Nelson Mandela, un luchador incansable

Nelson Mandela, un luchador incansable
Fecha de publicación: 
18 Julio 2013
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Nelson Mandela llega a su 95 cumpleaños este jueves 18 de julio, y aún cuando se mantiene ingresado en el Medi-Clinic Heart Hospital tras una infección pulmonar, Sudáfrica y miles de personas en todo el mundo anunciaron la celebración de la fecha, consituida además en 2009 como el Día Internacional de Nelson Mandela por la Asamblea General de las Naciones Unidas.  

Madiba o Tata, como se le conoce afectuosamente, es uno de los líderes políticos más queridos en el mundo por su eterna lucha por la justicia y en contra de la desigualdad y la segregación racial en su país.

Las imágenes transmitidas por estos días a través de las televisoras internacionales, hablan por sí mismas del amor y respeto que sienten los sudafricanos hacia Madiba. Mensajes de aliento y confianza en su recuperación llegan de todas partes del mundo. Mientras, niños y adultos se reúnen en las afueras de la clínica para acompañarlo en su lucha por la vida.

Líderes religiosos, figuras políticas, representantes de organismos internacionales reconocen en Mandela el ejemplo de luchador incansable y hacedor de sueños. Los 27 años de encierro no pudieron hacerlo claudicar en sus ideas de crear un país libre donde blancos y negros pudieran vivir en paz.

Nacido en 1918, fue formado para convertirse en dirigente de su clan, pero se rebeló contra su destino, estudió Derecho y se metió en política para luchar contra las prácticas xenófobas del Apartheid. Sudáfrica era entonces un país de negros dominados por blancos que imponían la exclusión racial. Algo que no estaba dispuesto a aceptar.

En 1962 fue arrestado y condenado a cadena perpetua, y a pesar de la gran presión internacional que se ejerció contra los sucesivos gobiernos sudafricanos, no fue hasta el 11 de febrero de 1990 que el entonces presidente Frederick De Klerk emite una orden para su liberación y lo llama a trabajar en su gobierno.

Mandela se convirtió entonces en el principal interlocutor en el proceso de negociación establecido para avanzar en la democratización que se imponía en el país. Por este intenso trabajo, le fue conferido en 1993 el Premio Nobel de la Paz, y encabezó con más prestigio que nunca la lista de los grandes líderes del siglo XX.

Las elecciones democráticas de 1994 lo llevaron a la presidencia, y desde allí continuó trabajando y consolidando su trabajo en pos de un país como lo había soñado.  

«Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir», afirmó ante el tribunal que lo juzgó en 1962.

Un ideal que no traicionó a pesar de las varias ofertas y tratos que le propusieron a lo largo de su vida. Por eso, es hoy un referente obligado para cualquier persona noble de esta tierra que crea en la justicia, en la igualdad de oportunidades, en la utopía de lograr un mundo mejor y más equitativo, y sobre todo donde las personas no sean marginadas por su color de la piel, sexo, preferencias y creencias.

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