La suerte de Latinoamérica se juega en las urnas

La suerte de Latinoamérica se juega en las urnas
Fecha de publicación: 
22 Septiembre 2014
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El mes de octubre puede ser crucial para la mayoría de los países latinoamericanos, en especial para los que apuestan por la unidad de la región, pues las elecciones presidenciales en Brasil (el día 5), Bolivia (el día 12) y Uruguay (el día 26) pudieran mantener el avance de las fuerzas de izquierda y centroizquierda o provocar un giro a la derecha, según los resultados.

 

La situación más preocupante se da en el gigante suramericano, Brasil, pues la mayoría de los votos se mueven entre la permanencia de la actual presidenta, Dilma Rousseff, quien busca la reelección por el Partido de los Trabajadores (PT); Marina Silva, candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB) y el senador Aécio Neves, postulante de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

 

Según las últimas encuestas, Rousseff mantiene la preferencia del electorado con un 36% de respaldo, nueve puntos porcentuales más que su adversaria Silva. Las pesquisas dan por sentado que se dará una segunda vuelta electoral entre Rousseff y la pretendiente del PSB, con un posible empate técnico.

 

De ganar Silva, no solo sería el fin de los 12 años de ejercicio del poder del Partido de los Trabajadores, sino que seguro concluiría el rol de Brasil como apoyo fundamental a los gobiernos populares de la región.

 

También se prevé, en ese caso, un cambio en la política exterior de Brasil, que actualmente se centra en potenciar el bloque suramericano Mercosur, y  de seguro buscaría concretar acuerdos de libre comercio con Europa, Estados Unidos y Asia, según analistas brasileños.

 

“Yo creo que va a haber un cambio muy grande, no importa cuál de los candidatos de oposición gane”, destacó recientemente Rubens Barbosa, ex embajador brasileño en Estados Unidos y actual consultor empresarial en San Pablo.

 

La campaña de cara a la primera ronda concluirá el 2 de octubre y las encuestas muestran un proceso totalmente abierto y polarizado entre los modelos que proponen ambas candidatas,  que serán las más votadas en esa primera vuelta del 5 de octubre y según especialistas las elecciones se decidirán en segunda ronda, el día 26.

 

Rousseff  apoya su oferta en los programas sociales desarrollados desde 2003, cuando esa formación llegó por primera vez al poder con Luiz Inácio Lula da Silva. En su mensaje abundan los números y cita siempre las cerca de 40 millones de personas que salieron de la pobreza y pasaron a engrosar la clase media en los últimos doce años, así como el mantenimiento de tasas de desempleo en torno al cinco por ciento en plena crisis mundial.

 

La actual mandataria también fomentó el Programa “Bolsa Familia”, que distribuye a 12,7 millones de hogares una renta mensual aproximada de 80 dólares consiguiendo que 29 millones de personas salgan de la pobreza, a la vez que la clase media pasó a ser del 51% de la población.

 

Estos datos se respaldan con el reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en sus siglas en inglés) que destacó la reducción en 75% en los índices de pobreza extrema y de más del 50% en la tasa de desnutrición en Brasil  en los últimos 11 años.

 

A la propuesta de Dilma se opone Marina Silva, ecologista, ex senadora y ex ministra de Medio Ambiente que irrumpió como candidata del PSB hace un mes, tras la muerte en un accidente aéreo del anterior abanderado Eduardo Campos, y su promesa de “cambios” ha calado entre el electorado.

 

Silva asegura representar una “nueva política” y dice que prescindirá de los partidos, para gobernar con “los mejores cuadros” de cada una de esas formaciones.  Lo insinuó hace unos días, cuando en un acto de campaña dijo que, si llega al poder, una de sus primeras medidas será crear un “comité de búsqueda de hombres de bien” para formar su Gobierno. Habrá que ver qué sucede el 5 de octubre.

 

En Uruguay, por su parte, el Frente Amplio (FA) tiene como candidatos a presidente y vicepresidente a dos figuras con hondas raíces históricas en el partido: al exmandatario de la República Tabaré Vázquez (2005-2010), primer gobernante frenteamplista y Raúl Fernando Sendic, hijo del líder del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, Raúl Sendic Antonaccio. En tanto el Partido Colorado y su candidato, el joven abogado Luis Lacalle Pou, de 41 años, hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle, parecen rivales serios. Un triunfo en primera ronda, bajo estas tendencias, no sería fácil y se augura una batalla política intensa en las próximas semanas.

 

En un país en el que no está permitida la reelección consecutiva, Vázquez, que en 2005 se erigió como el primer dignatario de izquierda en la historia de Uruguay, luchará en las elecciones presidenciales por ser el sucesor del popular José Mujica a partir de marzo de 2015.

 

Muy diferente se muestra el escenario en Bolivia, donde la reelección del presidente Evo Morales y de su vicepresidente, Álvaro García Linera, parece inminente. Las encuestas reflejan un apoyo para los candidatos del Movimiento al Socialismo (MAS) que va del 52 al 59 por ciento, muy por encima del 15 al 17 por ciento del opositor Samuel Doria Medina. ¿Qué está detrás de este contundente crecimiento del respaldo a la gestión de Evo Morales? Seguramente la radicalidad y profundidad de los cambio acometidos por la Revolución Indígena y Cultural, como la define el gobernante, sobre todo si se le compara con la pesadilla neoliberal que precedió a su llegada al Gobierno.

 

Lo cierto es que, durante el mandato de Morales, la economía boliviana se ha desarrollado notablemente. En 2013 alcanzó un crecimiento del PIB del 6,83%, superando incluso la previsión gubernamental y de los organismos internacionales.

 

En la última década, las reservas internacionales bolivianas se han multiplicado en nueve veces, aumentando de $ 1.714 millones de dólares en 2005 a $15.494 millones actualmente. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo adscrito a Naciones Unidas, prevé que Bolivia liderará este año el crecimiento económico en la región con un 5,5%.

 

Lo cierto es que será un mes definitorio para Latinoamérica. Eventuales triunfos de las derechas, en este ciclo electoral que se avecina, tendrían consecuencias importantes, por un lado, sobre el proceso de integración regional; y por el otro, sobre el consenso postneoliberal que ha permitido articular posiciones favorables a la construcción de un sistema internacional multipolar.

 

Los triunfos de los gobiernos de izquierda o progresistas no solo contribuirían a consolidar el avance de muchos de los programas de beneficio social implementados en la región en la última década, sino que además impulsarían la unidad continental y el papel de Latinoamérica en el escenario mundial. La suerte está en manos de los votantes.

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