Iván Pedroso: “Me considero un atleta afortunado en mi país”

Iván Pedroso: “Me considero un atleta afortunado en mi país”
Fecha de publicación: 
26 Diciembre 2013
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Talento inmenso, ansias de triunfo inigualables y valentía probada en momentos críticos, convirtieron a Iván Pedroso Soler en ídolo de una isla para la que conquistó un oro olímpico y nueve mundiales.

Llegó a mantenerse imbatible durante casi 30 competiciones consecutivas, ganó duelos épicos contra el español Yago Lamela en el mundial bajo techo de 1999 y el australiano Jai Taurima en los Juegos Olímpicos de Sydney’00, y escribió otras muchas páginas repletas de gloria.

En los últimos años muchos cubanos le perdieron el rumbo y se preguntaban por su labor tras decir adiós al deporte activo, pero la respuesta pública llegó en agosto cuando las cámaras le proyectaron en función de entrenador desde las gradas del estadio moscovita Luzhniki.

Su alumno, el francés Teddy Tamgho, lideró allí el salto triple con la tercera mejor marca de todos los tiempos, resultado que agrega honores a un Iván que tocó el cielo como atleta y repitió esa dicha como preparador.

JIT supo de sus vacaciones en La Habana y se dio a la tarea de pactar una entrevista concretada tras varias llamadas a las que siempre respondió afable pese a su conocida tendencia a apartarse de los periodistas.

En un inicio los horarios estuvieron encontrados, pero un día antes de la partida llegó la respuesta deseada: «Nos vemos a las 10 en mi casa».

Con unas libras de más y ese característico andar que parece prepararle para saltar, nos recibió amable, pero reservado, como marcando una distancia que terminó por evaporarse para dar paso al Iván conversador que describen sus amigos.

¿Por qué eres tan difícil para las entrevistas?

Soy muy reservado y nunca me gustó adelantarme a los acontecimientos a partir de preguntas como ¿Vas a ganar el mundial? ¿Vas a hacer tal cosa…?

¿Compartes la opinión de quienes te consideran el mejor saltador del mundo?

Creo que esos criterios dependen de cada persona. Lo que hice lo hice porque me gustó, di el máximo y creo que estuvo bien. En Cuba todavía me ven por las calles y me recuerdan anécdotas como las de Sydney y otras competiciones. Fuera también, en cualquier país al que llego me reconocen, me llaman “Iván Pedroso la leyenda”, y es un gran orgullo que me vean de esa forma. Pero no tengo respuesta para si soy o no el mejor de todos los tiempos, eso lo decide el público, los fans, son ellos los que determinan esas cosas.

Pese a tantos premios tu marca personal quedó en 8,71 metros ¿Te faltó la rivalidad necesaria para más?

Me tocó una etapa en la que se iba retirando el norteamericano Mike Powel, quien todavía es el recordista (8,95), y pienso que sí me faltó un poco más de igualdad del nivel, pero más que todo no hice una buena marca porque siempre tuve la obsesión de saltar nueve metros y eso me impidió acceder a otras.

¿Pasados ya algunos años, cómo miras hacia esa realidad?

Pude haber logrado un 8,90 u ochenta y tanto, pero quería convertirme en el primer hombre en llegar a los nueve y no pudo ser, aunque tuve muchos buenos saltos que pese a ser nulos permitieron demostrar que estuve muy cerca. Sin embargo, cuando miro el ranking del mundo veo que fui uno de los mejores saltadores de la historia por las medallas, pero ese 8,71 me coloca muy lejos para lo que hice. Podía estar un poco más arriba, no me arrepiento pero creo que pude hacer mejores marcas si no me hubiera obsesionado tanto.

¿Cuál resultó tu fortaleza mayor?

Era muy técnico, pero creo que lo mejor era lo bien relacionado que tenía todos los parámetros del salto, la carrera, la fuerza, la velocidad, todo a un mismo nivel, siempre con destaque para la técnica, pero la fuerza estuvo en el conjunto que se obtenía.

¿Fue la relación con Milán Matos una de las claves del éxito?

Le debo muchísimo a esa relación, porque el vínculo entrenador-atleta es algo muy importante, de lo que depende en gran medida la trayectoria a lograrse.

Milán fue más que un padre. Estuve mucho tiempo con él, incluidos cinco años en Santiago de Cuba, donde era como mi única familia, y logramos una relación de mucha afinidad, tanto que de solo mirarlo sabía lo que tenía que hacer. En las competencias me hacía un gesto desde las gradas y era suficiente para entenderlo. Creo que cuando eso se pierde el resultado desciende.

¿Lo consigues así con Teddy?

He logrado mucho porque es muy parecido a mí en cuanto al carácter, y le demuestro la importancia de llevar bien ese binomio e intercambiar ideas a la hora de planificar. Es más difícil porque no se trata de un atleta cubano y el sistema francés es algo distinto, pero hablamos sobre eso y me sirvió mucho lo que aprendí de Milán a la hora de intercambiar sin encapricharse de que lo que tú digas es lo que es.

Cuando competías, incluso en los momentos más duros, te proyectabas tranquilo ¿Cómo era en realidad?

No era que trasmitiera calma, era que entrenaba para desarrollar esa cualidad de llegar a la competencia con tranquilidad. Lo que haces en el entrenamiento es lo que harás en la competición, si en el entrenamiento no logras una cosa bien es imposible que te salga bien luego. Yo era muy perfeccionista en el entrenamiento, me gustaba hacerlo todo al detalle, no me preocupaba por grandes resultados.

¿Cuáles calificas como episodios de tensión extrema?

Sydney’00, porque era el único título que me faltaba y tenía que alcanzarlo como fuera. Y el Campeonato Mundial bajo techo de Maebashi’99, donde iba delante con mucha facilidad desde el primer salto y en la última ronda Lamela me sobrepasó con la que entonces fue la tercera mejor de todos los tiempos, y tuve que ponerme fuerte y hacer mi mejor marca personal para ganarle. Esos fueron los dos momentos más tensos.

El público recuerda mucho Sydney ¿Cómo lo atesoras tú?

Estaba dando muchos saltos nulos que eran grandes, y con uno de esos pude ganar desde antes, así que fui quien se puso la soga al cuello porque le di a Taurima la oportunidad de crecerse. Pero sabía que algo más de 8,50 me daría para ganar y por eso en el último intento hice una carrera de muy poca velocidad para no dar foul y asegurar con técnica, y así salió. Sydney es el mejor recuerdo, más que todo porque fue el año en que falleció mi mamá, que era mi fan número uno, la que quería por todos los medios que ganara la Olimpiada y todo fue dedicado a ella, que de alguna manera lo disfrutó.

¿Y lo peor?

Haberme lesionado en mi mejor año, en el mejor momento de mi carrera, en el de Atlanta’96. Aunque no fui de saltar mucho en los entrenamientos en aquella temporada lograba 8,90 como si fuera el salto de un niño. Lesionarme y tener que operarme me afectó muchísimo, y estuve a punto de dejarlo todo al ver como tenía la pierna, pero supe sobreponerme, salir adelante.

¿Satisfecho con tu trayectoria?

No y sí. No porque siempre quise terminar mi carrera en los Juegos Olímpicos de Beijing’08 y desgraciadamente no me dejaron. Solo pedí ese año para cerrar mi carrera pero no fue así y me afectó, por eso me alejé tanto del ámbito deportivo de Cuba. Por lo demás estoy satisfecho con lo que hice, lo que aporté a Cuba, las medallas, todos los momentos en que yo y toda Cuba escuchamos el Himno Nacional, y me considero un atleta afortunado en mi país.

¿Extrañas, ahora que pasas más tiempo fuera?

Muchísimo. Extraño a Cuba, extraño a mi niño, la casa, a mi gente, extraño todo. Hay momentos en que me “voy”, me “pierdo”, pero es lo que me ha tocado y hay que adaptarse. Es algo momentáneo, porque no siempre estoy nostálgico, y cuando estoy trabajando no me sucede. Es más bien cerca de fechas como el fin de año, el cumpleaños de uno de mis hermanos, fechas en que sé que están aquí juntos, porque somos una familia muy unida.

¿Qué repetirías de tu historia?

Lo repetiría todo, mejorando algunas cosas. Volvería a escoger el atletismo y no daría tantos fouls.

Trayectoria…

Campeón olímpico en Sydney´00. Cuatro veces campeón mundial al aire libre y cinco veces bajo techo. Tres veces rey en juegos panamericanos y en una ocasión en citas centroamericanas y del Caribe.

En la actualidad…

Entrenador del triplista francés Teddy Tamgho, campeón mundial de Moscú´13.

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