La emigración de universitarios cubanos es estimulada con programas desde EE.UU.

La emigración de universitarios cubanos es estimulada con programas desde EE.UU.
Fecha de publicación: 
12 Enero 2013
0

Tan  añeja como la existencia humana, al extremo de que eso que ahora mismo llamamos «migración», tuvo para muchos su motor propulsor en la célebre cópula de Eva y Adán. Su bíblico destierro del genésico Edén dejó sentado que la movilidad espacial representa acto inherente a nuestra especie, aunque hoy día la multicausalidad y prominencia de sus efectos al centro de cualquier sociedad garantizan enfoques que viajan sin recato, de la perspectiva exclusivamente apologética, a la abiertamente apocalíptica.

 

Si por un lado, en tiempos de globalización, con inéditas redes de intercambio entre naciones, de bienes, personas e información, emigrar muta en andamiaje perfecto para aquello que los especialistas bautizan como «comunidades transnacionales»; asimismo, los desplazamientos temporales o definitivos de fuerza de trabajo calificada se erige en conflicto no exento de contradicciones dadas las consecuencias demográficas para los países emisores (por lo general, insertos en la mal nombrada «periferia tercermundista»), y la incidencia en sus precarios planes de desarrollo.

La Mayor de las Antillas no escapa a tamañas paradojas: Estudios recientes1 develan que apenas entre 1995 y 2003 emigraron 34 202 cubanos con nivel superior, aproximadamente el 20% del potencial profesional universitario de dicho periodo.

 

Entretanto, la parafernalia cuantitativa ilustra apenas la complejidad de un fenómeno condicionado por peliagudas variables de subjetiva naturaleza en un contexto, sospechamos, donde comienzan a germinar discordancias en el dibujo de la realidad localizable entre los imaginarios populares, el discurso artístico, académico y en los medios de comunicación.

 

ileana sorollaA fin de cuentas, ¿acto punitivo o meta irrevocable; alternativa legítima o asociada para siempre con el estigma?

 

Para abordar cualquier punto relacionado con el tema tienes que dejar clara la diferencia entre la movilidad a través de espacios fronterizos y lo entendido como emigración», rompe el hielo, en exclusiva para Alma Mater, la Doctora Ileana Sorolla Fernández, Profesora Titular, Investigadora Titular y directora del Centro de Estudios de las Migraciones Internacionales de la Universidad de La Habana (CEMI).

 

«La primera involucra viajes de negocio, por asuntos oficiales, peregrinaciones religiosas, intercambios académicos, turismo; la segunda acontece cuando el individuo, por decisión propia o impulsado por factores externos, decide trasladar el escenario donde desarrolla sus relaciones sociales y su vida cotidiana hacia otra zona geográfica por un periodo relativamente estable y largo. Son conceptos diferentes, pero existen regulaciones relacionadas con el cruce de las fronteras que involucran a ambos».

 

Al emigrado siempre le resultará difícil admitir que no le ha ido bien. Después que haces tanto sacrificio, que inviertes tantos recursos personales, familiares, económicos, emocionales, resulta muy difícil aceptarlo. No pasa solo con la emigración cubana, sino con todas.

 

Actualizar las nociones sobre la opción migratoria en el contexto cubano implicaría hablar de sus condicionantes en los últimos 50 años. Resultan contradictorios, por citar solo un ejemplo, los discursos foráneos o locales que la entienden como fenómeno estrictamente político o exclusivamente económico. ¿Lucidez o ingenuidad al segmentar tales instancias?  

 

Inevitablemente la actitud del Estado y de la sociedad cubana en la etapa aludida ha estado marcada por el conflicto bilateral Cuba-Estados Unidos. Eso es incuestionable. Sin embargo, tal enfoque se ha reiterado tanto que los jóvenes, sobre todo, lo asocian con algo manido y extravían así las esencias. Siempre ha pesado la doctrina estadounidense, su posición hegemónica con respecto a la Isla. Ahora bien, esa relación ha evolucionado en función de determinados contextos históricos.

 

El triunfo de la Revolución y la posterior proclama de su carácter socialista definieron la composición socioclasista y la orientación de aquella emigración inicial, adversa al proceso que se estaba viviendo. Desde ese momento las regulaciones migratorias se convirtieron, para ambas partes, en un instrumento político. Y esas leyes han definido la naturaleza del proceso: leyes surgidas en medio de un conflicto entre dos naciones en su momento de mayor enfrentamiento, aunque se perciban variaciones con el paso del tiempo.

 

Dicha lectura respalda muchas de las informaciones que llegan desde medios oficiales, pero aún así, sigue en pugna con esa otra que localiza móviles migratorios absolutamente económicos en la actualidad, conformándose en la mente de muchos, incluso, una hipótesis de migración cubana contemporánea «apolítica»…

 

Hay que marcar que al principio de la Revolución eran motivaciones de carácter político pero por una afectación económica. Lo económico ha estado presente siempre, pero de diferente manera. Eso lo sabemos desde el Materialismo Histórico: la estrecha relación entre los dos campos. 

 

Hacia los 80, en específico con «el Mariel», se combinaron múltiples variables. La diversidad del Mariel demuestra la diversidad de la sociedad cubana de aquellos años y lo que impera entonces no es, precisamente, la composición política, aunque tal noción se distorsiona si consideramos que, aunque fueras ex presidiario, te legitimaba ampararte en el discurso anticubano con lo cual obtenías ventajas para tu inserción en el territorio extranjero.

 

A partir de esa etapa la emigración cubana deviene predominantemente económica. Y el «predominantemente» sobra, porque el fenómeno resulta tan complejo que nunca prima una sola variable o motivación.

 

Más cercana en el tiempo tenemos la explosión del 94. Después no han habido otras y me pregunto: ¿por qué?, si la situación ha estado igual de difícil. De hecho, ni siquiera el 94 constituyó el peor año de aquel periodo.

Cuba planifica la formación de su capital humano, y ese es un punto del que no se habla. El plan de plazas en la Universidad está en relación con las demandas para el desarrollo económico.

 

No caben dudas del incremento de las expectativas en torno al tema suscitadas en el presente desde los imaginarios sociales. Algunos estudios dan espacio al papel de las redes familiares en la estimulación, o no, de la opción migratoria…

 

Tendríamos que arrancar por el análisis de Cuba como país emisor de emigrantes desde la década del 30, desde la primera gran crisis mundial del siglo XX.  No puedes obviar que el tema migratorio está insertado en la raíz misma de la conformación de la nación. Cuba es un país insular, que fue colonizado precisamente por un proceso de poblamiento. Pensemos además en cuántos científicos, políticos, intelectuales, artistas aprendieron, se nutrieron o produjeron parte de su obra desde otros espacios geográficos. Tales factores dejan su impronta en la perspectiva nacional sobre el asunto.
Paralelamente, habría que ponderar el papel de los vínculos familiares o las redes profesionales en la visión sobre la emigración. Sin embargo, esas percepciones no son inmutables.

 

En la década del 60 se consolidó una imagen del emigrante como el contrarrevolucionario, el políticamente desafecto, que prevalece en ciertos sectores en la actualidad.

 

Claro que hacia los 80 varían sustancialmente estas percepciones a tono con los cambios del contexto nacional y la situación económica, aunque antes había cristalizado el «Dialogo del 78»: vinieron los primeros emigrados y se empezó a conciliar una política en función del rescate de aquellos que dentro de esa comunidad tenían una actitud favorable y querían relaciones «normales».

 

Ahora mismo no pocos advierten el afianzamiento de estereotipos de otra naturaleza: me atrevería a sugerir la sobrevaloración de la imagen del emigrante y el extranjero, curiosamente, a contrapelo de lo que ocurre en otros países…

 

En tales procesos ha pesado de manera significativa la diversificación de los destinos a partir de los 80. Por otro lado, en los 90 se incrementa el turismo, los convenios con empresas foráneas. También se hace común la posibilidad de viajar regularmente a otro país, cierta «circularidad migratoria». Aumentan los vínculos y  los matrimonios con extranjeros y cambian, entonces, las representaciones sociales, hasta llegar al presente, cuando el aumento de visitas de cubanos, con carácter temporal, a sus familiares en el exterior exhibe los puntos más altos de la historia.

 

Asimismo, comienzan a aparecer generaciones de inmigrados que no tienen ningún interés de participación política, y si lo tienen es a favor de nuestro proceso. Es por eso que han ido transformándose las visiones del fenómeno, el punto de vista desde la vida cotidiana, la familia, así como el «oficial».

 De hecho nos encontramos en un escenario inédito. El presidente Raúl Castro ya ha anunciado una nueva evaluación de la política migratoria para adecuarla a nuestros intereses, al actual estado del conflicto bilateral y a las transformaciones, en general, dentro de la emigración. 

 

La idealización de estos agentes que mencionas nace muchas veces de la ignorancia, aunque no podemos ser absolutos. Existen elementos en la representación positiva del extranjero sustentados por nuestra cultura y tradición hospitalaria, a diferencia de otras sociedades.

Tenemos una emigración por móviles económicos significativos, pero no es una emigración «por miseria», como en tantos países de América Latina. Es una emigración de calificación media, por lo menos. 

 

Como parte de los mitos que signan el presente también sobresale la idealización excesiva, a nivel informal, del espacio exterior, aunque en los medios el discurso se coloca, paradójicamente, en las antípodas…

 

Todo tabú genera expectativas múltiples, porque hay otro factor muy importante que es el económico. Una cosa es el deseo y otra la posibilidad económica de enfrentar una experiencia de este tipo.

 

Entretanto, el sistema de colaboraciones a nivel mundial nunca ha sido tan desarrollado. En Cuba se viene percibiendo en muchos grupos el deseo de asumir la emigración como un acto de carácter temporal y que las personas puedan mantener su movilidad. Hacia allí debe ir el país.

 

Por otra parte, al emigrado siempre le resultará difícil admitir que no le ha ido bien. Después que haces tanto sacrificio, que inviertes tantos recursos personales, familiares, económicos, emocionales, resulta muy difícil aceptarlo. No pasa solo con la emigración cubana, sino con todas.

 

Estoy de acuerdo en que se observa una polarización en la representación del espacio interior y exterior geográfico en los medios de prensa, pero hay que tener en cuenta que por los impactos diversos que tiene la emigración, estimularla sería improcedente. Y me refiero a la «emigración», no a la «movilidad».

 

El entramado de políticas y dificultades económicas, sociales, actitudes xenófobas que prevalecen hoy en el mundo, pasan casi siempre desapercibidas para aquellos que inician un proyecto migratorio.

 

Entonces resulta lógico, en parte, que en los medios se obre así. Es natural y estará bien, siempre y cuando fomenten una actitud racional ante el fenómeno, pero lo que difunden pierde credibilidad si se presenta en blanco y negro; así no se educa. Todo tiene matices y lo importante es incentivar la responsabilidad, porque son decisiones de vida, y la vida es un proceso muy largo, continuo, en el que cambian las circunstancias día tras día. Si los medios no lo logran se debe a que dentro de ellos existe falta de educación e información.

 

Dicha información, con sus múltiples formas de concretarse, tendrá una incidencia mayor en los jóvenes, para algunos, el potencial migratorio por antonomasia de cualquier sociedad…

 

Pero ahí radica otro mito. No solo ellos emigran, sino personas de todas las edades, aunque la juventud constituya la mayoría. También depende del concepto que se maneje. Emigra gente ya adulta, en edad avanzada, incluso, exponentes de la tercera edad, pero el hecho de emigrar tiene riesgos, cambios de todo el sistema de relaciones de tu entorno, proceso altamente traumático.

 

Las edades marcan la diferencia, no ya en la disposición, sino en la capacidad para emigrar. Serán poco propensos a convertirse en emigrantes quienes tengan familia consolidada, un sistema de compromisos, personas menos competitivas en el mercado laboral y que desde el punto de vista físico y psicológico no cuenten con aptitudes para asumir ese riesgo.

 

Es por eso que internacionalmente se reconoce como un fenómeno, principalmente, de la juventud hasta 35, 40 años. Son los más competitivos, productivos, saludables. Es un mito que sea una particularidad de Cuba. Porque es un rasgo mundial.

 

Se insertan aquí los debates sobre los movimientos de fuerza de trabajo calificada…

 

Por lógica los jóvenes preparados se movilizarán más. Son los más ambiciosos, quienes buscan nuevos escenarios, posibilidades de avanzar. Es una tendencia tan vieja como la historia humana. ¿Dónde empieza el tema a complicarse? Cuando esas condiciones no son espontáneas, cuando esa movilidad es estimulada desde afuera con programas de atracción que tienen un componente político orientado, como en el caso de Cuba, o responde a estrategias de desarrollo de los países receptores.

 

Canadá y la Unión Europea, por ejemplo, han reconocido en sus documentos programáticos la necesidad de lanzar una estrategia de captación y retención de recursos humanos altamente calificados que, por demás, ellos pierden en la competencia transoceánica con Estados Unidos. Se mueven más a Canadá, EE. UU., Australia, Nueva Zelanda, Irlanda, esta última, uno de los principales polos de atracción de emigración altamente calificada en la rama de la ciencia informática. Han armado toda una industria sobre la base de profesionales inmigrantes, ofreciéndoles ventajas para la inserción, mejores salarios, esquema tributario beneficiario en los primeros años. No quiere decir que sea una emigración permanente. Es una emigración laboral de profesionales altamente calificados que por los efectos que producen en los países emisores se ve como «robo de cerebros».

 

Económicamente es un fenómeno que se explica desde muchas teorías. La teoría de los sistemas mundiales, de los mercados laborales segmentados. Las «neoclásicas» lo definen como «redistribución de la fuerza de trabajo asociado a la redistribución del capital a nivel global».

 

Resultan enfoques que, de algún modo, legitiman esa movilidad. En otra cuerda, las miradas peyorativas  también prevalecen en algunos que vinculan dicha opción con la fractura o extravío de ciertos valores en la sociedad cubana contemporánea…

 

Los valores en la emigración no tienen que ver solo con el compromiso con la institución de la cual procedes o con el país que invirtió en tu formación, sino con la manera en que la gente emigra, las vías que utiliza. Por ahí pasan, no solo los valores patrios, compromisos políticos, sociales, organizacionales, sino tu sistema de valores como individuo, pero esa es una discusión eterna, porque está relacionada con la ética.

 

Cuba planifica la formación de su capital humano, y ese es un punto del que no se habla. No resulta frecuente esa manera de abordar el tema. El plan de plazas en la Universidad está en relación con las demandas para el desarrollo económico. Si se perpetúa una fuerza externa que afecte esa planificación, se resentirán las condiciones de desarrollo del país. De esto parte la necesidad de compromiso con la institución.

 

En la medida en que la sociedad cubana gane en cultura económica, entienda las relaciones de obligaciones y contratos, quedará más claro. El Estado está realizando una inversión y cuenta con uno para su proyecto de desarrollo, con la particularidad de que, en nuestro caso, este se revierte en beneficio de la propia sociedad. Constituye, en ese sentido, un plan de desarrollo auténtico.

 

No obstante, existen estudios donde se fundamenta la opción migratoria en universitarios desde argumentos que viajan de la deficiente política salarial para profesionales, hasta los obstáculos para su activa participación en espacios sociopolíticos…

 

Cierto, pero nada de eso es nuevo, ni exclusivo de Cuba. La única novedad es que ahora hay gente que lo dice. Los que se montaron con Colón en el barco quizá tuvieron motivaciones similares. Son las razones que impulsan a emigrar a todo aquel que no abandona su tierra «porque se está muriendo de hambre». Y no es el caso de nuestro país. Tenemos una emigración por móviles económicos significativos, pero no es una emigración «por miseria», como en tantos países de América Latina. Es una emigración de calificación media, por lo menos.

 

El nivel cultural de la población es mucho más alto y, por supuesto, mientras más preparado estás, mayores son tus expectativas de participación, de lograr la realización económica, profesional, social y política en la vida de tu país. Esas razones son típicas, exceptuando las naciones que están en la extrema ala de pobreza y desigualdad, que no es nuestro caso.

 

En un balance de saldos positivos y negativos de la emigración en este momento y lugar, ¿cuáles destacaría?

 

Dentro de los aspectos favorables estaría la experiencia. Cuando mencionamos que la emigración está insertada en la raíz de la nacionalidad cubana queda implícito que desde ella pueden realizarse aportes importantes a la cultura de un proyecto de nación, porque inevitablemente hay un acceso a nuevas tecnologías, conocimientos, sistemas de pensamiento. Son, al fin y al cabo, nuevas formas que adquiere la identidad cultural. En otra cuerda aparecen las remesas, pero, al menos a mí, no me parece justo considerarlas un «beneficio», pues esa persona que está remesando aportaría más al país si estuviera aquí.

 

Considero de mayor valía que el ser humano genere valores materiales y espirituales desde su lugar de origen y tribute de paso al crecimiento demográfico, otra variable crucial. Aseverar lo contrario no tendría sentido ni ético, ni académico, aunque, a lo mejor, en términos estrictamente económicos sí. Desde esa instancia puede ser factible el acto; desde lo humano, lo político, lo familiar, resulta, al menos, cuestionable. No olvidar que Cuba ya hoy está entre los 11 países más envejecidos de América Latina y en 2050 estará entre los del mundo.

 

Frente a tan contradictorio panorama, quizá no todos establezcan semejantes perspectivas…

 

Pudieran ser muchas, pero la experiencia académica e investigativa convida a priorizar la «humanización» de los discursos sobre el tema. Para que dichos mensajes se entiendan de forma cabal y generen una actitud responsable en la población, tienen que pasar por un lenguaje humano, y eso ha faltado.

 

Ha existido mucho argumento político, de Estado, pero inevitablemente se requiere otro discurso para llegar a sectores amplios de la sociedad afectados por «lo migratorio». Hay mucha historia, política. Incluso, pienso que muy poca  gente se muestra ajena a la dimensión de seguridad, preservación, independencia y soberanía vinculada a los debates sobre la emigración, pero les falta escuchar la historia «de la vida misma». Es la pieza del juego de la cual carecemos. Rescatarla puede ser una senda muy lúcida por la cual transitar.

 

1 Casaña. A. La emigración calificada cubana a finales del siglo XX y principios del XXI. Informe de investigación. CEMI. Universidad de La Habana, 2004, citado en: Ponce Delgado, Abel. La juventud universitaria en Cuba como sujeto del proceso migratorio. Una mirada desde su representación social. En publicación: Informe final del concurso Migraciones y modelos de desarrollo en América Latina y el Caribe. Programa Regional de Becas CLACSO, Buenos Aires, Argentina. 2006.

 

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.