¡Carnaval!

¡Carnaval!
Fecha de publicación: 
18 Agosto 2014
0
Imagen principal: 

Hay que aplaudir el esfuerzo de los organizadores. Este año el Carnaval de La Habana trascendió sus marcos habituales: hubo acciones en varios barrios de la ciudad. La idea fue que toda la urbe viviera un ambiente de festividad… algo bastante difícil en una ciudad tan grande.

 

El programa de conciertos de agrupaciones populares fue muy aplaudido: grandes orquestas cubanas de música bailable animaron plazas y otros espacios. La gente bailó y se divirtió hasta altas horas de la noche y la madrugada.

 

Se contó con una considerable oferta gastronómica… aunque, hay que apuntarlo, faltó una política de precios diferenciada: los productos siguen siendo caros, al menos buena parte de ellos. Y tampoco se puede decir que la calidad haya sido muchas veces óptima.

 

Se sabe que uno de los problemas de estas fiestas es el transporte, y una vez más se contó con un refuerzo considerable de las rutas principales.

 

Hubo también sensación de seguridad, tranquilidad ciudadana. El despliegue policial fue notable. Para algunos, quizás, excesivo… pero lo cierto es que se garantizó un buen clima. El Carnaval de La Habana es una de las fiestas más seguras de todo el continente.

 

En definitiva, la gente quería fiesta y tuvo fiesta. Pero hay que decirlo: el Carnaval hace mucho que no es lo que fue en sus mejores tiempos. La fiesta se resiente por la falta de una identidad cultural, y por un esquema económico a todas luces insuficiente.

 

Resumiendo: al Carnaval le faltan "personalidad" y recursos.

 

Vamos por pasos. Hubo un tiempo en que la cita era una gran fiesta popular. El clímax fue en los años sesenta, en los que toda la ciudad vivía aires de celebración. Se honraba una tradición: grandes carrozas, fuegos de artificio, elección de reinas y damas del carnaval, conciertos, bailables, comparsas y muñecones.

 

Pero esa costumbre se fracturó, en parte por imperativos económicos y en parte por prejuicios ante el carácter de la festividad: se pensó, por ejemplo, que la elección de una reina remedaba usanzas pequeñoburguesas.

 

Hubo reacomodo de fechas, cambios de rutinas, inestabilidad en las propuestas artísticas.

 

En los años más duros del Período Especial se tocó fondo. Hubo años en que ni siquiera se convocó. Y en determinado momento, lo que fue el Carnaval se convirtió en una pálida "fiesta popular".

 

Afortunadamente, las autoridades locales comprendieron la necesidad de rescatar la celebración. Y desde hace algunos años se realizan esfuerzos para reanimarlas.

 

Pero el Carnaval de La Habana perdió su carácter, su vocación estética. Y las grandes carrozas, pletóricas de luces, son ahora discretos carros; y el paseo de comparsas no se puede comparar con los de antaño.

 

El espectáculo ha perdido lustre y contundencia. Parece difícil, hasta titánico, recuperar las antiguas glorias.

 

La valoración de la fiesta habanera se resiente mucho más cuando se compara con las de poblaciones mucho más pequeñas del país, en las que los habitantes y las autoridades batallaron para que no se perdiera la tradición.

 

En Remedios, Camajuaní, Caibarién, Chambas y otros pueblos y pequeñas ciudades del centro del país, cada año se celebran fiestas de altísima convocatoria, vistosas y pirotécnicas.

 

No hay que ir tan lejos, en Bejucal, bien cerca de La Habana, los trabajos de plaza tienen fama internacional.

 

Es la gran paradoja: pequeñas ciudades celebran carnavales mucho más contundentes que los de las capitales de provincia y la capital del país.

 

Ya quisiera La Habana que por el Malecón desfilaran algunas de las carrozas de Remedios o Camajuaní, verdaderos monumentos de la fantasía y la laboriosidad de esos pueblos. Y quisiera contar con un espectáculo de fuegos artificiales como los de Chambas, por solo poner un ejemplo.

 

La pregunta es: ¿por qué no? La Habana es la principal vitrina del país. Aquí están concentrados el mayor potencial artístico y se supone los más efectivos mecanismos económicos.

 

Pero insistimos: al carnaval habanero le hace falta una columna vertebral, que debe estar fortalecida por el concurso de todas las fuerzas políticas, culturales y económicas de la ciudad.

 

El Carnaval hay que prepararlo todo el año, como hacen los pueblos "del interior". La empresa del carnaval, el gobierno local, deben afinar esquemas de financiación, perfilar propuestas artísticas.

 

Hay que convocar a los mejores diseñadores, por concurso o por encomiendas puntuales, de manera que el resultado esté a la altura de una ciudad de más de dos millones de habitantes.

 

Hay que fabricar muñecones con una clara vocación estética, hay que renovar el vestuario y los aditamentos de las comparsas. Hay que involucrar a nuestros mejores coreógrafos, maestros, bailarines, músicos, actores…

 

La financiación siempre será un problema, pero La Habana necesita una fiesta mejor. Las grandes cadenas turísticas y los negocios privados pudieran contribuir al fortalecimiento de una fiesta que al final puede revertirse en mayores ingresos para todos.

 

No es una tarea fácil, pero tampoco es imposible. Mucho se ha hecho en los últimos años, pero todavía no es suficiente. La ciudad merece un carnaval mejor. Mejor estructurado, más pensado. La responsabilidad mayor, obviamente, la tiene el gobierno local. Pero este tiene que ser un empeño de toda La Habana. El Carnaval es de todos.

 

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.