Cuba: Lo que ellas quieren

Cuba: Lo que ellas quieren
Fecha de publicación: 
31 Octubre 2014
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No se trata de la película en que Mel Gibson hace de todo para comprender lo que pensamos las mujeres, el filme en el que, después de travestirse, se electrocuta en la bañera y al amanecer sucede el milagro: puede oír nuestras ideas, hasta las más íntimas. Sin embargo, aunque no en la misma cuerda de aquella comedia, este texto podría ser útil a la vieja obsesión masculina por entendernos.

 

¿Qué queremos? ¿Qué nos gusta? ¿Cuáles son nuestras prioridades a la hora de escoger pareja? ¿Realmente somos tan complicadas? ¿O tan exigentes? ¿Qué es más importante, el exterior o el interior? Una decena de mujeres cubanas, de diferentes edades, nos contaron sobre sus expectativas con los hombres.

 

¿Los hombres no tienen que ser lindos?

 

Muchas veces he escuchado esa frase como parte de una idea de masculinidad tosca, donde prima la fuerza, la virilidad casi violenta, visible en la gestualidad más superficial o, en el mejor de los casos, para introducir otro discurso sobre la hombría, el de la caballerosidad y el encanto como clave del éxito con las mujeres.

 

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La más joven de las entrevistadas, Sandra, una técnico en Contabilidad de 21 años, comentó: «Cuando uno mira, primero es lo físico, tiene que entrar por los ojos, pero después, cuando hablas con él, si viene con chabacanerías o con ideas que no compartes, de nada sirve que sea muy lindo. Necesito que sea caballeroso, amable, que me invite a salir, romántico, porque hoy en día no hay hombres románticos».

 

Y efectivamente, para la mayoría de las mujeres la cosa no parece estar básicamente en que sean lindos o no. Una doctora de 32 años, Cinthia, afirma: «A mí me gustan los hombres que me gustan, eso significa que pueden ser lindos o feos para los conceptos tradicionales, pueden ser blancos, mulatos, negros, altos o bajitos, flacos o más llenitos, tengo preferencias, claro, pero no soy para nada excluyente, tal vez tiene que ver con que primero los oigo, si no me convencen, ni los miro, pero si lo que oigo me gusta, inmediatamente los encuentro bellos».

 

Omaida, artesana de 54 años, se proyectó en la misma cuerda: «No es trascendente si los hombres son más flacos o más gordos, si son lindos o no, lo más importante es la parte espiritual, que me ayuden, que compartan todo conmigo, el trabajo, todo, y prefiero que me quieran a mí más que yo a ellos, pues yo me acostumbro, pero sí necesito sentir que me quieren».

parejas cubanasPara Lía, abogada de 32 años, «la belleza física es relativa, tiene que atraerme, por supuesto, pero mi prioridad es que sea inteligente, que me impresione, que tenga una conversación interesante, que me encante cuando hable, también que sea pícaro, y generalmente me fijo en hombres mayores que yo».

 

Entre lo que se ve a simple vista, la profesora Mirta, de 39 años, lo único que considera irrenunciable es la estatura: «Tiene que ser más alto que yo, si no, puede ser el mejor del mundo y no me interesa. No puede ser débil de carácter y desde el punto de vista moral, lo que más me importa es que sea honesto; puede ser bruto, no tener dinero, pero tiene que ser honesto».

 

Con 35 años Lisandra, camarera, sí lo quiere «bien bueno, que sea un mango, un lindo, trigueño y de ojos claros, preferiblemente dos o tres años más chiquito que yo, pero sobre todo que sea bueno y tenga carácter, que yo no le pueda meter el pie, que tenga buenos sentimientos y no fume ni beba».

 

Diana, dependiente gastronómica de 25 años, es otra de las que expresó que sus hombres sí necesitan ser lindos, sin embargo, lo reconoció como una debilidad: «Realmente miro mucho lo físico y eso es malo, porque al final hay gente que tengo delante de mí y no los veo, soy demasiado exigente con el tema de que no tengan barriga, ni mucho pelo, y que luzcan bien; por otro lado, no tengo prejuicios, no me importa si son bisexuales o mujeriegos, si son lindos y simpáticos, necesito que me hagan reír y que sean buenas personas».

 

A sus 26, Jany sentencia: «El físico no es importante, de hecho no tengo un modelo definido», y enseguida introduce un punto de vista muy interesante en los tiempos que corren: «No me gusta que tengan músculos muy grandes ni que se pasen el día frente al espejo, quiero que me miren a mí, no que se miren ellos mismos, no soportaría salir con un hombre que se demore más que yo peinándose y arreglándose, tampoco es que los prefiera flacuchos o desarreglados, pero sin exagerar».

 

¿Y cómo queda el tiburón con trenza?

 

La opinión de Jany me ha remitido irremediablemente a un joven cantante que apareció en cierto programa de la Televisión Cubana con un exuberante peinado de nombre no menos rimbombante: «el tiburón con trenza». Supongo que este tipo de look no tendría mucha aceptación entre mis entrevistadas, quienes de algún modo acompañan a Jany en su criterio.

 

Sandra no tolera: «ni los pelados raros, ni los pantalones tubito, ni la sacadera de cejas, ni que sean tan fortachones». Omaida enfatiza el asunto de las «gangarrias»: «no soporto los hombres con apariencia extravagante, ni con cadenas, ni anillos, para mí solo llevan pantalón, camisa y reloj», y Cinthia aclara: «más que cómo es el hombre que me gusta, puedo asegurarte que nunca miraría a uno con el yonqui o que me acompañe a la peluquería a hacerme los rayitos».

 

Por su parte, Diana disfruta «las manos de un hombre arregladas, finas, con un brillito liso, que se vista a la moda y se ocupe de su cutis, que use cremas para la piel», y a Lía le agradan «los tipos con apariencia limpia, finos, bien arregladitos». Ambas concordarían con el 89% de las mujeres encuestadas en un estudio realizado en Estados Unidos, en el cual dicha mayoría se pronunció a favor de un hombre que se cuide físicamente.

 

Todo parece indicar que el quid de la cosa está en no llegar a los extremos ni hacernos la competencia a las féminas. «Para estar linda y usar trenza estoy yo», parecen decir a coro mis entrevistadas. Cada una, a su modo, ha marcado diferencias entre un «tipo lindo» y un «tipo atractivo». De hecho, nadie esperó en ningún cuento de hadas por «el príncipe bonito», sino por «el príncipe encantador», aunque no es menos cierto que siempre lo pintaron hermoso en las ilustraciones de los libros y en los dibujos animados.

 

Finalmente, les comento que un estudio de la Universidad de California asegura que hay un factor condicionante en las preferencias sexuales de las mujeres: su ciclo menstrual. Así lo divulga un artículo publicado en la red:

 

«Este análisis, basado en medio centenar de investigaciones previas, sostiene que, durante la ovulación, las mujeres prefieren a los hombres de comportamiento dominante y de rasgos corporales y faciales muy masculinos. Mientras que el resto del mes, se inclinan por aquellos estereotipos socialmente ligados con la vida en pareja y eligen al mejor padre».

 

Tres moralejas a primera vista: sí somos complicadas las mujeres. Número dos: sobran las razones para que los hombres nos acompañen a hacer las cuentas de nuestros ciclos hormonales. Número tres: imprescindibles compañeros, no hay estándar posible, tendrán que continuar esforzándose cada día por entender lo que ellas, nosotras, queremos…

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