Brasil, decime qué se siente

Brasil, decime qué se siente
Fecha de publicación: 
15 Octubre 2014
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El primer debate entre los candidatos a la presidencia de Brasil fue una escaramuza anunciada. Ambos se vienen midiendo desde la primera vuelta y el cruce de tensiones se vio en los estudios de TV Bandeirantes, cuando entre los temas pactados surgieron los pases de factura.

 

Aécio Neves, presidenciable del PSDB (el mismo que encumbró a Fernando Henrique Cardoso dos veces en el Planalto), arrancó con la soltura y confianza de quien se siente en su casa. Después de todo los medios masivos brasileños son más que benévolos con él y a veces hasta en demasía, como la sanción del Tribunal Supremo Electoral a la revista Veja por presentar una entrevista a Neves que ocupaba toda su portada en tiempos de veda electoral. El presidenciable derechista siempre dirigió sus respuestas a las cámaras de televisión, dirigiéndose a los "telespectadores" como un conductor de programas ómnibus y trató de mantener su libreto, posturas y gestos estudiados que seguramente le marcaron sus asesores de marketing. Inseguridad, inflación, corrupción, frases como "hay que mirar al futuro", efectistas y sin argumentaciones que las acompañen, más dignas de Paulo Coelho que de alguien que quiere dirigir los destinos de la séptima potencia mundial y la segunda de América. Cuestiones tan comunes a los aspirantes de la oposición en la región, el más cercano en tiempo y fronteras es el argentino, donde también suelen escucharse los mismos cantos de sirena. Con calcado abroquelamiento de los poderes periodísticos y financieros detrás.

 

Sólo perdió la línea cuando intentó atacar a la presidenta Dilma Rousseff con el latiguillo de la corrupción, especialmente un caso que la prensa viene blandiendo desde hace meses. La detención y posterior confesión de un ex director de Petrobras, reveló un esquema de sobornos y desvíos de dinero a partidos políticos de todos los colores, del que tampoco escapa el PSDB aunque la cobertura mediática intente protegerlo. Fue en ese instante del debate en que Aécio comenzó a trastabillar y tildó de mentirosa a Rousseff, mientras ella le enumeraba uno a uno los casos de sobornos, compra de votos, desvíos de recursos, etcétera, en los que tanto la gestión de Cardoso como la de él mismo al frente del gobierno de Minas Gerais se vieron involucrados y quedaron impunes y sin castigo.

 

Por el lado de la candidata del Partido de los Trabajadores (PT) a la reelección, las propuestas giraron en torno a la profundización de los cambios sociales y económicos que Brasil viene registrando en los últimos 12 años (36 millones de personas sacadas de la pobreza y 42 millones, "una Argentina completa" señaló Dilma, que conforman una nueva clase media). Si bien los pronósticos económicos para este año no son muy alentadores y ha registrado una importante recesión por segunda vez en esta mitad del 2014, Dilma asegura que todo está bajo control que en el próximo cuatrienio el gigante sudamericano retomará el ritmo de crecimiento mientras continua poniendo el acento en la distribución más equitativa del ingreso, a la par de garantizar un aumento en los recursos para educación y salud. El único tema que resultaba demasiado reiterativo fue el del paso de Aécio Neves en el ejecutivo de Minas (estado natal de ambos contendientes y en el que el PT se impuso el 5 de octubre pasado), que ha dejado una estela de descontento y varios números sin aclarar, además de cierto nepotismo en la construcción de obras o repartos de favores (un aeropuerto en tierras de un tío y el otorgamiento de pauta publicitaria oficial a medios de comunicación en poder de familiares de Neves, entre otras cuestiones). Cierto es que cuando la mandataria intentó dejar el asunto debía retomarlo ante la insistencia del postulante opositor de rechazar las acusaciones, inclusive con modos pocos caballerescos.

 

Debatir es quizás el rasgo más democrático en una sociedad que busca vivir bajo ese sistema en el que todos tienen voz y voto. Colocarles reglas claras y respetables por los competidores es de obvia necesidad, para que el intercambio de ideas no acabe en gresca inútil. El caso brasileño es un ejemplo para toda la comarca latinoamericana, pero la ansiedad de las corporaciones informativas que se oponen en masa al gobierno enturbian el libre juego de opiniones y confunden, adrede, al electorado menos politizado. Que entre uno y otro bloque de preguntas los periodistas de la cadena busquen al responsable de la campaña del Partido de la Socialdemocracia Brasileña para hacer acotaciones o tratar de rematar la última palabra de un intercambio ya cerrado, no parece ser muy limpio. Si bien, hay que reconocer que también le daban micrófonos a integrantes del equipo oficial, la orientación era muy nítida: poner en boca de Neves lo que éste no llegó a decir o remarcar algún dato errado de la presidenta. Tanto nerviosismo por cómo tambaleaba el hombre, hacía que en los zócalos imprimieran títulos policiales impactantes junto a la cotización del dólar que siendo las 22 hs no tenía mucho sentido publicar.

 

A grandes rasgos se podría decir que Dilma Rousseff aventajó a Aécio Neves en propuestas y saldos de administración a favor de los trabajadores y sectores más vulnerables. Neves puede hacer buen pie cuando asevera que mantendrá los programas sociales del PT, combinados con profesionalismo y transparencia; pero hace agua cuando la Jefa de Estado lo apura por el costado neoliberal de su proyecto que huele demasiado a tiempos pasados cuando gobernaban los "tucanos" durante la última década del siglo XX, durante los cuales la tierra del café, el carnaval y el fútbol bonito, logró el récord de quebrar tres veces su economía con un tendal de desempleo y exclusión que muchos creían haber dejado muy atrás.

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