Lo que nos queda de Festival

Lo que nos queda de Festival
Fecha de publicación: 
11 Diciembre 2013
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Conozco el Festival del Nuevo Cine de La Habana desde que yo era una niña. Lograba infiltrarme entre los adultos para entrar al cine de mi barrio que, en aquel entonces, aún formaba parte del circuito de este evento cultural que despide el año en Cuba.

 

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Por esos tiempos no hacía falta buscar motivos para que la gente fuera al cine, las colas eran inmensas en cualquier lugar: lo mismo en el Yara para ver una película súper recomendada que en un cine de barrio, donde a veces una no conocía bien la programación, pero igual se disfrutaba mucho la velada.

 

No digo que me gusten las colas, todo lo contrario, las odio, pero creo que las filas en los cines eran un buen síntoma de que nuestro público ama el arte y sabe apreciar un buen filme. Incluso por encima de eso, me gusta pensar que a los cubanos les gusta soñar, porque eso ha sido siempre nuestro festival: un sueño hecho realidad.

 

cine azul rosa

 

Que los trabajadores de cualquier sector pidieran vacaciones en esta fecha no era una novedad, la gente realmente dejaba todo por irse al cine y allí encontrábamos a más y más jóvenes cada año, de hecho, a menudo veía yo a algunos conocidos de los que ni siquiera imaginaba que les gustaba el cine. Lo que pasa es que el festival se convirtió en una tradición legítima, intrínseca en nuestra cotidianeidad.

 

En cambio, este diciembre, a pesar de ser un aniversario cerrado del evento, con toda la connotación que eso pueda tener, no he sentido ese espíritu de festival que siempre he respirado en las calles de mi ciudad. Tal parece que los cinéfilos se han perdido, porque la cantidad de gente que uno ve cuando sale del cine no se acerca a la imagen de hace años, y no creo que la causa sea que hayan perfeccionado los métodos para eliminar las colas ni que hayan aumentado el número de lunetas en los cines.

 

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Es más, no hace falta una información oficial para darse cuenta de que cada año el circuito del festival se reduce. Ya no solo quedaron fuera los cines de barrio que tan oportunos eran para descongestionar las colas en el centro de la ciudad, sino que otros como el Payret, por algún motivo de última hora, no fueron incluidos en la programación.

 

Los horarios de proyecciones también disminuyeron. Ya no existen esas tandas que tanto disfrutábamos cuando salíamos pasada la medianoche y se nos antojaba deambular por la ciudad. El festival siempre duraba 10 días y luego de la premiación quedaba el fin de semana para ver lo que nos faltó, los filmes laureados o lo que algún amigo nos recomendaba.

 

Desde hace unos años, la clausura se efectúa antes de la décima jornada, o sea, que el festival dura menos. Si no alcanzan los cines y se reduce el tiempo, habrá también menos oportunidades para que la gente disfrute y creo que el objetivo ha sido siempre ese, el de ofrecer una fiesta para los cubanos.

 

cine wakolda

 

Supuestamente, las estrategias de comunicación de cualquier evento se modifican, pero se supone que sea para evolucionar, y la verdad es que sigo esperando algún programa que pasen por la televisión o por la radio, o alguna publicación que sirva de guía para el espectador.

 

La sección de la Luneta indiscreta y otros espacios en la cartelera están muy bien, pero eso solo existe mientras transcurre el festival. El público necesita ser informado antes y después también para conocer el recorrido de las cintas que llegan a La Habana; los premios que han ganado, quiénes son los actores… en fin, hace falta algo más que una sinopsis.

 

Por eso mismo a veces no sabemos ni qué vamos a ver, y a lo mejor hasta se trata de una película súper premiada en el mundo entero. En otros países tal vez baste con entrar a Internet, pero aquí no funciona así. Aquí se precisa una promoción mucho más directa, palpable, que la gente no tenga que preguntarse siempre «¿y por fin qué se puede ver?». No se puede olvidar que para nosotros está hecho este festival.

 

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Si algo ha caracterizado al certamen de La Habana ha sido su carácter tan popular. A diferencia de los más renombrados festivales en el mundo, el nuestro no necesita glamur. Su éxito está en una ciudad que por décadas se ha movilizado para asistir a las salas de cine cada diciembre como si se tratase de una fiesta generalizada. Y ha sido esta masividad lo que ha sorprendido a los cineastas, actores, músicos e intelectuales, y los ha hecho regresar año tras año a Cuba.

 

A pesar de que nunca ha sido considerado por no sé quién o qué organización internacional como un festival clase A, el Nuevo Cine Latinoamericano ha encontrado en esta ciudad una plaza que parece eterna, porque no queremos renunciar a él. De verdad no queremos.

 

Quienes amamos el cine sin necesidad de complejas disquisiciones seguiremos siéndole fieles, pero los que aún no han descubierto su magia infinita, procuran un estímulo y tenemos que dárselo para que el festival siga siendo una experiencia liberadora, un entretenimiento de los mejores… para que siga siendo lo que nosotros conocimos y nos hizo soñar con los ojos abiertos en una sala oscura. Disfrutemos entonces lo que nos queda de festival.

 

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