensayos hispanoamericanos establecen nexos indiscutibles con los trabajos publicados por Orígenes, tanto a través de su revista como en los libros de  sus integrantes, en todos los cuales, de acuerdo con los criterios de muchos de los grandes maestros de la literatura, y de prestigiosos críticos, emanó un fecundo taller fundado y enriquecido sobre la diversidad, tomando como punto de partida las raíces más hondas de nuestra ínsula, subyacentes en nuestros ancestros: el indio, el negro, el español, el chino…. Como expresara el sabio Don Fernando Ortiz, en su artículo titulado Factores humanos de la cubanidad, publicado en la Revista Bimestre Cubano (Marzo-Abril de 1940): "Cuba es un ajiaco, ante todo, una cazuela abierta. Eso es Cuba, la isla, la olla puesta al fuego de los trópicos... cazuela singular la de nuestra tierra, que ha de ser de barro, muy abierta".

En tal sentido, la propia presentación de Orígenes afirmaba: “Queremos situarnos cerca de aquellas fuerzas de creación, de todo fuerte nacimiento, donde hay que ir a buscar la pureza o impureza, la cualidad o descalificación de todo arte (…) nos interesan fundamentalmente aquellos momentos de creación en los que el germen se convierte en criatura y lo desconocido va siendo poseído en la medida en que esto es posible y en lo que no engendra una desdichada arrogancia.”

“Eran —según Saínz— escritores que miraban hacia el pasado y que se proyectaban hacia el porvenir. Sustentaban su trabajo en una ética intachable. En una primera lectura o en sucesivas lecturas superficiales no vemos ese anhelo de futuridad y de redención que subyace en sus páginas, pero cuando volvemos a sus ensayos y poemas y a los editoriales de las revistas nos percatamos de la indisoluble fusión de sus reflexiones y sus propuestas de una nueva nación...”

Con la mirada en el pasado y sobre la base del necesario e ineludible enriquecimiento de nuestra identidad, la obra del Grupo Orígenes se erige en monumental e indestructible  herencia de los cubanos, joya que, de acuerdo con el escrito de Saínz en Espacio Laical, constituye un importante instrumento cultural a tener muy en cuenta en “esta época de creciente pérdida de valores, de avances tecnológicos que parecen juegos de la imaginación y que contribuyen, en su lado negativo, a desustanciar la vida y a hacernos creer que los grandes problemas se van a resolver con los avances científicos, las propuestas de estos poetas y pensadores poseen un extraordinario significado en la medida en que nos inducen a indagar más adentro en nosotros para ver nuestras insuficiencias y nuestra pobreza. Creo que la cultura de nuestros días tiene en este grupo de escritores, pintores y músicos uno de sus grandes momentos no sólo por las calidades intrínsecas de sus libros, sino además por habernos enseñado a mirar y comprender, sentir y disfrutar la alegría de la vida y la esperanza de un mundo mejor hasta el día de la eternidad”.

Bien es cierto que, durante su existencia,  Orígenes no tuvo un explícito carácter polémico;  sin embargo son conocidas sus espinosas discusiones en defensa de determinadas tesis y planteamientos de sus autores en algunos escritos, sobre todo aquellos que enfrentaron valientemente la desvergüenza y la corrupción de los mandatarios de la época y sus principales seguidores, además de la mediocridad, a veces humillante, del ambiente cultural que era alimentado por los poderosos oligarcas con el principal fin de entretener a la rancia burguesía cubana.

En una magistral conferencia del poeta, ensayista y promotor cultural, Roberto Fernández Retamar, presidente de la Casa de las Américas, publicada en la revista Thesaurus, del Instituto Caro y Cuervo, de Colombia  (Tomo 49, Número 2 , correspondiente al año 1994), bajo el título de Orígenes como revista, el destacado intelectual cubano  puntualiza: “En cuanto a la circunstancia nacional en que vivió Orígenes, el propio José Rodríguez Feo —(1920-1993), crítico, traductor, ensayista, editor y uno de sus directores— la caracterizaría años después señalando que en la Cuba de entonces ‘prevalecieron la corrupción administrativa, la malversación de los dineros del pueblo, el enriquecimiento de los politiqueros con los negocios más sucios, el pandillerismo, la división del movimiento sindical y el sometimiento total del país a las imposiciones del imperialismo yanqui’. Convertida además Cuba en feudo de la mafia".

Tras la publicación de  42 números, entre 1944 y 1956,  con portadas en cada una de sus ediciones que fueron ilustradas por grandes pintores, además de los 23 libros que vieron la luz bajo su sello editorial, así como los numerosas programas culturales que alentó y defendió dentro de una ferviente unidad de trabajo, lamentablemente la revista Orígenes —que también tuvo como editores iniciales a Mariano Rodríguez y Alfredo Lozano Peiruga—  llegó a su fin debido a absurdas disputas por viejos odios españoles entre sus dos directores, Lezama Lima y Rodríguez Feo.

Sucumbía así aquella revista que en su número 16, correspondiente al  invierno de 1947 —sabido es que se publicaba cada tres meses, en correspondencia con las estaciones del año— afirmaba que  “todo podrá tener acogida en nuestras páginas, menos lo chusma, lo frío informe, lo apresurado, y el rezagado que quiere ahora pasarse de listo, cuando todos sabemos que llegó tarde a la fiesta y no tiene alegría ni expresión para hacer otras fiestas”.

Para muchos, el pleito entre Lezama y Rodríguez Feo fue superfluo, aunque provocó  doloridas repercusiones entre la intelectualidad cubana y de Hispanoamérica. Tras la discordia entre ambos intelectuales se editaron dos revistas con el mismo nombre, Orígenes, una de ellas dirigida por Lezama, quien se valió para ello de un Consejo de colaboración integrado por algunas de las figuras cubanas más notables de esa época, y la otra, creada por Rodríguez Feo, con otro Comité de Colaboración formado por escritores extranjeros.

“Orígenes se había rajado, y empezaba a extinguirse. Una, la de Lezama, quedó desguarnecida; otra, la de Rodríguez Feo, era un conjunto amorfo de colaboraciones, aunque no pocas de ellas fueran en sí excelentes”, afirma Retamar en la prestigiosa publicación Thesaurus  dedicada  esencialmente a  los campos de la lingüística y la literatura, tanto en lengua española como en lenguas indígenas americanas.

Seguidamente enfatiza: “¿Qué habría ocurrido si, de no haberse publicado los exabruptos que asesinaron a Orígenes, esta hubiera durado al menos dos años y medio más, hasta el triunfo revolucionario de 1959, un triunfo que sus dos exdirectores, a la sazón absurdamente separados, saludaron con entusiasmo? No puedo dejar de pensar que en ese caso nos habríamos ahorrado ciertas mediocridades y groserías. Aunque esta conjetura no puede desconocer que el clima cada vez más espantoso del batistato muy probablemente hubiera hecho imposible la sobrevivencia de Orígenes, como ocurrió con la nueva revista de Rodríguez Feo, Ciclón, fundada en 1955 e interrumpida por él en 1957”.

Es imposible escribir, en tan breve espacio, con mayor profundidad sobre Orígenes, cuyo subtítulo fue Revista de Arte y Literatura y sobre la que hay  mucho que estudiar y difundir aún, sobre todo entre las jóvenes generaciones que apenas conocen de la existencia de este fenómeno de la cultura insular.

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