Murió China Zorrilla, la gran dama de la escena rioplatense

Murió China Zorrilla, la gran dama de la escena rioplatense
Fecha de publicación: 
17 Septiembre 2014
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Se llamaba Concepción Matilde Zorrilla de San Martín Muñoz. Era, es y será China Zorrilla , la gran dama del teatro rioplatense. Fue una de las artistas más queridas tanto de su Uruguay natal como de la Argentina. Actriz, comediante y directora, su fama se extendió por Latinoamérica y España a lo largo de más de 60 años de trayectoria, que incluyeron medio centenar de películas, y otro tanto de obras de teatro y teleteatros. Sus personajes marcaron al público rioplatense, tanto por sus participaciones en comedias como en dramas y su prestigio la hizo acreedora de premios por doquier: obtuvo la condecoración de la Legión de Honor del gobierno de Francia y un sello postal honorífico de la República del Uruguay, además de dos Martín Fierro, los premios ACE, Trinidad Guevara, Florencio Sánchez, Konex y tantos más, pero el más importante, tal como ella lo diría, el beneplácito total del público en cada una de sus apariciones en escena.

El aplauso le llenaba el corazón. Amaba el teatro como nada y se sentía la más afortunada por poder dedicarle su vida. "Un día miré a mi papá [el famoso escultor José Luis Zorrilla de San Martín] y le dije que debía ser muy feliz por poder realizarse como escultor en la más completa soledad. Sabés lo que me contestó: "Pero a ti te aplauden". No me voy a olvidar nunca. Y encima nos pagan. Es una profesión única en el mundo", dijo en una ocasión.

China se encontraba retirada de la escena pública desde marzo de 2012, cuando cumplió 90 años y se despidió del mundo del espectáculo. Desde entonces no dio más entrevistas y evitó mostrarse en público. De hecho, no participó de la promoción por el reestreno de Esperando la Carroza, en donde interpreta a la desleal Elvira Romero, personaje de culto dentro del cine argentino. Los años ya le pesaban demasiado, y aunque enviaba felicitaciones a sus colegas por cada estreno en teatro o cine, prefería quedarse en su casa, acompañada de sus íntimos. Carlos Perciavalle, uno de los amigos que la acompañó hasta el final, admitió que a veces no reconocía a la gente, pero dijo que mantuvo el espíritu alegre hasta sus últimos días.

Estirpe de artista y una vida dedicada a la actuación

Nació en Montevideo, Uruguay, el 14 de marzo de 1922, hija de la argentina Guma Muñoz del Campo y del reconocido escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, autor de los monumentos a Roca y Artigas en Buenos Aires.

Su infancia transcurrió en París, ciudad que eligió su padre para trabajar, pero volvió a Uruguay para finalizar sus estudios en el Colegio Sagrado Corazón de Montevideo. Sus primeros pasos como actriz los dio en el teatro. En 1943, debutó con el grupo teatral Ars Pulcra, de la Asociación de Estudiantes Católicos, en un teatro independiente. Dos años después consiguió una beca del British Council y viajó a Londres para estudiar en la Royal Academy of Dramatic Art.

En 1949 regresó a Uruguay y debutó en Una familia feliz, de Antonio Larreta, en la Comedia Nacional Uruguaya. Esta fue la primera de más de 80 obras que protagonizó en el país, imponiéndose como comediante y actriz dramática. Algunas de sus actuaciones mas recordadas son Madre Coraje y sus hijos, La Gaviota, Las de Barranco, Tartufo y La Celestina. Fue dirigida por Margarita Xirgú, Armando Discépolo y Orestes Caviglia, entre otros.

Junto con Antonio Larreta y Enrique Guarnero fundó el Teatro de la Ciudad de Montevideo, en 1961, y con este elenco viajó a Buenos Aires, Madrid y París. Dentro del mundo del teatro, "China" se desempeñó también como productora, traductora y directora. Dirigió obras como Ha llegado un inspector, Esquina Peligrosa, La Bohème y Un ballo in maschera. También dirigió la ópera El Barbero de Sevilla en el Teatro Argentino de La Plata.
 

Llegó a Buenos Aires en 1971 para rodar su primera película, Un guapo del 900, después de un lapso de cuatro años en el que trabajó como secretaria de una agencia teatral en Nueva York. Su estadía en Buenos Aires se debió a la llegada de la dictadura militar en Uruguay, que la proscribió como artista en el país. En la Argentina, participó de memorables películas como La Mafia, dirigida por Leopoldo Torre Nilsson, Darse cuenta y Esperando la carroza, con Alejandro Doria como director, La Peste, Señora de nadie, Elsa y Fred, Tocar el Cielo y Pubis Angelical, entre otras.

Un sueño cumplido y uno imposible

En 1999 estrenó la obra que ella misma reconocería como su trabajo más importante: El camino a la Meca, de Athol Fugard. Pese a que ya era una consagradísima actriz, fue este papel el que le regaló más premios y ovaciones. Estuvo en escena hasta 2005 y si por ella fuera lo hubiera seguido haciendo mucho tiempo más. "Era mi meta artística", dijo tras recibir el ACE y una andanada de nominaciones, en 2004. "Siempre dije que no quería morirme sin recibir un premio por una obra dramática", reconoció en diálogo con La Nación.

-¿Y ahora que lo recibiste?

-No me quiero morir... para disfrutarlo.

Aunque transitó todo tipo de géneros y pudo encarnar los papeles de sus sueños, en una ocasión reconoció que le quedaron dos que no pudo hacer: Amanda Wingfield de El zoo de cristal, de Tennessee Williams, y Mary Tyrone de Largo viaje del día hacia la noche, de Eugène O´Neill.

Su más grande satisfacción, sin embargo, se la dio Emily, un monólogo sobre Emily Dickinson que marcó su regreso a Uruguay luego de estar proscripta por la dictadura de ese país, en 1984. Con este trabajo ya había recorrido Latinoamérica y había sido ovacionada en Washington. El reconocimiento no fue menor en su tierra natal.

Su relación con Victoria Ocampo

Dos mujeres de distintas generaciones. Dos artistas inigualables. Aunque no tuvieran la misma edad ni transitaran el mismo ambiente artístico, no sorprende que China Zorrilla y Victoria Ocampo hayan sido amigas. Dos mentes brillantes de nuestra cultura.

"Conocí a Victoria Ocampo en Mar del Plata. Yo estaba haciendo una obra allá y en un momento, antes de que empezara la función (yo estaba en el camarín, todavía) se sintió que algo pasaba en la sala: había entrado Victoria, que no pasaba desapercibida así nomás: medía un metro con setenta centímetros y, aunque tenía casi ochenta años, seguía siendo una mujer espléndida", relató China en el prólogo del libro Victoria Ocampo y la India, de Axel Díaz Maimone. "Después que terminó todo, yo esperaba que me fuera a saludar, que me dijera algo. Pero no, no fue; ni bolilla… Sin embargo, al día siguiente me mandó una carta donde ponderaba mucho lo que había visto la noche anterior y me pedía que fuera a tomar el te a su casa. Cuando llegué a Villa Victoria, me estaba esperando. Tomamos el té en el comedor y hablamos muchísimo. Ahí, durante esa conversación, descubrimos que teníamos muchas cosas en común: Victoria tenía cinco hermanas y yo cuatro; las dos hablábamos perfectamente el francés porque habíamos pasado parte de nuestra infancia en París; las dos amábamos el teatro (Victoria quiso ser actriz, pero la familia no se lo permitió); y las dos admirábamos incondicionalmente a Gandhi".

"Cada vez que nos encontrábamos recitábamos los versos de Corneille y de Racine", contó más tarde en diálogo con La Nación, todavía conmovida por el recuerdo de su amiga, a quien lloró inmensamente cuando supo de su muerte. "Yo le conocí esa cosa de doblete que la convertía en un ser pintoresco. Podía tener una actitud severa y solemne y al mismo tiempo ser una comadre de barrio interesada en los chismes".

Con el tiempo tendría la ocasión de encarnar a Victoria en la obra Eva y Victoria, de Mónica Ottino..

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